Limpié las heridas de Marissa en su cama. Rebeca le había hecho rasguños con sus uñas en el rostro y los brazos. Algunos tenían restos de esmalte.
—No sé si preocuparme por los golpes o porque tengas el poder de hacer que me ahorque a mí misma —balbuceó en voz baja y sin mirarme.
Después de la confrontación, les había confesado esa parte. La extraña obediencia de Rebeca no me había dejado otro momento para hacerlo. No parecían haberlo tomado muy bien.
—Ni siquiera sabemos si eso sea posible —murmuré en mi defensa y añadí dolida—; y sé que no me conoces pero yo jamás te haría algo así.
—¿Y a Rebeca? Tampoco la soportas y todos nos dió la impresión de que disfrutaste...
—No soy una asesina —interrumpí—. Yo no elegí esto ¿ok? Y tampoco sé que significa, pero sé que no les haré daño. Los protegeré en lo que me sea posible.
Para ser sincera, no sabía si mi promesa de protección abarcaba a Rebeca. Marissa curveó sus labios rosas en una sonrisa cerrada.
—Lo sé, tienes pinta de buena persona —comentó menos tensa—, solo es inevitable pensar esas cosas, ¿me entiendes? Aparte estoy golpeada y melancólica.
—Estarás bien —respondí cortante—, todos lo estaremos.
******
Apenas entré a mi cama escuché la solicitud para subir de Francia. Le confirmé y ella subió. Mi cama era grande y podía recostarse con comodidad a mi lado. Anteriormente ya me había visitado un par de veces, pero ahora no tenía ganas de verla.
—Fue bueno que detuvieras a Rebeca —concedió ella. Pensé que vendría un "pero" a continuación pero me equivé—. Esa mujer está loca.
—¿Vienes a decirme que estás aterrada de que te haga hacer algo que no quieres? —pregunté tajante.
Mi voz sonaba tan irritada como me sentía. Era injusto que me juzgaran por algo que no dependía de mí. Y lo hicieron, lo vi en los ojos de los chicos, en el rostro furioso de Rebeca y en las palabras de Marissa.
—No Maddie —respondió con una dulzura autentica, que me aceleró más el corazón y me provocó insipientes ganas de llorar—. Sé que debe ser impactante para ti también y que no sabes qué hacer con eso. Pero no eres una mala persona.
Nuevamente ese término. ¿Cuál es la diferencia entre lo bueno y lo malo?
—¿No me reprocharas que dio la impresión de que disfruté que Rebeca hiciera lo que yo quisiera?
—Yo creo que hay algo más detrás de eso —se limitó a responder con la mirada baja—. Cuando te fuiste creímos que habías muerto, fue muy feo; te deshiciste. Ella al principio se impresionó pero después y se burló de eso, se autonombró líder y dijo que ahora si haríamos bien las cosas y que el próximo que deseara jugar a los turistas podía tocar ese botón. Tú solo la obligaste a dejar a Marissa y pedirle una disculpa. No digo que ella sea la mala y tu la buena, pero de temerle a alguien primero a ella que a ti.
—Wow —exclamé aliviada. Su argumento tocó algo que me hizo sonreír. Sentí como toda la irritación se resbalaba de mi piel, dejándome ligera y hasta feliz— estás loquita, mira que tenerme tanta fé.
Sonreí con calidez para demostrar que bromeaba. Ella me imitó, lo que evidenció que había dejado de sonreír. Francia tenía una sonrisa en su rostro siempre. Me sentí triste por hacerla borrar esta alegría, aunque fuese por un momento.
—Sé tener fé en las personas correctas —se defendió encogiéndose de hombros con gracia y quitándole seriedad a la conversación.
—Gracias Francia. —Toque su brazo y la miré a los ojos— Siempre te portas como la mejor de las amigas. Haré todo lo posible por no te defraudarte.
—Si si, ¿Puedo dormir aquí? Es enorme. Por eso vine.
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A las seis de la mañana ya estaba despierta. Francia dormía a mi lado. Su cabello tapaba la mitad de su rostro y su boca estaba abierta. Aun así era linda.
Al bajar solíamos presionar un botón para disminuir la gravedad en cierto grado y descender con calma. En ese momento me deslicé a un costado procurando no despertar a mi compañera, pero por accidente resbalé y caí de la cama. De inmediato pensé en el aterrizaje y fue normal. Entonces descubrí que podías activar y desactivar la gravedad de la habitación algo así como de manera mental. Necesitaba practicarlo.
—¿Tener estilo es requisito para ser dirigente? —dijo Iker al verme bajar.
—Acabo de descubrirlo, manipular la gravedad con control mental —respondí todavía un poco espantada— Que madrugador.
—Ya sabes. El café entre más temprano se tome mejor —bromeó levantando la mano y figurando beber de una taza—, espero que al menos el vómito morado hoy sepa a café.
Reí. Iker se veía fresco y arreglado. Vestía un short semi formal a las rodillas y una playera suelta. Tenía un perfume agradable y su aliento era de menta. Tenía unos perfectos dientes claros sobre su piel morena.
—Iker, ¿has intentado pedirle a la cocina lo quieres?
—Entre mis contados defectos, no se me da bien hablar con aparatos —ironizó— ¿Quieres intentarlo?
—Si quiero. Un buen café para un buen día.
Extendí "la cocina" y pedí de forma mental que supiera a café. Luego presioné la forma semi-liquida y tragué. Sabía a sandía e hice una mueca. Odiaba la sandía.
—¿Olvidó ponerle azúcar? Cabronas máquinas ineficientes —se burló.
—Ay, cállate —dije siguiéndole el juego. Pronto borré mi sonrisa—. No fue una orden.
Él también se puso serio. Meditó un momento. Al verme insegura me hizo levantar la cara con sus dedos y me sonrió.
—No creo que funcioné así. Dilo otra vez, exactamente igual —pidió.
Respiré profundo.
—Ay cállate —repetí sin la misma naturalidad.
El guardó silencio por un momento pero después volvió a reír.
—No, no pasa nada —respondió. Me alegró el descubrimiento—; no se interpretó como orden porque jugabas. Necesitas ordenar directo y claro. Creo que entiende de órdenes en broma y órdenes directas.
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Editado: 31.08.2020