SKY
— ¿Qué te hiciste? —me pregunta por décima vez.
Niego. —No te diré, lo veras algún día.
Ella arruga la nariz. Hemos salido de la tienda de tatuajes y ahora estamos buscando un lugar para comer. Ambos nos tatuamos en los tobillos y dolió más de lo que pensé pero por ser algo pequeño, no duró mucho.
Tenemos apósitos como vendajes y Rey nos dio un folleto con indicaciones de cómo cuidarlos y limpiarnos por estos primos días aunque nos aseguró que por el tamaño no tendríamos mucho problema.
—Al menos podemos quitar algo en la lista, nos quedan nueve cosas, ¿no? Deberíamos escribirlas, ya no recuerdo las tuyas —afirmo—. Recuerdo el campamento y… ¿Qué más?
—Playa, una vacía para lo que se me ocurra, el tatuaje y… —entorna sus ojos—. No recuerdo, ¿eso de gritar en el edificio era tuyo o mío?
Sonrío. —Qué mala memoria tienes.
—Tu también —me dice.
La señalo. —Fue tu idea, Petal. No puedo creer que no sepas las cosas que quieres hacer antes de morir.
Rueda los ojos. —Lo pensé hasta que me preguntaste.
—Ya sé a dónde vamos a comer —afirmo—. Aquí está ese hotel, ¿no? El King’s Palace, luego subimos a la azotea.
—No creo que nos dejen —me advierte.
—Mira Petal, te daré una pieza de mi conocimiento, ¿sí? Tú tienes que ir por ello.
Petal suelta una carcajada sarcástica. — ¿Eso es algo de tu conocimiento?
—Mira, en la Biblia dice “pide y recibirás” —digo—. Yo vivo de esa forma, yo voy y pido algo. Si no lo recibo no pasa nada, no pierdo nada porque nunca lo tuve pero si lo obtengo, estoy ganando algo, ¿no es genial?
—Entonces, ¿vamos a pedir que nos dejen subir?
Me conduzco en dirección a ese hotel. —Pedir… puede que no necesariamente, vamos a ver qué tan lejos llegamos.
— ¿Nos arrestarán? Eso no estaba en los planes —afirma.
Me encojo de hombros. —Tú confía en mí, Petal White. Vamos a gritar en ese edificio y no nos arrestarán, lo prometo.
—No prometas cosas que no puedes cumplir —advierte.
Mientras entro al sótano del hotel le digo: —El secreto es entrar como si tuviéramos derecho a hacerlo, no dudar, ¿bien?
Solo escucho que exhala. —Tal vez estar aquí no es una buena idea.
Resoplo. —Demasiado tarde, tenemos los tatuajes ahora vamos por lo demás —aunque debo admitir que no estoy seguro si vamos a poder subir hasta la azotea.
Supongo que hay cámaras, seguridad y empleados por todos lados pero quiero intentarlo. Hacer este tipo de cosas me hace sentir como si fuera un adolescente otra vez.
—Deberíamos comer primero y así planeamos mientras tanto como subir —sugiere y eso me hace sonreír, me alegra que no esté cancelando el plan.
—Claro —apago el motor y quito las llaves, giro la argolla del llavero en mi dedo—. Ahora de la acción.
Entramos por un área donde hay algunas mesas frente a sofás de cuero, el lugar es amplio y hay jarrones con flores por todos lados. La música jazz de fondo y las personas ocupadas con sus libros, computadoras o periódicos no nos voltean a ver cuando entramos.
Vemos el rotulo del restaurante, aquí pueden venir personas de afuera a comer tanto como los huéspedes. Veo que hay una promoción de 2x1, eso es conveniente para nosotros.
A penas nos acercamos al salón para el restaurante y el olor a comida sazonada con ajo llega a mi nariz. La mayoría de las mesas redondas cubiertas con manteles blancos y flores de pascua en el centro están vacías. Al fondo hay un piano pero nadie lo está tocando ahora.
Nos sentamos justo al centro y Petal sube su mirada para ver todas las luces navideñas colgando en el techo. Están encendidas a pesar que entra luz solar por las ventanas del fondo.
Luego que alguien viniera a tomar nuestro pedido ambos fuimos a lavarnos las manos. Unos diez minutos después nos trajeron una sopa de hongos, medio sándwich de pavo con un aderezo italiano y vegetales salteados. Ambos pedimos Coca Cola con hielo para tomar.
—Entonces, ¿Cuál es el plan? —le pregunto.
Ella se inclina hacia adelante y baja la voz. —creo que deberíamos intentar subir por las escaleras de emergencia, será más fácil que el elevador.
Tomo mi tenedor y lo clavo en una zanahoria. —Son veintiséis pisos, ¿no? ¿Estás segura?
—No pero es lo mejor que se me ocurre —admite. Prueba la sopa y asiente—. Me gusta.
Yo también la pruebo, está deliciosa. —Y nos salió barato, es una buena señal, las cosas irán bien.
Rueda los ojos —Es solo una sopa.
Niego con mi dedo. —Algunas culturas creen que puedes ver el futuro en las aguas —inclino un poco el tazón con la sopa—. Yo veo éxito en nuestras decisiones.
Muerde su sándwich, mastica y traga. — ¿De qué es tu tatuaje?
Muerdo mi sándwich también. —No te diré.
—Como quieras —bebe un poco de soda.
—Esta comida corre por mi cuenta —le aviso—. Tú me invitaras a algo mañana.
Entorna sus ojos. — ¿Quieres hacer algo mañana, también?
¿Acaso no se ha dado cuenta que me gusta pasar tiempo a su lado? —Claro que sí, y el sábado, seré tu cita navideña.
Baja el rostro pero noto sus mejillas rosadas.