Ya habían pasado 6 días desde la última vez que salí. De vez en cuando Jan se comunicaba conmigo para mantenerme al tanto de pequeñas novedades e incitarme a verlo, pero negaba sus invitaciones. No tenía nada en contra de él, pero aún me sentía incómoda.
Opté por quedarme en la habitación con los demás, cuyos ánimos se habían elevado con el pasar de los días. Parecían estarse adaptando a las nuevas normas. Por otra parte también permanecía encerrada, para no dejarlos con la expectativa de que al salir podría ser asesinada y en consecuencia ellos también. Al menos durante el tiempo en el que asimilaban la idea.
Fue una decisión que tanto a mí como a ellos, nos pareció ayudar. Además pasaba horas nadando en el cilindro azul, en el que a falta de traje de baño me metía en ropa interior.
—¡Que pro! Aparte de líder, fitness —expresó Marissa con voz cantarina, al verme salir del cilindro. Tomé la bata que me esperaba afuera, para cubrirme. Marissa se veía de buen humor.
—El título no me da rendimiento físico —respondí, volteando los ojos— también necesito ejercitarme, soy tan humana como tú Maresita.
—Para nada, yo cada día te veo más verde —se burló—, venía a preguntarte, ¿tú crees que Iker y yo?... Ya sabes.
Me coloqué mis sandalias mientras la escuchaba y me dirigí a la cocina, como a 3 metros de Marissa. Solo estábamos nosotras 2 abajo.
Ella había estado tras Iker desde que llegamos ahí, era tan evidente como la conexión entre Alex y Francia. ¿Cómo yo seguía tan sola?
—¿Por qué me preguntas a mí?
—Porque eres omnipotente ¡dah! —exclamó con obviedad—, solo quiero saber si crees conveniente hablarle de amor tan pronto. Digo, por su ex prometida, esas cosas llevan tiempo.
Sonreí.
—Mari, sé que se siente atraído por ti, lo sentí cuando vi su mente, entre tanta tristeza estabas tú —respondí y puse un trozo sólido con sabor a sandía en mi boca, una vez que terminé proseguí—, sé que te quiere pero no sé qué piense al respecto. Cada humano es un misterio.
Ella se mordía el labio inferior, mientras se recargaba sobre la pared. Se veía muy guapa con su vestido azul puesto y su cabello dorado suelto. Pero lo que más le lucía era la emoción en su sonrisa.
—¿Por qué la repentina intención de hablarle de amor? —inquirí curiosa.
—¿No viste que tan juntitos andan Francia y Alex de un momento para acá? O sea el amor anda flotando y aquí encerrados rebota de una pared a otra. Y al menos a mí, ya me alcanzó.
En efecto, aquella pareja parecía haberse establecido desde aquella noche. Sin embargo, no había ningún anuncio oficial todavía. El amor había alcanzado a todos. Menos a mí.
—¿Te burlas de mi soltería?
Nos reímos.
—Un poco sí. ¡Vamos, eres la chida aquí y sola! Pero bueno, hay muchos dirigentes afuera que te esperan. Tal vez aquel Jan que tanto mencionabas. Ya deberías volver a verlo.
Guardé silencio. Era la primera vez que uno de ellos me incitaba a salir. Además, no les había contado nada de lo que había pasado con Jan. Eso sí era muy mío.
—Al que no he visto en toda la mañana es a Iker —cambié de tema y su sonrisa se extendió aún más—, debe estar dormido todavía. Ve y despierta a tu príncipe —parloteí compartiendo su emoción, pues si me gustaban como pareja.
—No duerme, a esta hora siempre ve pelis —negó coqueta.
—¡Lo tienes bien medido!
Ella me lanzó una mirada juguetona y retrocedió unos pasos, para poder ver la plataforma de la sala de películas. Ésta se encontraba desplegada, como gran parte de las demás, pues cuando aprendimos como dejarlas extendidas; así estaban casi todo el tiempo. Lo que por cierto, obstaculizaba gran parte de la visión.
Seguía sonriendo antes de llegar ahí, pero cuando llegó su rostro se oscureció. Sus labios se entreabrieron y sus ojos perdieron el brillo que tenían. Apuré mi pasó hacia ella y seguí la dirección de su mirada. En la plataforma se veía la silueta desnuda de una mujer cabalgando a alguien.
No había sonido, la sala lo aislaba. Pero parte de la escena si se alcanzaba a ver desde ese punto de la habitación. Rebeca volteó a vernos y sonrió extasiada, casi pude escucharla gemir. Sus grandes pechos se movían al son de ella y sus manos se encajaban en el pecho desnudo de Iker. Ella deseaba ser vista, porque esa plataforma si tenía la capacidad de oscurecerse e impedirlo.
Sentí la decepción escapar de la piel de Marissa y vi su tristeza manifestarse con un par de lágrimas. Ella se tragó su dolor y sin decir una sola palabra se marchó a su cama.
Me quedé sin habla.
La situación me sorprendió. Iker y Marissa eran cercanos, pero tal vez mientras Marissa buscaba darle espacio, Rebeca se hizo lugar en éste. No sabía cómo pensaba Iker, pero en ese momento tampoco tenía ganas de averiguarlo. Me sentí asqueada.
Quería hacer algo pero no me correspondía. Busqué a Francia y le dije lo que había pasado, ella era mejor candidata para consolar a Marissa que yo. Se le daba mejor.
Decidí salir, ya no tenía ganas de estar ahí.
Me vestí e hice lo correspondiente para llegar al pasillo. Apenas llegué vi a dos personas pasar frente a mí a tal velocidad que solo dintiguí los colores de su ropa, casi me atropellan. Una persona más salió del cubo justo al lado del mío. Era un hombre alto de piel oscura, le calculé los 30 años que máximo podía tener.
—Buenas tardes señorita —saludó con un asentó extraño. Respondí al saludo con un movimiento de cabeza—, ¿se dirige a la junta?
—¿La junta de quién? —cuestioné con expresión confundida.
—¿No lo sabe? Jan nos lo comunicó a todos. Encontraron a otro muerto, una mujer —dijo con calma y extendió su brazo— ¿vamos juntos?
Aturdida por las palabras y la situación, volví a quedar muda. Me limité a asentir y aceptar su invitación.
En unos segundos llegamos a la cúpula número 2. No solté su brazo de inmediato, por el repentino temor que me invadió al ver esa gran cantidad de personas, reunidas en un lugar tan pequeño. Sentí que me faltaba el aire. La cúpula estaba realmente llena y se escuchaba el sonido sonoro de diversas conversaciones.
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Editado: 31.08.2020