Extinción, la resistencia avanza.

CAPÍTULO XL: El retorno de la dama.

NACIÓN DE MY—TRENT

El carruaje corrió con fuerza todo el camino. los híbridos traían la espalda en carne viva al igual que la planta de sus pies. El cochero, que iba en la parte superior, los golpeaba con el látigo sin piedad alguna. Necesitaba llegar antes de que el muro fuera cerrado del todo, de lo contrario Giorgio era capaz de asesinarlo.

En cuanto llegó a My-Trent se dio cuenta había una inmensa cantidad de soldados aguardando en el frontis, ni siquiera con el gobierno de Madai se había visto tal despliegue de soldados resguardando los muros.

—¡Corran más rápido inútiles! —gritó con fiereza y los híbridos aceleraron mucho más el paso.

Cuando estuvo frente al portón pidió de inmediato ingresar, los soldados inmediatamente elevaron la pesada compuerta y la carrosa entró a toda prisa.

El paisaje era completamente diferente, no parecía la My-Trent que hasta hace menos de medio año estaba allí. Algunas casas de los aldeanos estaban destruidas y tenían un cartel de traidor pegado en la puerta, en la plaza, vio a los nobles reunidos, aguardando pacientes mientras veían como los demás pueblerinos eran severamente castigados.

Tras varios minutos finalmente logró ver el palacio a lo lejos, al llegar allí los soldados abrieron las rejas y el carruaje entró, uno de los guardias ingresó al palacio y Boriat prácticamente se deslizó con prisa hasta llegar al suelo para poder abrir la puerta. Sin embargo, antes de que lograra abrir la carroza las puertas se abrieron y un Giorgio bastante delgado, que aparentemente trataba de disimular su deplorable estado apareció y él se tuvo que hacer a un lado.

El pelinegro caminó los escalones con prisa. Se acomodó su cabello limpio hacia atrás y una vez que abrió la puerta, introdujo dentro su mano. Unos delicados dedos se estiraron al frente y poco a poco comenzó a descender del interior, Giorgio la observó embelesado, y ella aunque trataba de mostrarse fuerte, no podía evitar sentir miedo ya que acababa de llegar al lado de la persona de la que tanto le advirtieron.

Giorgio con sinceridad como nunca había hecho en muchísimo tiempo, y luego de invitar a que se sujetara de su cuerpo juntos se encaminaron al interior del palacio.

Lyra observaba todo con curiosidad, en lo que llevaba despierta jamás había logrado ver un palacio tan imponente como ese, pero ella no podía evitar sentir que había algo mal con ese lugar, una extraña energía la abrazaba y provocaba que su cuerpo temblara.

Cuando por fin ambos estuvieron dentro Giorgio se posicionó delante de ella, con una mano sujetó sus dedos nuevamente y realizó una suave caricia, mientras que con la otra, comenzó a acariciar su rostro con añoranza. Lyra lo observó perpleja, y muy confundida, si bien el sujeto parecía estar demacrado, no le parecía ser alguien malo, no era como ese Giorgio del que tanto Shikwa o Zefer le habían advertido, el hombre que tenía frente a ella simplemente se veía como alguien golpeado por la vida.

—Por fin... eres tú —exclamó él en voz queda mientras sonreía, sus ojos se aguaron de lágrimas mientras la acercaba contra su cuerpo—. No sabes... cuanto tiempo te he estado esperando...

Ella dejó que sus brazos lo rodearan y en cierta forma, correspondió ligeramente el abrazo. Giorgio al sentir como su cuerpo no lo apartaba no pudo evitar sonreír, y casi de forma inevitable, se permitió a si mismo embriagarse con la fragancia que solo Lyra, su Lyra poseía.

Por fin luego de varios minutos que se hicieron eternos Giorgio se separó de Lyra, ella se quedó quita observándolo y esbozó una pequeña sonrisa en su dirección, lo cual únicamente provocó que él sonriera todavía más. Sin embargo, su nerviosismo era evidente, durante todo el trayecto había buscado la forma de mentalizarse, pero ahora que estaba allí, no podía disimularlo.

—Ven, déjame mostrarte tu hogar… —le dijo él, extendiendo nuevamente su brazo en su dirección.

Lyra asintió y comenzó a transitar los pasillos, Giorgio le enseñó el comedor, la cocina, y algunos cuartos de la primera planta, pero ella se percató de que él deliberadamente evitó ir por una habitación que estaba cerrada, la cual poseía todavía cierto olor nauseabundo.

—No dejé que los sirvientes modificarían nada —exclamó y ella salió de su ensimismamiento para prestarle atención—. Desde tu partida aguardé paciente tu regreso, y quería que encontraras nuevamente todo tal y como lo dejaste.

—Gracias por eso —ella lo observó y le brindó otra sonrisa, aunque claramente no sabía a que se refería él.

—¿Te gusta? —preguntó con nerviosismo ella asintió.

—Todo es muy hermoso, Giorgio, me alegra regresar nuevamente a mi hogar.

Giorgio asintió sintiéndose complacido y luego la llevó hacia la parte superior para mostrarle todo lo demás, finalmente, él la guio hasta la que alguna vez fue su habitación.

El pequeño cuarto había sido limpiado prolijamente, cada objeto parecía estar encajado perfectamente en su lugar, y Lyra se dio cuenta del enorme esfuerzo que la preparación que él había realizado para su llegada.

Ella caminó apenas unos pasos al frente y sujetó el vestido costoso vestido que reposaba sobre la cama, Giorgio por su parte caminó hasta situarse detrás de ella, Lyra sintió como sus brazos la rodearon desde atrás, él finalmente detuvo su camino y situó su cabeza justo a la altura de su hombro.

—Todos estos años me hiciste mucha falta. No hubo ni un solo día donde no te extrañara —suspiró, y su cálido aliento provocó que ella se estremeciera—. Las cosas no fueron fáciles desde tu partida —tras decir esto, él la apegó más a su cuerpo—. No sabes cuan feliz me hace que finalmente volvieras a mi lado, mi amada Lyra.

—Estoy feliz de haber vuelto a tu lado, Giorgio —mintió, mientras acariciaba los nudillos que reposaban a la altura de su vientre.

Giorgio se quedó quieto sin saber como reaccionar, Lyra jamás se había acercado a él de esa forma, y el trato que esa Lyra tenía le gustaba demasiado, reafirmando de esa manera que lo mejor que pudo hacer fue acabar con el anterior problema para traer a alguien nuevo, que jamás lo iba a rechazar.




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