La alarma suena una vez más. Otro día de trabajo al lado de ese molesto lobo acaba de iniciar contigo levantándote de la cama sin ganas de ir a la comisaría.
Han pasado ya seis días desde que comenzaste de asistente para el famoso detective del extranjero, mismo que, te parece, carece de mucho interés en los casos de asesinato que se han estado suscitando aquí en la ciudad.
Por tu parte, tratas de aprender lo más que puedas tanto de él como de tus compañeros, aunque sea un poco, mas no has tenido la oportunidad de convivir mucho con ellos gracias a que Albus te ha puesto a revisar, junto con su secretaria, cada archivo que refiera a los homicidios.
La mujer mitad vulpina, Linda, es sin dudas una persona muy inteligente, callada y trabajadora. Hábil, revisa día con día mares de información y recopila, a una velocidad impresionante, lo más importante para su jefe, cosa que él está en constante estudio.
Además de ese par, el comisario, de nombre Kenneth, casi nunca se encuentra en el edificio, y si lo está, se encierra en su oficina a atender llamadas, trabajar sobre documentos, reunirse con sus superiores o con los tuyos. No has podido intercambiar algo más que un «buenos días» con él desde que entraste.
Por otro lado, hay otros compañeros de trabajo que te llaman un poco la atención. Está el detective mapache llamado Pedro, el cual es un mamífero bastante tímido, obsesivo con la limpieza y famoso por ser cauteloso a la hora de hablar con los demás. No te parece desagradable, por el contrario, se nota que es una buena persona. Sólo te incomoda un poco.
Los demás no son nada extravagantes. Pasan desapercibidos para ti al estar concentrada en tu trabajo.
El día de hoy parece igual de tranquilo. Llegas a la oficina temprano y todos te saludan de forma cordial. Están acostumbrándose a tu presencia.
Tomas tu asiento e inicias justo donde te quedaste, al lado de Linda, misma que te pasa los archivos que ya tiene clasificados para que les des una última revisada antes de entregarlos a Albus, quien al parecer todavía no llega.
Eso te parece un tanto extraño. Él siempre es muy puntual, por lo que supones algo debió haber pasado, o sólo lo fue para causar esa impresión a todos ahí.
–¡Buenos días, lector/a! ¡Qué gusto verte tan activa! –saluda Pedro con una cansada sonrisa al inicio, para luego bajar su mirada al tu cruzarla con la propia.
–Buenos días, detective. ¿Cómo le fue anoche? –preguntas con amabilidad, pues es él quien más te hace sentir incluida entre todos.
–No hubo mucho qué hacer. Últimamente ha estado muy tranquila la ciudad por las noches. Desde el incidente más reciente, por supuesto. La gente empieza a ser precavida.
–Ojalá sigan así. Es bueno saber que están tomando medidas de seguridad –agrega Linda a la conversación sin apartar la mirada de los documentos que revisa, cosa que pone nervioso a su compañero.
–¡Es cierto! Aunque, la noche siempre ha sido muy aburrida aquí en la oficina –explica el detective apenado, algo que notan Linda y tú.
–Señorita Linda, usted también tiene más facilidad de trabajar en la noche, ¿cierto?
–Así es. El detective Albus y yo somos más de trabajar en el horario nocturno. Estamos laborando en la mañana por usted, Lector/a. Espero entienda. –Te sorprende mucho escuchar eso, tanto que te sientes culpable por que deban estar ahí dos ciudadanos nocturnos atendiendo un horario que los hace sentirse agotados por tu culpa.
–¡Eso no es necesario! Pediré un cambio de horario para que no tengan que sufrir la desvelada –aseguras a Linda, la cual sigue con su rostro serio sin dejar de quitar los ojos encima de los papeles que tiene enfrente y en sus manos.
–¡Claro que no! –dice la voz de Albus desde detrás tuyo, por lo que volteas y lo encuentras parado tras de ti, con su cola en movimiento de un lado al otro en forma juguetona, dibujada una sonrisa pícara en el rostro del lobuno–. Los humanos son muy débiles, no resistirá dormir en la mañana, aunque se halle en una habitación oscura, Lector/a –asegura el hombre sin vacilar.
«¿Quién se cree para saber qué puedo o no hacer?», piensas furiosa, con tus ojos clavados en el lobo, evidenciado tu enojo gracias a la mueca.
–Disculpe, detective, pero ya me he desvelado antes, y le puedo asegurar que jamás he tenido problemas de sueño al dormir en el día –replicas con seguridad, algo que hace al extranjero reír leve.
–No es lo mismo hacerlo por gusto que por trabajo, Lector/a. Sé que es una persona hábil y dedicada a su labor, pero tampoco pienso torturarle. Siga trabajando arduamente, porque esos archivos no se revisarán solos –ordena el sujeto con gallardía, algo que te hace enfurecer todavía más.
«¿Qué se cree ese sujeto?», te preguntas dentro de tu mente, para luego acomodarte en tu silla, suspirar e iniciar tu labor.
–Buenos días, detective Albus.
–Good morning, detective Pedro. ¿Alguna novedad? –pregunta el extranjero de sorpresa y con una grata sonrisa, lo que genera algo de pena en el tímido compañero.
–N-no, realmente sigo sin encontrar alguna pista relevante. ¿Qué me dice usted? ¿Ha hallado algo que le haga pensar que nos acercamos?
–Of course! Ya tengo una idea de dónde podemos empezar a buscar –presume el peliblanco, algo que te hace girar los ojos al momento.
Sin más, el detective Pedro pasa a retirarse y el trabajo sigue su curso, al igual que la tarde, hasta que cae el sol en el horizonte, oscurecido el cielo para anunciar así el inicio de la noche.
La hora de salida está ya en rigor, por lo que muchos están preparados para irse, arribados los compañeros del turno nocturno al momento. Apenas son poco menos de la mitad del personal que trabajaba de día, algo que desde el primer día te pareció extraño.
Suspiras profundo al ver que ya terminaste de acomodar todo y que estás lista para irte, así que te recargas en tu asiento, miras al techo y te levantas para tomar tu bolso e ir a la salida.