Cuando me comuniqué, sentí que la conocía
desde antes.
Como era sábado, salí de mi habitación, luego de estar toda la mañana durmiendo. Era un sueño pesado, doloroso, pues, me sentía como si mi cuerpo pesase los kilos suficientes para dejarme clavado en un solo lugar sin poder moverme siquiera.
Saludé como siempre a mi hermano, y mi madre. No me prestaron atención, así que resolví salir por mi cuenta.
De camino al parque, tenía ganas de sentarme a pensar un poco. Estaba como mareado, y no me podía concentrar bien, tanto con las tareas de la escuela, como con otras actividades. Y para suerte de la vida, ella estaba allí, en el sector de juegos. La realidad es que todos los perímetros que alcanza a visualizar de alguna manera se veían de otro color que no fuera un opaco matiz. Esto me ha pasado desde que salí del hospicio. Sería quizás posible que tuviera problemas visuales, aunque con tantos sucesos alrededor no medité en ello.
- ¡Hola! – Saludé sin reparos. Fue un día nublado, luego de salir de la casa. Me dirigí al parque de la plaza. Uno bien lejos. Entre los columpios. Algunos se mecían solos, como si los usasen. Ella estaba entre medio de dos. Se balanceaba de un lugar al otro. Su mente estaba insumida en un mundo interno, y no me prestó atención. - ¡¡¡Hola!!! – Cumplimenté nuevamente, y ella se asustó. Como mecanismo de defensa tendió a cubrirse, como si no quisiera que la lastimaran. Quizás no me recordaba. De ser quien se entrometió con esos muchachos malcriados. Comprendí como primera medida que Mei, tenía miedo. Miedo a todos. –¡Tranquila! – Sonreí – Soy Octavio Couspide de 3º 3º de la escuela EEUU, tú misma aula. Somos compañeros. – Al mencionarlo, la chica no dijo nada, y me miró con rostro de pena. Como si me faltara algo. Como si un ser patético anduviera a su lado. Luego procedió a querer comentarme algo, aunque no podía. No podía explayar palabras, y solo generó un gesto usual de asentimiento. Calculo, que me había recordado. -
Se produjo, pues un momento de silencio. Un estado en donde el tiempo se transformó en un puente interminable. Allí fue que ella se prolongó firme modificando la ubicación de su mirada a un hombre que estaba cruzando, en plena
avenida circular de vehículos. Una pequeña lágrima la sedujo, en su ojo izquierdo, mientras que el otro no decía nada al respecto. Ella agacho la mirada.
El camión fue directamente contra aquel que cruzaba con su celular en la mano, concentrado en unos mensajes. Me lancé al suelo del susto, en cuanto parte del cuerpo explotaba. La sangre comenzó a escapar libre, junto a los órganos. Una mujer vomitó de la impresión, mientras una madre se llevaba a su hija, para no ver el acontecimiento. Otros gritaban del espanto en su asombro. Comencé a toser del es asco, y la impresión de un mareo ante la representación.
Mei se levantó como si nada del columpio saltando. Estaba perfecta en todas sus condiciones, y se acercó a mí, que encontraba en el suelo de la tierra y la arena, sin poder respirar bien, tomándome el pecho con la mano derecha. Detrás, sentí la caricia en la espalda de la palma de su mano.
Mei, no declaró nada más. Mantuvimos el silencio, que era corrompido por la sirena de una ambulancia, y dos patrulleros de policía. Me incorporé, y luego ella.
¿Cómo puedes estar tan tranquila?
Ella se sonrojó un poco.
- ¡Ja! ¡Ja! –
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Editado: 27.09.2023