fascinación

La conquista de Raquel

Jean Paul llamó a Raquel; para invitarla al club de equitación.

-Lo siento, pero te voy a hacer quedar mal, porque nunca he practicado ese deporte.

-Entonces vayamos al club de tiro.

-Jamás he tocado un arma en la vida.

-Hummmm… y bailas?

-Eso sí, soy una buena danzarina.

Concertaron la hora y muy puntualmente la pasó recogiendo. Llegaron a un sitio muy exclusivo donde había una pequeña boîte.

Se ubicaron a la orilla de la pista, esperando el servicio que trajo el mozo.

Una vez ambientados, le pidió ir a la pista.

En medio de tanta penumbra, nadie sabrá si soy o no buen bailarín.

Los dos rieron de esa ocurrencia.

Bailaron un buen rato hasta que él pidió regresar a la mesa.

Durante el receso de la música, intervino un show man con múltiples anécdotas tan graciosas que no dejaron de reír en su presentación.

-Muy bueno, aplaudía todo el público.

Al final de la noche tomaron un plus café antes de retirarse.

Llevó a Raquel hasta el hogar de sus padres; se bajó a acompañarla hasta la entrada.

-He pasado una espléndida noche contigo; hace mucho tiempo que no me divertía tanto.

Ella le dio las gracias por la invitación y se despidieron con un abrazo y un beso en la mejilla.

Al llegar a su habitación, llamó a Charlotte para contarle.

- ¿Qué pasó? ¿Tuviste otro accidente?   

-Al contrario, estoy feliz, feliz como una perdiz.

-Por qué me llamas a esta hora tan tarde? Mañana tengo que levantarme temprano.

-Tengo que contarte todo, no puedo esperar hasta mañana.

Con lujo de detalles narró los pormenores de su cita.

-Y cómo baila? ¿Se puso romántico?

Raquel le contestó que era un hombre respetuoso.

-Ya entendí, te respetó demasiado y se echó a reír.




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