Ellis le cortó la disculpa. Lo sostuvo de los antebrazos a la vez que lo hacía ponerse de pie a su lado y decía:
—Está bien. Levántate.
A su vez, la bruja se acercó al caldero y retiró una buena cantidad de líquido que vertió en un cuenco, caminó hacia su mecedora y se sentó allí para beberlo. En tanto veía a la mujer moverse en la casa, Ellis se mantuvo alerta con la mano en la empuñadura de la espada. Ante cualquier movimiento sospechoso por parte de la bruja pensaba rebanarle la garganta sin dejarla explicar, para suerte de la mujer, Fray estaba allí para apaciguar los modos bruscos del hombre.
La bruja bebió el líquido en silencio y cuando lo acabó lo depositó sobre la mesa a su lado y miró al par ante ella.
—¿Qué desean como pago?
—Irnos —dijo Ellis con rapidez y recibió una mirada recriminatoria de Fray.
—Algo para subsistir lejos del control del reino… —Fue lo que dijo Fray.
—Ahhh… ¿Son nómades?
—Algo así. Somos libres.
—Ahhh… Bien. Ya veo. Acércame mi varita, apuesto joven —dijo la bruja mirando a Ellis, que la observó con antipatía. Fray tan solo sonrió. Ellis gruñó y se movió para alcanzarle el objeto.
Una vez que lo tuvo en sus manos, la bruja dijo unas palabras en otro lenguaje y comenzó a mover la varita en círculos, su voz fue en aumento a medida que repetía el extraño hechizo. Hasta que en un momento, se escuchó el relincho de Ganímedes. Ambos corrieron afuera para presenciar el instante en el que el caballo se encogía y se formaba en un pequeño mono. Los ojos de Ellis no daban cuenta de lo que veían, Fray volvió a reírse con diversión y detuvo al hombre cuando regresó sobre sus pasos con la espada desenvainada con la intención de asesinar a la bruja que había transformado a su adorado caballo.
—Ellis, Ellis, Ellis… Déjala que explique, es ayuda. Es su modo de pagarnos. Creo…
—No —dijo Ellis e hizo a Fray a un lado. Continuó caminando. En tanto, el pequeño mono que era Ganímedes corrió hacia su amo.
Cuando Ellis entró a la casa de la bruja, la espada fue quitada de su mano y absorbida por un portal, que la hizo desaparecer.
—Joven, convertí a su caballo en un animal mágico, todo está bien porque es reversible… —Ellis no oyó razones y se cernió sobre la bruja. Fray y Ganímedes llegaron a él. Fray tiró del cuerpo del hombre hacia atrás, mientras que Ganímedes se posó en el hombro de Ellis y comenzó a hacerle arrumacos en su mejilla intentando calmarlo y transmitirle confianza en los métodos de la bruja. Ellis cedió ante el par y se retiró hacia atrás, se sentó en una silla frente a la bruja aguardando por las explicaciones pertinentes.
—Este ser ya poseía magia en sí, ya que son nómades, o algo parecido como dicen ustedes, puede serles de ayuda en sus travesías, mantener un caballo es costoso… sé bien eso…
—¿Cómo se revierte? —dijo Ellis sin dejar de observarla ante cualquier movimiento peligroso que la bruja hiciera.
—Con unas palabras… —dijo y miró a Fray— Alcánzame una pluma y un pergamino —Señaló luego una mesa que funcionaba de escritorio.
Fray corrió hasta allí y se detuvo ante la mesa desordenada en donde una variedad de elementos y hierbas descansaban; morteros, cuchillos y cucharillas, en frascos de vidrio había insectos revoloteando en busca de liberarse.
—¡Fray! —Lo llamó Ellis ante la demora del muchacho, que se había detenido a observar esos insectos.
—Voy —Sostuvo la pluma y el recipiente con la tinta y también un trozo de pergamino que encontró allí, se acercó a la bruja—. Escríbalo aquí.
Luego de que la bruja escribió la frase, Ellis leyó el papel y lo memorizó rápidamente.
—Nos vamos —dijo él poniéndose de pie y sostuvo la mano de Fray.
—Sí. Sí, nos vamos. Sigo preocupado por Félix…
La bruja volvió a quejarse de dolor de cadera y se puso de pie en tanto Fray y Ellis salían por la puerta. Salían de la casa de la bruja cuando vieron a Félix acercarse por el camino de la colina.
—¿Qué ocurrió? —dijo al ver los cuerpos de los Oestinos en el suelo.
Fray ignoró la pregunta haciendo otra: —¿A dónde fuiste, Félix?
—Ahh… A conocer a Lui.
—No pierdes el tiempo —dijo Fray sonriendo ante la mirada ilusionada de su amigo—. ¿Qué dijo?
—Que debía irse…
—¿A dónde?
—No dijo… tan solo abrió un portal y desapareció.
—Típico de él —dijo la bruja que los había estado observando desde el umbral—. Regresa la próxima temporada. Lui vendrá. Está obligado a venir.
—¡Vendré! —dijo Félix ahora entusiasmado. Y pensó: «Una temporada son tres meses. No es demasiado para esperar. Vendré y podré verlo de nuevo y hablaremos y le pediré que me enseñe su magia».
***
Con Ganímedes en su forma original, los tres reanudaron el viaje y recorrieron otras aldeas mientras perfeccionaban sus presentaciones.