Dae-hyun
Una parte de mi quería gritar por el ardor que sufría al ser suturado sin anestesia pero no me sentía capaz de prestarle atención debido a la duda que seguía rondando dentro de mi mente.
"¿Quién era yo realmente?"
Por el rostro que dibujaba Trent supuse que una parte de él se sentía preocupado.
Y no lo culpo.
Habría hecho lo mismo sí hubiese visto a alguien que creía conocer gritar como un demente.
Un amigo que quizás ya no exista porque Kai era todo lo que él creía saber de mi; un chico divertido y enérgico que disfrutaba de estar a lado de una chica a quien ya no creía ver de la misma forma ahora que recuerdo a Jiyu y los días que viví en ese lugar donde me llamaban “Jake”.
Instantes en que sufrí, reí, o perdí a un ser amado; por esa razón una parte de mi ser pedía que ya no usará más el nombre de "Kai".
En cuanto abrí los ojos sentí como sí aún estuviese debajo de las gradas, viendo a mis compañeros ser atrapados mientras que Choi y yo guardamos silencio. Un momento que ocurrió hace casi siete años, pero mi mente lo procesaba como sí únicamente hubiesen pasado treinta segundos; esa fue la razón por la que hablé en coreano, en cuanto desperté, y miré a Trent como sí fuese un desconocido.
Kai era a quien él conocía.
Pero yo soy Dae-hyun.
Cero tuvo que entrar en mi mente para acomodar mis recuerdos, y en consecuencia, durante sesenta segundos revivir todo lo que La Zona me arrebató; esos días que viví en Corea junto con mi madre, el escenario donde vivía entre la basura y las pruebas que sufrí junto a la Sujeto Once, una niña a quien ahora recordaba como una parte importante en mi vida porque durante casi un año yo fui lo más cercano que ella tuvo a una familia.
Kai y Jake eran dos personas muy opuestas que ahora formaban parte de mi historia; yo solía ser un chico de 17 años que vivía, junto con mi madre, en el centro de Busan. Era un pésimo estudiante, me dormía en clase, robaba dulces de la tiendas, escuchaba música a todo volumen, jugaba videojuegos hasta las tres de la mañana con Choi y tenía una novia.
Jiyu.
Ella era el amor de mi vida.
Nos gustaban las mismas películas, solíamos escaparnos de las clases y cada vez que Jiyu llegaba a mi triste, luego de haber discutido con su padre estando ebrio, yo me encargaba de consolarla, como un fiel novio que no dejaba a su pareja sino hasta después de que las lágrimas se convirtieron en sonrisas.
Le juré que siempre estaría a su lado, pero después de esto imaginé que La Zona debió haberla matado, ya que no tenía recuerdos de haberla visto entre los sujetos ni en el falso escenario.
Todo lo que ocurrió en un lapso de siete años, tres meses y cinco días.
La Zona nos mintió al respecto de todo; la contaminación, el proceso de salvación y esa dichosa selección de sujetos porque no habían pasado esos 200 años y todo ocurrió por culpa de La Zona.
Ellos engañaron a la humanidad, diciendo que intentaban ayudarnos, cuando solo se estaban preocupando por si mismos, y lo más triste es que nadie pudo hacer nada al respecto porque en ese entonces las cosas eran muy diferentes. Los humanos solían trabajar o estudiar, se preocupaban por conseguir dinero y no le daban importancia a cosas reales como el calentamiento global, la sobrepoblación o a los reportes de un virus que estaba infectando personas.
No se tenían muchos datos de dicha enfermedad, solo que atrapaba a las personas en un sueño profundo del que despertar era impredecible, algunos lo lograban al día siguiente mientras que otros después de un mes o dos y debido a que los resultados eran aleatorios el gobierno llegó al veredicto de que sí las personas no despertaban en 14 días estás se darían por fallecidas y sufrirían el costo de ser sacrificadas, en parte que nunca se detectó algún factor específico que ocasionará el contagio.
Mi madre nunca quedó expuesta a ese virus pero sí los familiares de muchos amigos, entre ellos el padre de Choi y la madre de Jiyu.
Debido a que los contagios eran bajos nunca se realizó alguna cuarentena, medidas de higiene o si quiera tomar la temperatura al entrar a alguna tienda. Todos íbamos a la escuela, trabajamos y vivimos nuestras vidas como sí nada estuviese pasando mientras que el tiempo continuaba y a los tres meses los contagios cubrieron casi el treinta por ciento de la población y el gobierno tomó una precaución para los menores de 21 años, realizando un día de vacunación en todas las escuelas. La condición era que los alumnos fueran retirados, durante el lapso que nos suministraban las dosis y ese día yo tenía muchos planes.
Iba a salir con Jiyu, copiar las respuestas de Choi e inventar alguna excusa para que mamá no se diera cuenta de que robé 40 mil wones de su bolso, así que no le iba a dar importancia a la incómoda aguja.
Fuimos llamados a la cancha de baloncesto, hicimos fila y los chicos que eran vacunados fueron enviados a la salida que conducía al exterior.
Permanecí en silencio, esperé mi turno y cuando quedaban dos chicos delante de mi notamos que una chica entró al gimnasio asustada. Se veía mareada, confundida y gritaba “corran” mientras dos guardias se acercaban a ella; estos vestían traje oscuro, a diferencia de los otros doctores que llevaban batas, y actuaron como un par de fieras al momento que sujetaron sus brazos.