Abrió los ojos, seguía envuelta entre sus sábanas, el rostro de Ronald se desvanecía mientras su cerebro despertaba. Las sirenas no se desvanecieron. Tal vez al principio creyó que era algún vestigio inmarcesible y remanente del sueño, pero los destellos azules y rojos que se colaban por los bordes de la cortina decían otra cosa. Miró el reloj, faltaba cerca de media hora para el amanecer. Las sirenas se fueron callando y dejaron de eclipsar los desgarradores gritos femeninos, no eran tan agudos como para ser de Alyssa, eran de una señora. La madre de Alyssa. A Annie se le heló el corazón, a tientas buscó su celular pero éste fue a dar en el suelo. Al recogerlo pudo ver que Alyssa la había estado llamando unas veinticinco veces, quince de ellas fueron entre los primeros treinta minutos de las tres de la madrugada. Corrió hacia la ventana, algunos oficiales acordonaban la zona mientras otros intentaban tranquilizar a la desconsolada madre que gritaba, pataleaba y se echaba en el jardín sin importarle manchar el albornoz con el césped.
Annie llamó a Lauren sintiendo que el corazón se le iba a salir de la boca. Ésta tardó un rato en contestar, pero a Annie los nervios ya le retorcían hasta las pestañas.
—¿Annie? —la voz somnolienta y cansada confirmaba que había sido arrancada del sueño a la fuerza.
—¡Lauren! —gritó—, ¡algo le pasó a Alyssa!
—¿Qué?, habla más despacio, no te...
—¡Que algo le pasó Alyssa! —gritaba tan fuerte que Lauren tuvo que apartar el teléfono de su oreja para no lastimarse.
—¿Cómo que algo le pasó?
—La policía está afuera de la casa —empezó a sollozar mientras iba de un lado a otro, impotente, sin saber qué hacer—, su mamá está gritando en la calle.
—¿Ya intentaste llamarla?
—El celular está apagado, ella me estuvo llamando toda la noche pero yo estaba dormida.
—¿Crees que fue el tipo que la andaba acosando? —el miedo súbito las invadió a ambas, aunque Annie ya estaba recuperando la respiración—. Tenemos que hablar con la policía. Hablaré con los demás para informarles lo que está pasando, Annie, pero tienes que tranquilizarte. Intenta conseguir más datos, debemos saber qué pasó.
Cuando colgó fue directamente a su armario, sacó una chaqueta, las llaves y se dispuso a hablar con los policías. En la puerta principal ya estaba su madre, mirando de reojo a través de la mirilla de la puerta. Los ruidos también la habían despertado.
—Cariño, vuelve a la cama —le dijo ella, la incertidumbre la estaba matando.
—Ahí vive Alyssa —las lágrimas ya le habían empapado toda la cara al no tener una manga consoladora para secárselas.
—¿Crees que fue otro oso? —se llevó una mano al pecho y otra a la frente. ¿Sería momento de contarle lo que estaba pasando?
—Mamá...
—No, no me prestes atención. Esperemos que haya sido sólo un accidente doméstico y ya —los gritos de la madre de Alyssa habían vuelto a intensificarse junto con el presentimiento de que algo andaba muy mal en este pueblo—. Vuelve a la cama, preguntaré en el hospital qué ha pasado.
Cuando Annie se dio la vuelta vio que la lámina que cubría la puerta sin pomo ya no estaba, ni siquiera reposaba en el piso, simplemente se había ido. Katty también lo había notado, pero su ya agotada cordura prefería simplemente ignorar lo que pasaba a su alrededor.
Las patrullas no se marcharon de allí, ni siquiera cuando salió el sol y algunos vecinos se quedaban mirando las cintas amarillas que reservaban el lugar para los peritos que ni siquiera habían llegado. El rumor no tardó en extenderse, todos hablaban de lo mismo, en el colegio circulaban los rumores más extraños y retorcidos que uno pueda llegarse a imaginar.
—Tienes que contarnos más —insistió Jim durante el duro interrogatorio al que sometían a Annie en la entrada del colegio antes de que empezaran las clases.
—Ya se los dije todo —mintió—, yo le dije que se quedara a dormir en mi casa y ella no quiso.
—¿Y anoche vieron de nuevo al tipo?
—Sí, bueno, no..., no sé, no sé. Estaba oscuro. Ella revisó toda la casa y dijo que no había nadie ni dentro ni fuera. No sé nada más.
—¿Viste la luna anoche? —le preguntó Ronald a Jim, él asintió.
—Sí, sí la vi —suspiró—. No quiero ser fatalista, pero creo que está pasando.
—¿Que está pasando qué? —inquirió Lauren sin entender nada—, ¿lo de Mary Malcott?
—Son muchas coincidencias, Lauren —prosiguió Jim—, primero la desaparición y luego la luna amarilla...
—No me digan que realmente creen en esas estupideces.
—Pues no sé hasta qué punto son estupideces, pero toda leyenda tiene algo de cierto.
—Aquí lo único cierto es que algo le sucedió a Alyssa, no vino hoy, la policía acordonó su casa y había un loco acosándola toda la semana. Quizá Annie tenga razón, es tiempo de ir a la policía.
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Editado: 26.07.2018