FRONTERA DEL MURO DE MY—TRENT
Desde que Giorgio había ordenado el cierre de fronte, My-Trent, al igual que las demás naciones que se mantenían bajo el mando de los Wolfgang, se habían vuelto fortalezas impenetrables. En un inicio, con la liberación de los grupos de rehenes, las cosas habían comenzado a desestabilizarse, pero los soldados, ya habiendo sido puestos en alerta acerca de la estrategia de La resistencia, redoblaron esfuerzas, dificultando de esta manera el rescate, e impidiendo que más miembros de unieran a la facción en contra de Giorgio.
Luego de haber planeado meticulosamente su estrategia, y con ayuda de Zefer, lograron encontrar un punto por donde podían ingresar sin levantar sospechas.
La noche era su fiel aliado, los vehículos provenientes de Demarrer avanzaron por las rutas desoladas y se acercaron lo suficiente a My-trent, tanto humanos, híbridos, como Hanouns venían con un solo objetivo, derrocar a Giorgio. Esta era la única oportunidad que tenían.
Todo o nada.
Elevaron los estandartes en cuanto estuvieron al pie de la colina, el vehículo donde iba Clematis estaba aguardando estratégicamente en una zona oscura del bosque, y tras una bengala lanzada al aire que tiñó la oscura noche de color rojo, comenzó el ataque.
—¡Lucharemos por la libertad! —gritó Rik, y los vehículos comenzaron a andar con rapidez al frente.
En cuanto llegaron al muro las pesadas puertas se abrieron dejando salir a los soldados, ellos corrían al frente, la facción de la resistencia comenzó a atacar. Los disparos iban y venían, las fechas encendidas no dejaban de llover desde el cielo.
Mientras escuchaban los gritos provenientes de ambos bandos, William encendió su vehículo y junto a Clematis y Zefer, comenzaron a poner en marcha el plan.
—¡Al lado sur del muro las piedras están salidas, es el único lugar por donde podremos entrar!—Zefer gritó por sobre la bulla para que pudieran escucharlo, William, quien se encontraba manejando asintió y fue en la dirección que se le indicó.
Al llegar al punto los tres se bajaron, Zefer arrancó gran parte de la vegetación que había allí y alguna de las piedras encimadas que había cedieron al no tener un soporte, los tres comenzaron a quitar los restos para que pudieran pasar, y una vez que el camino estuvo despejado, entraron.
—Iré primero —Zefer observó a sus acompañantes, ambos asintieron—. Si el camino está despejado comenzaré a silbar.
—De acuerdo —respondieron mientras se quedaban en silencio dentro del oscuro espacio.
Tras algunos minutos escucharon la señal, Clematis fue la siguiente en atravesar el pasaje y luego William llegó al otro lado. Una vez allí, los tres observaron la parte trasera del pueblo.
Ese ya no era su hogar. Por culpa de Giorgio My-trent lucía irreconocible.
—Zefer, ¿en que dirección está la torre de tortura? —preguntó ella mientras extendía un mapa en el suelo.
—Extremo noroeste —tras decir esto señaló un punto contrario a la aldea Hanoun y la humana.
—Solo espero Rier y Shikwa estén dentro… a salvo.
Luego de escucharla los tres apretaron los puños, era probable que Giorgio los hubiera mantenido ilesos, pero lo único que rogaban en ese punto era que se encontraran con vida.
—Bien, nos veremos luego, iré a rescatar a los demás aldeanos, deben tenerlos cerca, su aroma no está tan lejos de aquí —Clematis asintió, pero rápidamente abrazó a su hermano con fuerza antes de partir.
—No hagas nada arriesgado —le dijo—. Todavía tenemos muchas cosas de las que hablar…
William desordenó el cabello de la corta melena de su hermana y le sonrió, al ver que ellos se iban dirigió una mano a su pecho, cerró los ojos e introdujo una mano dentro de su bolsillo, del interior sacó un frasco que contenía un líquido de color azul y se bebió todo su contenido rápidamente. Luego, se tiró encima un frasco entero de la esencia que lo ayudaría a desvanecer su aroma.
Aguardó a que su respiración se tranquilizara, el latido de su corazón comenzó a regularse, y tan solo cuando estuvo seguro de que ya se encontraba bien, continuó.
Transitar los senderos oscuros era sencillo, tristemente había escapado tantas veces cuando era niño por esas calles que las conocía a la perfección y era imposible que los guardias lograran encontrarlo.
Al llegar a la primera cabaña vio que un soldado se acercaba, se escondió, sujetó un puñal entre sus manos, y cuando lo tuvo cerca lo tomó por el cuello obligándolo a ingresar a la cabaña.
—¿Dónde están? —le preguntó, aprisionando el frío metal sobre su cuello.
—E… en la pla… plaza central —dijo, y tras recibir la respuesta deslizó el frío metal sobre este, el guardia a penas logró emitir un sonido ahogado producto de la sangre.
Caminó con cautela en medio de las calles, y cuando estuvo cerca de la plaza central Hanoun, se topó con todos los rehenes puestos al centro. Contó los guardias que los custodiaban y en total eran unos veinte. Si quería ayudarlos necesitaba generar alejarlos lo más que podía.
Regresó hasta encontrar las cabañas de la aldea humana, apiló los leños de la entrada de las casa, y luego de eso mientras sujetaba un palo que estaba siendo consumido por el fuego, inició un incendio.
Debido a los materiales de construcción de las casas estas no tardaron en comenzar a ser consumidas, William corrió nuevamente hasta donde estaban los aldeanos y esperó paciente, para cuando vio la nube de humo emerger hacia el cielo fue acercándose cada vez un poco más hasta donde estaban los demás.
Los guardias, al percatarse del incendio corrieron dejando solo a cuatro de sus compañeros al cuidado de los rehenes, uno de los aldeanos, al darse cuenta de lo que estaba pasando miró en todas direcciones y finalmente se encontró con William, este colocando un dedo sobre sus labios le pidió que no hiciera bulla.