fascinación

Maximiliano se descubre

Faltando sólo la materia de las dos últimas horas de clase, el profesor de esa cátedra no pudo asistir por lo que el alumnado se marcharía del recinto universitario. Como ya era habitual, la pareja se dirigió al auto y una vez que abandonaron el lugar, Maximiliano le propuso ir a un sitio muy acogedor que estaba en el trayecto, a tomar un refrigerio. Era temprano por lo que Charlotte pensó que no tendría nada de malo entrar un rato antes de seguir hasta su hogar.

Una vez dentro del local, subieron al segundo nivel desde donde se apreciaba una estupenda vista de la ciudad; el sitio estaba desierto. Se incorporaron a una mesa y pidieron sus bebidas respectivas.

-Le sienta muy bien ese tono bronceado a tu tez, te favorece y te resalta el color miel de tus ojos.

- ¿Estuviste bronceándote en la alberca del hotel con tu hermana y su amigo?

Charlotte acusó el halago; sonrió en silencio y pensó que por primera vez la piropeaba, algo extraño en él.

-Estuvimos durante el week end paseando en la playa con unos amigos.

El mozo trajo el pedido y se retiró a los bajos. Repentinamente, Maximiliano tomó a Charlotte, la sentó en sus piernas ante la mirada sorprendida de la joven. Ella quería, pero al mismo tiempo temía, la emoción la embargaba. Cuando aquellos labios se posaron en los suyos, una oleada de algo nunca sentido la invadió, sensaciones muy fuertes, una mezcla de vergüenza, rubor y una gran turbación, sentía como que le faltaba el aire, el corazón parecía que se le iba a saltar del pecho. En cuanto pudo al fin reaccionar, tomó fuerzas, se incorporó abruptamente de las piernas de Maximiliano y se sentó en su sitio.

-Qué pasó?  preguntó él.

-En todo este tiempo, nunca hasta ahora me has planteado que sea tu novia, de pronto, me abordas así respondió la joven

-Pero noté que a ti no te molestó, todo lo contrario.

-No me parece la manera apropiada, dijo ella.

Charlotte había sido formada bajo la premisa que la única riqueza de una joven es su virtud, había que cuidarla hasta el día del matrimonio.

Pensó en su padre y en los esfuerzos que éste hacía para proporcionarle estudios superiores a su prole para que tuvieran una vida mejor en el futuro, con menos carencias y mayores comodidades.

-Mejor nos vamos ya, debo regresar a casa.

Maximiliano llamó al mozo, le pidió la cuenta, la canceló y se marcharon.

Durante todo el camino hubo un gran silencio de ambas partes, cada uno sumido en sus propias reflexiones internas.




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