Scarlett.
El clima en Forks seguía igual, lloviendo poco y luego de repente una lluvia fuerte, el frio ni lo sentía a decir verdad, pero aun así para no enfermarme complací a mi madre tomando un abrigo.
La ruta estaba algo resbaladiza, así que mi velocidad no era mucha, pero a decir verdad no me creía capaz de tener un accidente. Como ya tenia memorizado el camino a la casa de los Clearwater, no me perdí en absoluto.
Esta vez si tomé un paraguas antes de salir de casa, aunque la lluvia era escasa, no quería que mi ropa se humedeciera. La casa de los Clearwater estaba bastante agradable, al pasar Sue me agradeció que estuviera allí, pos me di cuenta que ella ya sabia el motivo de mi visita inesperada, aún así me disculpé con ellos luego de saludarlos.
—Lo siento mucho señores Clearwater, sé que no debí venir sin avisar, pero supuse que si esperaba más me sería muy tarde y no quería molestarlos más de lo que ya lo haría. — estaba muy avergonzada; nah que voy a estar avergonzada, simplemente no quería parecer mal educada, ya tenia ganas de subir escaleras arriba y traer a Leah de los pelos aquí; bueno aunque lo digiera en broma realmente sentía muchísimas ganas de ayudarla a superar toda esta situación
No tenia idea de como pero si que tenia ganas...
—No te preocupes querida, siempre eres bienvenida cuando quieras.—me aseguró Sue con una sonrisa reconfortante. Al mirar sobre su hombro pude ver la mirada de Harry, este me estudiaba de una forma indescriptible, realmente se parecía a su mirada de la primera vez que lo vi, cuando se dio cuanta que lo miraba sonrió tranquilamente.—Bueno, será mejor que Seth vaya a llamar a Leah, aunque las veces anteriores no terminó muy bien.—tras decir esto, Seth salió en busca de su hermana escaleras arriba, pero lo único que recibió y todos lo escuchamos fue un claro:
—VETE SETH O TE PROMETO QUE TE GOLPEARÉ.— su voz ya no sonaba tranquila como la última vez que la oí hace un par de días atrás, sino que se oía ronca y seca, me sorprendió lo dura que se dirigió a su hermano pequeño.
Seth bajó las escaleras segundos después con la cabeza gacha y una mirada que interprete como dolida y triste.
Me apresuré a llegar a su lado y clocar una mano en su hombro hundido;
—No te pongas triste Seth, veré que puedo hacer.— busqué a Sue con la mirada, pidiéndole permiso para subir, y ella asintió también se veía decaída.
—Gracias, Scarlett.— fue lo último que oí antes de perderme por las escaleras.
Su casa no era muy grande, pero tenia un tamaño adecuado para su familia, se veía iluminada y cómoda; todo lo que una casa hogareña debería tener. No me costó mucho encontrar el cuarto de lea pues el sonido de ella sorbiendo sus mocos era lo único que se oía en todo el piso superior y sin más golpee la puesta con mis nudillos. Esperé que abriera pero no se molestó en preguntar quien era así que simplemente esperé pacientemente parada allí.
Cuando mi paciencia se agotó, golpee repetidas veces hasta que en una escuche perfectamente los pasos de alguien del otro lado y si no fuera que estaba atenta podría haber gritado de la impresión.
—SETH! te he dicho que te golpea...— pero se quedó a mitad de la frase cuando me vio a mi en el umbral de su puerta. Su cabello estaba alborotado, sus ojos rojos e hinchados de tanto llorar, hasta su nariz estaba teñida de rojo intenso. Esa imagen hizo que mi corazón se encogiera y mis ganas de golpear al imbécil se incrementaron un cien por ciento.
Me miró fijamente y luego suspiró como si se rindiera ante mi presencia, sus ojos se cristalizaron y sin decir nada, nos abrazamos; ella llorando y yo consolándola, aún abrazadas la acompañé a la cama donde nos sentamos y lloró más fuerte mientras acariciaba su cabello tratando de peinarlo y de darle un poco de paz.
Su habitación era como ella, algo desordenada y bastante seria aunque tenia un toque infantil, cosa que adoré; paredes pintadas de colores neutros y algunos posters de, lo que supongo son, sus bandas favoritas de música.
Luego de estar abrazadas aproximadamente unos veinte minutos, su llanto cesó.
—Yo... lo siento...— tartamudeó Leah estaba apenada, pero sin más le di una sonrisa tranquilizadora, por lo que sus dudas disiparon de su rostro y se vio mas calma.
—¿Qué...qué... haces aquí?—preguntó confundida aun hipando un poco mientras se trataba de secar las lagrimas; en silencio le sequé sus lagrimas con el dorso de la mano.
—Bueno en realidad no lo sé.— sinceré sin saber bien que decir.—Pero si quieres el consejo de una amiga... ese tal Sam Uley es un imbécil.— le dije segura de mis palabras. Ella se rió y me emocionó el hecho de que tal vez iba por buen camino.
—Ya veo que te has enterado, mi madre no sabe cuando mantener la boca cerrada.— resopló conteniendo sus pensamientos.
—Ella solo está preocupada, y ese entendible, todos lo estamos.— ella me miró fijamente unos segundos.
—Gracias...— un poco incómoda me habló— por estar aquí, incluso sin saber mucho de mi y aún después de como te hablé la vez pasada.— sus mejillas se enrojecieron, estaba apenada.
—Siempre que necesites Leah.—le dije sincera mirándola a los ojos, la atraje a mi y le di un abrazo reconfortante. Se sintió cálido, supuse que esto era lo que se sentía cuando te abrazas con una amiga, pero simplemente no lo sabía pues yo y las amigas nunca fuimos compatible, hasta ahora.
Luego de un rato en silencio, se me ocurrió la maravillosa idea de sacar a Leah a distraerse.
—Leah.—la llamé, ella me miró y de di cuenta de que sus ojos aun estaban bastantes hinchados pero al menos estaban menos rojos. —¿Quieres salir a distraerte o algo? e traído mi coche—pregunte con cautela, se lo pensó unos buenos segundo, y supe que se iba a negar; pero habló sorprendiéndome:
—Está bien.—accedió.—Pero no mucho rato.— al menos accedió salir, ya es un avance increíble.