Experimentos Proyecto Escape

XXX

 

 

 

Me estaba considerando como una de las personas que solían creer en el destino, algo así como cuando una energía es atraída hacia ti en cuanto enfrentas un problema difícil. Una simple prueba fue la Jungla, ya que en todas las ocasiones estuve al borde de morir, aunque encontraba una forma de salir; ya sea que haya sido con la ayuda de algún amigo o alguien...

    «Doce», de nuevo  aquella misteriosa voz tan dulce y apacible se escuchaba; me hacía sentir acompañado, como estar cerca de un ángel guardián. «Por favor detente», me hablaba.

    —¿Qué rayos? —dije, notando que aquella era una voz femenina. Por ahora no me sentía capaz de escuchar a esa chica.

    Tenía el cuchillo en la mano, estaba a punto de matar al aborigen. ¿Entonces por qué me estaba deteniendo si casi terminaba?

    —¿Quién anda ahí? —dije de nuevo, tratando de poder averiguar de quién se trataba. No me hallaba en peligro a diferencia de las otras ocasiones, y no quería confiar en aquella.

    Tal vez porque sentía una gran cantidad de adrenalina invadiendo mi cuerpo, pero aún más, mi mano derecha, la cual no quería desperdiciar ese momento solamente para escucharla.

    Quería saber la verdad, pero también acabar con el tipo, motivo por el que debía ordenarle a aquella muchacha que hablara.

    —¡Habla! —exclamé, pero nada sucedió.

    Estuve esperando una respuesta, pero solo escuchaba silencio. No había nadie en los alrededores. Sólo estábamos nosotros tres: Lex desmayada a unos metros, yo y ese aborigen.

    —Bueno —hablé, con voz indiferente—, pues si no vas a hablar entonces seguiré en donde me quedé —y sujeté el mango del cuchillo con todas mis fuerzas, cuando miré al individuo.

    —¡Aarg! —gruñí, deseoso de terminar con esto y de escuchar a la chica, por lo que clavé el cuchillo lo más profundo como pude, hasta llegar a la parte donde debía permanecer su corazón frágil, enrojecido y palpitante, con fuerza.

    Podía caerme un rayo encima o ser sorprendido por una especie de criatura, y no me importaría que fuera algún          T-Rex. Solo quería matar a ese aborigen, pues él era mi prioridad.

    —¡Muere, maldito! —grité, observando al inútil hombre salvaje que dejaba de respirar en el momento en el que le apuñalé.

    Por fin todo había acabado. Yo, Doce, quien asesinó a los aborígenes, me sentía más que satisfecho de poder haber concluido.

    «¡Doce!», pero no estaba solo en mi mente, yacía aquella vocecilla en mi cabeza que me decía: «¡No! ¡Doce!», con consecuencia.

    Tenía tantas cosas en la cabeza como para sentirme dispuesto a comprender lo que estaba pasando. Hacía unos segundos estuve gritando con tal de que respondieran a mi llamado, pero no sucedió nada sino hasta después de que acabé con la vida del último hombre a quien  asesiné de pronto.

    —¿Quién anda ahí? —dije de nuevo, esta vez esperé una respuesta frecuente de alguien que dijera algo como: "Te comentaré cómo me llamo" o "Doce, quiero ayudarte y a compañía", pero las cosas resultaron ser lo opuesto ese momento.

    No escuchaba nada, excepto el ligero aire que estaba oscilando. Hasta que escuché algo que resonaba en ambos oídos:

    «No debiste haber hecho eso», fue durante solo unos segundos.

    —¿Qué? —expresé conflicto, estaba confundido porque aquella voz me habló de nuevo, como si solo estuviese enfocada.

    «No debiste de haber hecho eso, Doce», su voz sonaba entristecida.

    —¿Quién rayos eres?

    «Eso no importa. Por ahora lo que importa eres solo tú, Doce»

    —¿Qué? —dije, notando cada vez más una confusión incesante,

    «Eres muy importante, por esa razón no debiste hacer aquello»

    —¿Hacer qué?

    «Matar al Aborigen»

    —¿Estás hablando en serio? —no me sentía capaz para dejarlo así—. ¿Estás hablando en serio! —había actuado con hombría.

    «Doce…»

    —¡Ese tipo trató de matarme! ¡De hecho los cinco lo intentaron! —le grité—. ¡Iban a clavarme las lanzas en el estómago! ¡Pero los detuve! ¡Me defendí como lo hace un hombre!

    «Lo sé, Doce. Pero no debiste haberlo hecho»

    —¿Por qué?

    «Porque ahora “La Zona” te va a poder encontrar de inmediato»

    —¿Qué? —las cosas se pusieron más extrañas—. ¿De qué hablas?

    «Hablo de ti, Doce. Ahora estás en peligro», sonó tan advertida.

    —¿En peligro?

    «Me temo que sí»

    —¿Por qué?

    «Porque ahora “La Zona” va a poder encontrarte»

    —Pero eso es imposible. “La Zona” no puede hacer eso porque...

    «Ahora puede hacerlo»



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En el texto hay: mentiras, dinosaurios, jungla

Editado: 18.10.2020

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