Z E F E R
Para cuando el terreno desértico desapareció pude visualizar las colinas de Wyrfell.
Mi cuerpo comenzó a temblar por inercia. Tuve que disimularlo para evitar que Elinor y Lyra se dieran cuenta de que me estaba muriendo por dentro. Aunque claro, desde hace ya unos días atrás al ser cada vez más consciente que la distancia entre Clematis y yo iba disminuyendo, era algo que me ponía verdaderamente mal.
El resto del viaje entre nosotros había sido muy incómodo, desde que ese muchacho apareció en Stretco y nos interceptó, había tenido a Lyra prácticamente encima de mí insistiendo en que debía de ir a verla. Pero no podía hacerlo. Bajo ningún motivo debía hacerlo.
—¿La aldea que mencionaste está cerca? —preguntó Elinor con timidez desde atrás.
—Está pasando esos montes lejanos, cuando veas una entrada al bosque sabrás que es por ese lugar.
—Zefer, sé que hemos prácticamente emprendido la carrera, pero necesitas descansar. Tus heridas fueron más graves que las mías, y la misma Elinor te ha dicho que los puntos que te ha puesto se abren con facilidad debido al sobre esfuerzo que realizas.
—Tiempo es lo que menos tenemos —contesté, ella suspiró pesadamente—. Debo llevarlas a ambas a la aldea.
—¿Y que harás luego de eso? —tras decir esto Lyra caminó unos pasos hasta que se posicionó frente a mí.
Y ahí estaba la gran interrogante que incluso yo mismo me estaba realizando.
Una opción era regresar a My-Trent y escabullirme ya que era consciente de que Celine, Meried, y los demás sirvientes que vivían en el palacio corrían peligro. Pero posiblemente Celine, con lo astuta que era, hace mucho había escapado y ya se encontraba muy lejos de allí.
Otra alternativa era ir a Velmont y ayudar a Rier a terminar de planificar el ataque. Aunque claro, como bien dijo Lyra todavía no tenía la fuerza suficiente. Mis heridas no terminaban de sanar y cada tanto se abrían, y debido a la poca cantidad de alimentos, agua, y descanso que habíamos tenido, estaba muy descompuesto, incluso podía jurar que había bajado aún más de peso.
Lyra aún se mantenía aguardando una respuesta que claramente no llegaría, y aunque fuera muy descortés de mi parte, terminé rebasándola mientras pasaba por su lado. Escuché un insulto colarse de sus labios cuando estuvo a mis espaldas, pero no hubo mucho más que eso, los tres volvimos a caminar.
Para cuando estuvimos cerca del bosque un estruendo proveniente de la parte baja nos puso en alerta. Reconocía ese sonido a la perfección, era una de esas endemoniadas armas que Phyalé había usado contra Clematis.
—Debemos apresurarnos, estamos al descubierto en esta zona.
Diciendo esto ellas asintieron y comenzaron a seguirme. Al estar un poco más dentro del bosque volvimos a oír un segundo disparo, seguido del chillido de una vyla, aparentemente le habían disparado.
—¿No deberíamos ir a ver? —dijo Elinor con cierto deje de inocencia mientras volteaba hacia atrás.
—No debemos ir, esas armas son peligrosas, es mejor mantenernos lo más lejos posible.
—Zefer, lo que chilló de esa forma era una vyla, ¿no? —diciendo esto Lyra sujetó mi antebrazo para mirarla— ¿Por qué le dispararían?, esos animales son tranquilos, solo sirven de mensajeros.
—Están interceptando las comunicaciones. Algo debe de haber pasado, y aunque espero equivocarme, posiblemente no sea algo bueno.
Ambas me observaron con genuina preocupación en su rostro. Les había advertido que es lo que había hablado con Argon, y posteriormente lo que descubrí en esa habitación escondida del palacio, y que por fin oyeran ese infernal ruido era alarmante.
Giorgio ya había comenzado a moverse.
Mientras seguíamos avanzando comencé a escuchar pasos detrás, debía ser el grupo de exploradores de Rik e Ian, no había duda alguna, ellos siempre estaban custodiando estos territorios.
—Zefer, ¿qué haces? —Lyra frenó de golpe y trató de hacerme avanzar, pero les pedí a ambas que se tranquilizaran e hicieran lo mismo que yo.
Los enmascarados no tardaron en rodearnos. De forma suave me arrodillé en el suelo y coloqué mis manos detrás de mi cabeza en señal de paz, ellas hicieron lo mismo, aunque claramente estaban muy confundidas por mi actuar.
Uno de ellos se acercó empuñando al frente la lanza afilada, con la punta movió mi rostro de izquierda a derecha, y luego de emitir un extraño sonido finalmente retrocedió mientras exponía su rostro.
—¿Zefer? —era Ian.
Asentí. Él prácticamente se lanzó sobre mi cuerpo y me hizo caer de espaldas, un quejido agudo escapó de mis labios por culpa del dolor. Terminé palmoteando ligeramente su espalda para que se moviera a un lado. Rik, quien estaba un poco más atrás se acercó al igual que los demás. Me recibieron con alegría, aunque claro, la situación ahora no lo ameritaba.
—Perdón, es que hace tanto que no te veo —sonrió— ¿Qué te pasó?, ¿te dio por ser pirata o algo? —dijo a modo de burla, y todos menos Lyra, Elinor y yo rieron.
—Perdónalo —esta vez fue Rik quien me ayudó a ponerme de pie, luego hizo lo mismo con su pareja—, ya sabes como es.
—He venido buscando su ayuda —contesté seriamente, los dos se observaron.
—Seguro, ven, vamos a la aldea que traes una pinta espantosa —soltó Ian, Rik se vio obligado a darle un codazo de forma nada disimulada porque entendió que no andaba para bromas.
Al llegar al pueblo la gente que llegué a conocer durante los meses de mi estadía se acercó a darme la bienvenida, aunque claramente al notar que Clematis no venía conmigo, no pudieron evitar colocar una extraña mueca en su rostro.
—Pasemos a mi casa, deben tener hambre.
Ian, seguido de Rick nos guiaron a su domicilio, una vez dentro Elinor y Lyra se sentaron en las sillas del pequeño comedor que era a su vez la cocina. Rik les sirvió un tazón muy grande de avena junto con fruta y jugo de naranja, y las dos prácticamente se abalanzaron sobre esto. Hacía bastante tiempo que no probaban una comida decente.