Al otro día desperté a eso de las cinco de la mañana gracias a mi despertador. Se suponía que debía estar en el estudio a las siete y treinta, pero todo el que me conoce sabe que necesito despertar con dos horas de anticipación; una para asimilar que estoy viva mientras miro al infinito y la otra para alistarme.
Justo ahora estoy haciendo lo primero mientras la pequeña Hera lame mi pie con afán.
Creo que tiene hambre.
Me levanto casi desmayada y me encamino hacia la planta baja de la casa en busca de Sharon, a quien encuentro en la cocina bailando al son de una canción latina muy movida.
— ¡Mueve ese trasero, chica! —Exclamo riendo un poco ida. La latina lograba alegrarnos en todo momento, más que una empleada, es parte de la familia.
Sharon se voltea con una sonrisa sin dejar de bailar. —Vaya, ¿acaso desperté en una dimensión alterna o este es un milagro? Comenzaré a dejarle velitas a la virgen a partir de ahora. —Comenta soltando una risita. Lleva un mechón de su cabello oscuro detrás de su oreja y sonríe. —Creí que después de que tu padre te pusiera tantos peros te arrepentirías.
Hago una mueca. —El contrato ya está firmado, Shar, no hay vuelta atrás.
Lo cierto es que la morena tenía razón al pensar así. Papá durante la cena de anoche siguió sacando excusas estúpidas para hacer que me arrepintiera a pesar de que ya tenía el contrato entre sus manos.
Incluso llamó a mamá en busca de apoyo, pero esta simplemente le dijo que yo ya tengo suficiente edad para esto y que si decidía no renovar contrato sería bienvenida de vuelta en casa.
Mil excusas después y tras una larga charla sobre estudiar con tutores y presentar mis exámenes legalmente, papá comprendió que no había nada que hacer y aceptó mi decisión, comentándome que empezaría hoy a primera hora y me presentaría como la asistente de Lev en el estudio frente a una parte de su equipo.
—Bien, pues necesitarás estar con todas las energías para rendir al máximo este día. —Habla Sharon, vertiendo un poco de mezcla para panquecas en la sartén. Me acerco a ella y entierro un dedo en la mezcla, para luego llevarlo a mi boca huyendo del manotazo que me azota. —Ojalá te de diarrea crónica por lambucia.
—Sigo sin saber qué significa eso.
—Sigo sin querer decírtelo. —Se encoge de hombros y ríe. —Vete a bañar, apestas a saliva vieja.
Suelto una carcajada ante sus palabras y ya con menos pereza en el cuerpo, tras pedirle comida para Hera y para mí, subo de nuevo a bañarme.
Tras estar lista y luego de desayunar y haberle dado a Hera la comida que Sharon le preparó bajo de nuevo con mi celular en mano, revisando instagram. Miro por la esquina la hora y suspiro, sintiendo los nervios apoderarse de mí.
7:00 a.m.
—Hora de salir... —Susurro para mí misma, dirigiéndome al despacho de papá, donde lleva media hora encerrado haciendo quien-sabe-que según la morena. Toco la puerta y tras el "pase" abro esta, encontrándolo parado junto al escritorio metiendo un par de papeles en su folder. Meto mi teléfono en el bolso que cuelga de mi hombro y hablo: —Buenos días.
Papá voltea y me mira de pies a cabeza antes de volver a sus papeles de nuevo.
—Buen día, Amesty. Saldremos en unos minutos. —Asiento y me recuesto contra el umbral de la puerta. —Aún puedes arrepentirte, lo sabes, ¿no?
Suspiro pesadamente. No va a desistir.
—Lo sé. Y tú también sabes que no lo haré, ¿no? —Papá se detiene unos segundos y asiente.
Acaba de arreglar sus cosas y tras verificar que nada le falta camina hacia mí, en dirección a la salida.
—Lo sé, cariño. Sólo... es difícil dejarte ir. Trata de comprenderme. —Pide, rodeando mis hombros con su brazo.
Comenzamos a caminar y me impulso para darle un beso en la mejilla, dejando mi labial rojo levemente marcado.
—Lo hago, pero tú debes hacer lo mismo conmigo. —Ambos salimos de la casa y cerramos la puerta detrás de nosotros.
Rato después, papá está aparcando el auto en el estacionamiento de D&A Récords y ambos nos preparamos para bajar, pero antes de que pueda hacerlo, toma mi mano y me hace mirarlo, encontrando una sonrisa ladeada decorando su rostro.
—Quiero que sepas que estoy muy orgulloso de ti. —Comienza, haciéndome sonreír. —Y también que siempre estaré para ti en todo momento, en cada paso, cada tropiezo y cada logro en tu vida. Para siempre, hija, estaré contigo toda mi vida. ¿Correcto? —Asiento con lágrimas en los ojos y me atrae hacia él, envolviéndome en un fuerte abrazo que correspondo soltando un par de lágrimas. —Te quiero, Amesty.
—También yo, papá. —Nos separamos luego de unos segundos y él me tiende un pañuelo azul, con el cual seco las lágrimas que no sé porque solté.
Me maldigo por ser llorona.
Aunque tiene sus ventajas.
Papá toma el folder y me mira con una sonrisa amplia, para luego guiñarme un ojo y abrir la puerta del auto.
—Ahora vamos ahí y demuestra que ser joven no es impedimento para destacarte en cualquier cosa que hagas. Demuestra ser digna hija de Frederik Chairmann. —Pone su mano frente a mí y la choco, sintiendo una corriente de adrenalina cruzar mi cuerpo.
—Oh sí. —Susurro abriendo la puerta y bajando del auto sintiéndome capaz de dominar el mundo si así lo quiero.
Escucho mis zapatos resonar contra el asfalto del estacionamiento y luego por los pasillos del edificio a medida que voy caminando a la par de mi padre, con mirada altiva y actitud poderosa.
Por dentro parezco un maldito chihuahua.
¡Ya sáquenme de aquí!
¡Me arrepiento, me arrepiento!
No puedo.
Voy a morir, esa gente va a comerme viva y...
Me doy una cachetada mental, tratando de tragarme el miedo cuando las puertas del elevador se abren y un par de hombres con traje salen de este sin prestarnos la más mínima atención.
Entro a este seguida de mi padre y en el espejo veo mi reflejo asustado, pero una idea cruza mi mente y, en cuanto papá presiona el botón y las puertas metálicas se cierran lentamente, saco el teléfono de mi bolso abriendo la cámara después de desbloquearlo y tomando el brazo de papá, quien al comprender mis intenciones ríe, parándose a mi lado.