C L E M A T I S
De pequeña la oscuridad siempre me había aterrado, es por eso que mi madre procuraba dejarme velas dentro del pequeño hogar donde vivía, pero conforme fui creciendo y conocí el mundo exterior, descubrí que había cosas que daban mucho más miedo.
A medida que daba un nuevo paso en dirección al palacio mis ojos no paraban de escurrir una lágrima tras otra, y pese a que trataba de calmarme a mi misma de la única forma que sabía, simplemente no pude hacerlo.
Hacía ya mucho tiempo que no me había sentido tan desolada como en este momento.
En cuanto llegué al palacio ya no había nadie despierto, esto me facilitó que pudiera encerrarme en mi habitación sin tener que dar algún tipo de explicación por culpa de mi aspecto.
Una vez dentro tomé el cuenco de agua que siempre había en mi tocador y lavé mi rostro, me quedé con las manos pegadas a la cara durante varios minutos ya que mis ojos ardían de una forma inexplicable. Me observé en el espejo y ni siquiera pude reconocerme en el reflejo.
Sin quererlo apoyé los codos sobre el cuenco que terminó cayendo, y al llegar al suelo, este terminó fragmentándose en muchos pedazos. Me agaché y poco a poco comencé a recoger los fragmentos, uno de ellos llamó particularmente mi atención por su tamaño. Vacilé momentáneamente y terminé apoyando el filo sobre mi muñeca, pero en cuanto la punta provocó que un pequeño hilo de sangre comenzara a escurrir ligeramente por mi brazo, tiré lejos el objeto y abracé mis piernas con fuerza mientras reprimía un grito.
Esto quizás era lo que más odiaba de todo. Este vació que se siente luego de la pérdida de alguien que amas, es simplemente desgarrador.
Pero no podía darme el lujo de ceder ante aquellos impulsos negativos y poner un punto final.
Cael nunca entendería porque habría decidido marcharme.
William no podría soportar que su pequeña hermana hubiera acabado consigo misma.
Los habitantes de Wyrfell, y todos los amigos que hice durante este tiempo, jamás entenderían porque habría decidido abandonarlos de esa forma. Y si realmente había algo más allá después de la muerte, nunca podría observar a mi madre, a mi amada Camelia, ni mucho menos a Zefer directamente a los ojos luego de haber decidido ponerle fin a mi vida.
Y aunque ahora lo que menos quería era estar cerca de Argon, sé que él se culparía por esa decisión fatal.
En cuanto me aseguré de que la herida había dejado de sangrar me recosté en mi cama y cerré los ojos, pero por segunda noche consecutiva me fue imposible conciliar el sueño.
Odiaba sentirme de esta manera, débil, vulnerable, rota.
Por la mañana Lisi, una de las muchachas que me ayudaba a dirigir la limpieza entró con un pequeño balde y una escobilla. Recogió los pedazos de los vidrios desperdigados por el suelo, y aunque claramente sabía que gracias a su sentido del olfato ella había percibido mi sangre en la habitación, no tocó el tema.
—Señorita —dijo antes de partir, yo, quien me encontraba en el tocador tratando de disimular mis ojos hinchados, la observé por el reflejo.
Ella se acercó con timidez hasta donde estaba, dejó las cosas a un lado y me dio un rápido abrazo mientras escondía su rostro. Su acción me tomó por sorpresa, pero agradecí enormemente el gesto ya que era justo lo que más me hacía falta en estos momentos.
El abrazo no duró demasiado, pero fue lo necesario como para que al menos durante ese día, pudiera reunirme con los demás para poder armar la defensa ya que el tiempo se nos acababa.
Al llegar al despacho los demás se encontraban allí, Argon traía una cara horrible, igual que yo, pero tratamos de sobrellevar las cosas como dos adultos, aunque claramente los demás sabían que algo había pasado, pero ninguno decía nada al respecto.
Llegó un punto de la reunión donde mi cuerpo ya no daba más. El cansancio que traía encima no me permitía concentrarme correctamente. Observé la esquina de uno de los mapas, y ahí me quedé colgada durante algunos minutos.
—Señorita Clematis.
Fue necesario que Luciu tocara uno de mis hombros para arrastrarme de nuevo a la realidad. Lo observé y una cansada sonrisa se esbozó en mis labios.
—Lo siento, no logré escucharte bien.
—Debería ir a descansar —me dijo con evidente preocupación—. Perdone que quizás suene irrespetuoso, pero no tiene una buena pinta.
—No tenemos tiempo para eso —le dije con calma, él frunció las cejas—. Tenemos las horas contadas, lo mejor que podemos hacer en este momento es terminar de afinar los detalles.
Antes de que pudiéramos continuar con la reunión el cuidador de vylas entró por la puerta, entre sus manos traía consigo un comunicado envuelto en un sobre de color negro.
Rey, al encontrase cerca de la puerta abrió el sobre con prisa, pero luego de que terminó de leer el gesto de su rostro se descolocó por completo. Extendió el sobre en dirección a Luciu y Lorke.
—Estamos solos —exclamó Lorke luego de que sujetara su cabeza con fuerza, Luciu, quien estaba a su lado giró su cuerpo en dirección a la pared—. En cuanto Giorgio ataque será nuestro fin.
—Todavía tenemos una línea de defensa —respondí.
—La defensa no será eterna —exclamó Lorke—. Lo que más necesitábamos ahora es a nuestros aliados.
—Tranquilos, podremos con esto —dije con seguridad— ¿Cómo van los preparativos? —les pregunté a los demás.
—Ya tenemos todo listo —Luciu se acercó al mapa y con una pluma comenzó a trazar los puntos específicos—. La zanja se encuentra llena de aceite y las lámparas están encendidas en todo el contorno del muro.
—¿Ordenaron la evacuación de los ciudadanos que viven cerca al punto crítico? —preguntó Argon.
—Sí, todos se encuentran en carpas provisionales en la plaza central.
—¿Sefiro también fue llevado al centro médico? —les pregunté, Argon se sobre encogió ligeramente luego de escucharme.