Expediente Saturno.

xii. Cordura.

ARYA MORTON.

El reloj colgado en el muro de la biblioteca del Instituto había dejado de funcionar hace años, pero nadie quería reemplazarlo. Mr. Feraud y el director Max charlaban en uno de los pasillos, discutían sobre un error de imprenta en los nuevos tomos de las biografías completas de los científicos más importantes del siglo pasado. Yo solo pensé en todo lo que nos harían leer luego de conseguir los nuevos libros, los incrédulos de mis compañeros creerían que no nos darían ese tema al final, pero la profesora no se rendiría fácilmente y se negaba a no presentar un tema de su itinerario. Creo que en eso de hecho éramos muy parecidas, no deseábamos perdernos de nada y no lo permitiríamos, aunque debiéramos frenar todo el proceso para lograrlo.

La cabeza de Jacob estaba recostada sobre la mesa y utilizó su chaqueta como almohada improvisada. Estábamos desde temprano y evidentemente necesitaba una siesta para tener suficiente energía para estar en todos sus cabales.

─ Liam es un nombre curioso ─ habló algo ronco y refregando sus ojos adormilados con sus manos.

─ Es muy común, no comprendo lo curioso ─ respondí.

─ No es común en el pueblo, desconozco a personas con ese nombre ─cuestionó, lo observé de reojo y pensé en nombres.

Era cierto. No había ningún Liam en el pueblo.

─ ¿Y si no es del pueblo?

─ Emmeline desaparece en verano, pero ninguna persona cuerda vendría a Houston a vacacionar ─divaga, toma un lápiz y comienza jugar con él, le da vueltas sobre la mesa y lo vuelve a tomar ─ ¿Pero qué persona cuerda secuestraría a una niña?

─ Hasta donde yo sé, si se trata de cordura, el pueblo entero es culpable ─afirmé, él llevó el lápiz a su boca y comenzó a masticar la madera, lo hacía cuando pensaba, lo que no ocurría mucho, por lo que no lo interrumpí en el proceso, solté una pequeña carcajada al pensar de nuevo en Turner realmente pensando y me miró confundido, su expresión desorientada y las bolsas debajo de sus ojos por el sueño lo hacían parecer un completo demente.

─ ¿Por dónde iniciamos? No hay punto, un nombre inútil no nos servirá de nada, ni siquiera sabemos en que lugar estaba antes de desaparecer.

─ Sabemos que no desapareció, sino que la desaparecieron.

─ ¿Cómo estamos tan seguros? Habló de un tal Liam, de curas a cicatrices y de demás locuras sin sentido, yo creo que escapó ─confirmó, retiró el lápiz de su boca y dió por finalizada sus observaciones.

─ Creo que Blair conocía lo suficiente a su hermana para saber si escapó, desde un principio.

─ ¿Qué tanto conocemos a las personas hoy en día? ─cuestionó, se acercó a mí y apoyó su cabeza sobre mi hombro, acaricié su cabello con mi mano libre y pensé de nuevo las posibilidades.

Jamás había visto a Emmeline, ni escuchado de ella. Porque de hecho no me interesaba. Y ahora se había convertido en lo único que rondaba por mi cabeza. Me causaba curiosidad, quiero decir, si había escapado, era admirable su valentía y si se la llevaron, había que rescatarla, ¿para volverla a encerrar aquí? o tal vez mejor irnos juntas. ¿Qué tan lejos? No lo sé. Probablemente no mucho, el pasado nos agarraría de los pies y nos arrastraría hasta él. Como la muerte.

─ Ahí está Blair ─señaló de forma átona Turner, levanté la mirada y sonreí al ver a la castaña, parecía ser que recién se había duchado por su cabello húmedo y sus mejillas rosadas, estaba vestida con un vestido de flores amarillas, muy veraniego, renovada y con su bolso a un lado ─probablemente con las cartas de Emm ─ parecía una persona diferente, más decidida.

─ Señorita Hoffman ─le interrumpió el camino y con voz arisca se hizo presencia el señor Max, se me hizo un revoltijo en el estómago al oírlo. Su molesta interrupción me ponía furiosa, pero no parecía buena idea reclamarle al director del Instituto. Inhalé y exhalé para relajarme, esperé a que no durara mucho, tiempo nos faltaba y dudas sobraban para que aquel imbécil estorbe.

─ Hola, señor, ¿qué es lo que sucede? ─interrogó la chica, el anciano se dio la vuelta para observarnos a Jacob y a mí y luego se volvió a Blair, le hizo una seña para decirle de ir a hablar a otro lugar, debido a que era algo sobre ella y no quería que otros lo interrumpieran. Así que como entraron, salieron.

Mr. Feraud, salió del pasillo y se acercó a nosotros, dejó sus libros sobre nuestra mesa y se sentó a nuestro lado.

─ ¿Qué buscan ustedes dos por aquí? ─interrogó, Jacob dejó libre mi hombro y se acomodó en su asiento, la profesora lo ponía tenso por su mirada gélida y voz ronca.

─ Solo pasábamos el tiempo ─respondí con falsa alegría, ella me miró con cierto grado de duda sobre sus nuevos anteojos Windsor y se levantó.

─ Dudo de sus verdaderas intenciones, aún así no es de mi incumbencia meterme en asuntos ajenos, como mi alumna, no te aconsejaría, como la única alumna que me escucha, te aconsejaría que te prepares para la vida, y dejes de perder tu tiempo en Hoffman. A veces el tiempo de ciertas personas vale más que el de otras.



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En el texto hay: casos sin resolver, amor lgbt, investigacion

Editado: 16.07.2019

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