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Tengo una soledad muy atestada. Llena de recuerdos y de remordimientos, de encuentros fallidos, de olvidos indebidos.
Una soledad llena de tormentos, que a fin de cuentas me conoce y se acerca hacia mí por las frías noches, y me entierra en socavones de mi mente, con aquella soledad que te acompaña al pasar el día, y te aplasta al llegar la noche.
Tengo una vida llena de desaciertos, de miedos indebidos que me abraza con su manto lleno de una fría sensación llena de tristeza, melancolía. Me ciega ese velo de lágrimas, que abundan sin tener deseos de parar, porque son lágrimas cohibidas, ajenas.
Mi subconsciente susurra a mi oído, intenta convencerme para que hable y confiese. Que mi confianza se asiente, que me vea al espejo y observe en el reflejo lo que mas detesto, una figura frágil, mundana, un ser lamentandose por todos sus pesares, por sus errores y desaciertos.
Es entonces cuando mi escudo se rompe y las lágrimas emergen, donde no puedo pensar en nada porque el dolor en mi pecho es tan intenso que la soledad se marcha, se aleja de mi mente.
Me deja con un pesar, de un llanto a media boca, que no puedo sacar. Me quedo entonces sola con mis recuerdos, permanezco quieta, estática, incapaz de moverme, viendo simplemente un punto fijo mientras escucho gritos dentro de mi.
Y me ata, y me hunde hacia una ocurrencia tan desalmada que me hace sentir perdida, asolada. En la búsqueda de aquel ser que sea mi refugio, que me de calma y me aleje de esa melancolía.
Pero no consigo nada, no encuentro ese lugar que me haga sentir segura. Y me quedo otra vez con una lágrima a medio salir, cansada recorre mi mejilla, como un camino ya memorizado y con pesar prefiere la rutina constante que esa sensación de agobio, ese nudo en la garganta que obliga que las lágrimas se oculten tras mis ojos.
El grito en mi garganta se sofoca, mi respiración se acelera, el aire me falta, estoy a punto de desfallecer en un mar de turbulentas mentiras, que amordazan mi desdicha, mi subconsciente se cansa, deja de luchar. Se hunde en lo mas profundo de ese mar de lágrimas, donde observa los fantasmas que una vez trate de asesinar.
La nostalgia se oculta detrás de una mascara insensible, que aparenta serenidad con una mirada muerta, porque me canse de llorar, porque las lágrimas no sacaran el dolor que llevo dentro, que me muestra cada segundo la soledad en la que me encuentro, lo inútil que puedo llegar a ser para las personas y el mundo entero.