Al día siguiente, Valeria despertó muy temprano para revisar los mensajes de Obed. Al entrar al perfil, se llevó una grata sorpresa al ver que tenía cinco mensajes en espera de respuesta. En cada mensaje, él le deseaba un excelente día y le recordaba lo mucho que le gustaba platicar con ella. La conexión entre los dos parecía crecer cada vez más. Sin quererlo, Valeria se estaba olvidando del principal objetivo del perfil: descubrir si Rafael era infiel. No es que fuera intencional, pero realmente se encontraba encantada con Obed y sus conversaciones.
Obed 7:58
He visto que te gustan los gatos. Yo tengo dos: uno se llama Pepito y el otro se llama Bola de Pelos.
Sofía 7:59
Son los nombres más hermosos que he escuchado, y no es sarcasmo. También tengo una gatita de un año que se llama...
Obed 7:59
¿Cómo se llama?
Sofía 8:10
Se llama Obeja. Es una gatita blanca, y lo más curioso de ella es que tiene los ojos de color azul.
Obed 8:11
¿En serio? Muero por verla.
Sofía 8:12
Espero que algún día te la pueda presentar en vivo.
Obed 8:12
¿Puedes enviarme una foto? Quiero verla.
Valeria entró en shock en este punto de la conversación; no sabía qué hacer. Se había inventado una mascota inexistente y ahora tenía que encontrar una gata blanca con ojos azules. Navegó por todo internet y encontró prospectos perfectos, pero las fotos se veían super profesionales; claramente no serían creíbles. Pasó mucho tiempo pegada al teléfono buscando alguna foto hasta que se percató de que el reloj marcaba las ocho y media de la mañana. La hora del trabajo se acercaba, y aún se encontraba recostada en su cama con la pijama puesta y el cabello desarreglado.
—¡Maldición! Solo tengo media hora para arreglarme —gritó desesperada.
Tan rápido como pudo, hizo toda su rutina mañanera y salió corriendo. Sin darse cuenta, no le había respondido a Obed y dejó la conversación a medias.
Al llegar a la heladería, se sintió más tranquila y retomó la búsqueda de aquella gata. Valeria estaba de suerte, ya que las ventas de helado eran bajas y, por lo tanto, no tendría tantas interrupciones a lo largo del día. Decidió cambiar de motor de búsqueda y ahora se movilizó a las redes sociales; debía encontrar alguna persona que tuviera una gata con las mismas características. Después de navegar en los hashtags por varios minutos, entró al perfil de una señora argentina. De milagro, tenía una foto publicada en su muro de una gata con el pelaje esponjoso y lo más importante, se observaban esos perfectos ojos azules.
No dudó en enviar la foto a Obed, sin antes disculparse por no responder después de varias horas.
Valeria se encontraba tranquila, sentada sobre un banco, esperando a que aquel chico le respondiera el mensaje. De repente, a lo lejos, logró reconocer una silueta familiar que se acercaba al negocio. Era Romina, quien irradiaba felicidad al caminar.
—¿Qué haces aquí? —gritó Valeria.
—Vine por un helado.
—¿Solo por eso?
—También porque quiero decirte algo, pero primero quiero mi helado.
—Déjame adivinar, quieres un helado sabor fresa combinado con chocolate y lo quieres en barquillo. ¿Es correcto? —dijo Valeria, totalmente confiada.
—Correcto. Ni parece que somos mejores amigas —respondió sonriente.
—Ya tienes tu helado. Dime, ¿qué me querías decir?
—Bueno, en primer lugar, te agradezco por haber creado el perfil falso de Sofía. De verdad, demostraste lo mucho que me apoyas, y lo valoro mucho.
—Continúa.
—Pero... Necesito que lo elimines. Ya no quiero continuar con el plan —sentenció Romina.
—¿Es en serio? ¿A qué se debe ese cambio tan repentino?
—Mi relación con Rafael ha mejorado bastante. Todos los días me visita, ahora sí contesta mis mensajes y me regala hermosos osos de peluche. Es todo lo que había soñado —dijo Romina mientras suspiraba.
Valeria por un momento, se quedó sin palabras, ya que recordó a Obed. Si eliminaba el perfil, significaba el fin de aquella relación que apenas comenzaba a florecer.
—¿Qué pasa, Valeria? Te noto muy pensativa. ¿Acaso no te da gusto que mi relación haya mejorado? —peguntó Romina.
—Por supuesto que me alegra. Son buenas noticas, solo que...
—¿Qué sucede? ¿Rafael no ha aceptado la solicitud? ¿Verdad? —inquirió Romina asustada. Su rostro reflejó inquietud.
—No, no es eso. Tranquila.
—¿Entonces?
—Nada, Romina. Hoy por la noche eliminaré el perfil —respondió Valeria.
—Gracias. Eres la mejor amiga, te quiero mucho —dijo Romina mientras se abalanzaba hacia Valeria—. Me tengo que ir porque se me hace tarde. Iré a comer con Rafael.
—Que se diviertan —murmuró Valeria.
Valeria estaba desconcertada; no esperaba que la ilusión de aquel perfil se terminara tan pronto. Con esa identidad falsa podía expresar todo lo que le gustaba sin temor a las críticas o al rechazo. Se sentía a gusto platicando a Obed. Era el primer chico que no le había pedido fotos íntimas en los primeros mensajes; al contrario, estaba interesado en conocerla más a fondo. Con él, podía platicar su día a día sin preocuparse de aburrirlo o cansarlo. Aunque habían pasado pocos días, la comunicación entre los dos era intensa. A decir verdad, Valeria se estaba encariñando de él y quizá cupido la había flechado.
Se encontraba pensativa sobre la repisa de los helados cuando, de sorpresa, su teléfono empezó a vibrar. Era señal de que un nuevo mensaje había llegado. Valeria, ilusionada, imaginaba que Obed ya había visto la foto de aquella gata, pero no fue así. De hecho, fue algo mucho peor. El mensaje que había recibido era de Rafael, el novio de Romina.