Lo que quedaba de camino decidí callar y mirar por la ventanilla. Estaba agotada, y lo único que quería era dormir por días.
No sabía dónde estaba el lugar pero se me estaba haciendo eterno. Cuanto más pasaba en el coche, más aumentaba el miedo, los nervios iban a acabar en cualquier momento conmigo.
Si Luca reaccionó de la manera que lo hizo ¿Cómo actuarán los demás al ver mis notorios hematomas? Seguro y pensarán que soy patética. Además, sé que ahora Luca no dice nada ¿pero qué pasará cuando quiera seguir indagando? Ya no soporto más los gritos, pero sobre todo, ¿qué pasará si me rechazan en aquel lugar? ¿O si soy yo la que no puede adaptarse?
El silencio daba paso a mis pensamientos y mis pensamientos no ayudaban nada para relajarme. Me estaba agobiando mucho.
Cuando despejo la mente de tanta negatividad, me concentro en mirar nuevamente por la ventanilla, y entonces pude apreciar que a lo lejos se veían dos casas, una al lado de la otra, por lo que supuse que ya estábamos.
Observo su entorno y el lugar estaba totalmente despejado, la ciudad se veía a una distancia considerable pero nada más se encontraba a su alrededor. Me gusta donde estaba situados, lejos del alboroto de la ciudad pero cerca para poder hacer las compras y de más.
A los pocos minutos veo como Luca estaciona su coche en la entrada su una de las casa.
— Espérame aquí, vuelvo enseguida —dijo mientras salía del auto, sin darme siquiera la oportunidad de hablar.
Indignada me crucé de brazos, mientras miraba a mi alrededor. Luca no podía dejarme aquí e irse, estaba nerviosa y no quería estar sola.
Finalmente decido bajarme del auto para tomar un poco de aire, en lo que Luca volvía. El lugar realmente era precioso, acogedor y trasmitía buena vibra… solo espero que la gente de aquí sean igual que Luca.
Estar alejada de la humanidad es lo que necesito en estos momentos. En la ciudad tenía que ocultarme siempre bajo el maquillaje, solo para que nadie notara lo que pasaba. Quisiera no volver a taparme, pero la verdad es que tampoco me gustaría que la gente de aquí me molestasen con sus miradas o palabras.
Me estoy estresando y juro que si Luca no aparece de una maldita vez acabaré volviéndome loca.
Empiezo a andar de un lado a otro sujetándome del cabello, los pensamientos negativos no paraban de torturarme, intento no hacerle caso a mi cabeza pero ¿Cómo demonios se hace eso? ¿Cómo se hace para no pensar en algo que no quieres? Porque lo intento, juro que lo hago, pero... no puedo y eso me provoca ansiedad.
— ¿Quién eres tú? — una voz gruesa tras de mí, hace que sobresalte del susto. —Escucha niña, te hice una pregunta asique responde rápido o lárgate — volvió a hablar el tipo, de una forma muy maleducada. Seguía dándole la espalda, evitando mostrar mi rostro, pero de igual forma intenté hablar.
— No eres el único que vive aquí… — dije en un tono más bajo de lo que quería.
— ¿Cómo dices nena? — preguntó él. — ¡Vamos, habla más alto! — insistió mientras alzaba su voz, logrando que mi enojo saliera a flote.
— Digo que cuando seas el único que viva en este lugar entonces protesta, échame y todo lo que te dé la maldita gana, pero hasta entonces te jodes y me respetas — dije, sorprendentemente, en un tono elevado.
No sé en qué momento acabé girando y quedando frente a… cuatro tíos enormes y corpulentos. Eran bastante intimidantes y musculoso, y llevaban la misma chupa que Luca.
Uno en especial, el que se encontraba a unos pasos por delante del resto, llamó más mi atención. Vestía todo de negro, su cabello era largo y estaba recogido en un moño, tenía una barba algo descuidada y sus ojos... su mirada... era tan penetrante.
Me quedó muy valiente decir todo lo que dije, e intentaba mantener una postura recta para que no sea tan evidente lo acojonada que estaba, pero la molestia de su rostro me hacía querer correr y huir de este lugar. Luca vuelve ya…
Al lado de este intimidante tipo se encontraban otros dos, que evidentemente se estaban aguantaban las ganas de reír, y no sabía por qué. Había otro más que no podía descifrar su mirada, estaba cruzado de brazos mirando la situación, con unas gafas de sol que ocultaban cualquier tipo de expresión.
Al cabo de unos segundos, lo cuatro se encontraban rodeándome mientras me observaban como si fuera su presa. Un incómodo silencio había reinado entre nosotros, pero de repente uno de ellos rompió nuestro silencio, soltando algo que me heló.
— ¿Por qué mierda estás llena de moratones? — preguntó el chico de las gafas, logrando que mi respiración se cortara.
Miré a la persona que preguntó y pude apreciar que su ceño estaba fruncido. Giré en dirección a los otros dos tipos, los que antes parecían divertirse con la situación, y también se encontraban mirándome bastante serios, escaneándome de arriba abajo. En sus miradas vi lo que tanto odiaba, lastima… ello también me tenían lastima.
Me sentía como un payaso de circo al cual el público no paraba de mirar y señalar. Lo peor de todo es que no quería derramar ni una lágrima delante de ellos, pero realmente se me estaba haciendo muy difícil, solo quería salir corriendo y esconderme en el agujero más oscuro.