C L E M A T I S.
André nos escoltó hasta la salida y en medio del camino pudimos ver como Leonard y Geiner subían las escaleras nuevamente, siendo el último quien me dedicó una mirada indescifrable.
—Iré a verte mañana —exclamó André mientras me daba un abrazo—. Clematis, haré todo lo que esté en mis manos para poder ayudarte.
—Te lo agradezco, André —respondí mientras sonreía cabizbaja—. Gracias por querer apoyarnos.
Antes de marcharnos nos observamos por última vez y él alzó una mano en el aire a modo de despedida.
Por inercia comencé a apretar mis dedos hasta que estos se tornaron blancos, William, al percatarse de esto me preguntó si estaba bien pero era incapaz de mentir para hacerle creer que no me pasaba nada.
Con cada paso que daba una sensación pesada se instalaba justos encima de mis hombros, mi mente empezó a buscar desesperadamente una solución y al no conseguirla esto provocaba que mi ansiedad aumentara mucho más.
André nos había brindado una gran ayuda brindándonos esos planos, pero aunque sonara mal decirlo, esto no era suficiente, e intuyendo lo que pensaba William sabía que él se sentía tan decepcionado, y preocupado, como lo estaba yo en esos momentos.
Caminamos largo rato hasta que llegamos a unos callejones casi abandonados, aparentemente nadie pasaba por ahí y la única compañía que teníamos era la presencia de algunos animales pequeños insectos que sobrevolaban nuestra cabeza.
William sujetó mi muñeca y me vi obligada a detenerme, me haló ligeramente hacia atrás y me obligó a recostarme sobre una de las paredes. Recosté mi cuerpo sobre la fría superficie y apreté mis palmas contra mis ojos mientras me propiciaba un pequeño dolor, e involuntariamente, unos largos suspiros escaparon de mis labios.
—No nos iremos hasta que te hayas calmado —me dijo él de una forma tan calmada que sus palabras prácticamente me arrullaban.
Al separar mis palmas comencé a golpear ligeramente mi cabeza contra la superficie, tenía ganas de llorar, pero no conseguiría nada si lo hacía.
Necesitaba urgentemente un plan de respaldo.
Hasta el momento el panorama era completamente desfavorable para nosotros.
Giorgio tenía las mejores fichas en el juego. No solo contaba con el respaldo de sus iguales en distintas naciones, si no que poseía un ejercito fuerte y armamento que podía facilitarle gran parte de la conquista. Mientras que nosotros únicamente contábamos con unos planos de armas… y el optimismo por ganar esta guerra.
Tenía miedo.
Y aquel miedo no solo se limitaba a los habitantes de mi nación, Wyrfell, si no que también estaba preocupada por toda la rama Hanton.
Si fallábamos se perderían muchas vidas, Giorgio preferiría mil veces quedarse únicamente con aquellos que le fueran leales y asesinaría a cualquier que no besara el suelo por donde él pisaba.
—Sé que el panorama se ve desfavorable en estos momentos, pero acabamos de adquirir una pieza importante en esta jugada —William tomó los planos que guardaba dentro de su saco y los extendió en mi dirección—. Sé que esto no parece demasiado, pero créeme Clematis, esto nos brindará una pequeña oportunidad.
—Soy consciente de que acabamos de adquirir algo que nos puede ayudar, pero simplemente no puedo tranquilizarme, William ¿Qué pasará si todo comienza a caerse a pedazos? —pregunté, y él mordió su labio inferior—. No quiero ver que más gente muera, no quiero que las personas que han depositado su confianza en mí pierdan la vida sin haberlas podido ayudar.
—Clematis, escúchame —él se acercó y sujetó con firmeza mis brazos—. Cree en ti y cree en tus aliados —me dijo—. Sé que tanto Rias como yo te enseñamos a vivir con miedo, a desconfiar de las personas del mundo exterior y a esperar siempre lo peor. Pero tú has demostrado en este tiempo que eres una mujer fuerte y capaz de conseguir todo lo que te propones. ¡Mírate! Ya no eres esa niña llorona que llegó al palacio de los Wolfgang, ya no eres esa pequeña asustadiza que agachaba la cabeza cuando un Hanoun hablaba.
—Trato de ser optimista —confesé—. Pero al día de hoy he visto como las cosas… no siempre son como uno espera.
—Y eso demuestra que estás viva, hermana —respondió y enmarqué una cejar—. La vida nunca será justa del todo y siempre se te presentarán obstáculos al frente, pero gracias a aquellas pruebas es donde verdaderamente adquirirás un verdadero aprendizaje que te ayudará a crecer.
—William…
—El día de hoy te pusiste de pie frente a unos hombres y demostraste tu posición. La Clematis que vi crecer hubiera agachado la cabeza y hubiera aceptado sin replicar lo que ellos dijeron —mi hermano sonrió y me observó con profundo orgullo y de alguna forma, eso me hizo sentir bien—. Eres la mujer más fuerte que conozco, y Giorgio no sabe eso, no tiene ni idea de quien es la persona a la que se está enfrentando.
Tras decir esto él me soltó y se recostó sobre la pared que estaba al frente.
De alguna forma las palabras de William habían logrado disipar la neblina que se estaba formando en mi mente, y de alguna extraña manera, comencé una idea tras otra comenzó a aparecer, claramente algunas eran impensables por el tiempo reducido con el que contábamos, pero tras desechar varias de estas la respuesta que tanto buscaba se fue materializando poco a poco.
—Necesitamos evacuarlos y resguardarlos en las naciones que posean muros —exclamé bajo pero William alcanzó a escucharme.
—¿Te refieres a Wyrfell y Velmont?
—Sí.
—Pero en Wyrfell aún tienen a los guardias de Giorgio.
—Ellos se irán en cuanto logre casarme con Argon.
—¿Por eso te propuso esa descabellada idea?
—En efecto, él me dijo que la única manera de que sus guardias puedan ingresar sin levantar sospechas es si ambos logramos formalizar nuestra unión.
—¿Consideras que una estrategia defensiva durará el suficiente tiempo? —preguntó William, pero aquella interrogante no me desanimó en lo absoluto.
—Es un plan de resistencia —respondí—. Las armas tienen un límite de cargas, y el recargarlas en plena batalla resultará casi imposible. Sin embargo…
—¿Qué sucede?
—Me preocupa que Giorgio de alguna u otra forma tenga un plan B, él es alguien calculador y jamás da un paso adelante sin haber pensado dos, y aunque trato de predecir sus movimientos, me es imposible imaginar que es lo que planea.
—Eso es porque tu no estás tan loca como él, hasta yo me preocuparía si lograras anticipar a ese demente —soltó con gracia para apaciguar el ambiente—. Sin embargo, hermana, Giorgio tiene una enorme debilidad que ni el mismo se ha dado cuenta.
—¿Debilidad, cual?
—Subestima mucho al resto. Giorgio está completamente seguro de que su plan es perfecto y que no tiene puntos débiles, además considera que nadie está a su altura como para detenerlo.
—Espero tengas razón, William.
—La tengo, créeme, él jamás imaginará que una humana será la causante de iniciar una resistencia.