fascinación

La odisea

Cameron llamó a Niccole para participar su proyecto de aventura y para que fueran juntas a comprar lo de la lista.

Niccole estaba que no cabía en sí de gozo, relatándole que había ligado a Francisco y lo bien que la estaban pasando luego de sincerar sus sentimientos.

Cameron le escuchaba el entusiasmo con que relataba sus emociones de principiante en el amor.

Ella nunca había tenido un romance, por el momento sólo quería comprar de prisa lo que le correspondía de la lista para el ascenso a la montaña: alimentos que ocuparan poco espacio en la mochila, barras de cereales, chocolate, frutos secos, bebidas energéticas, pedernal, linterna; Cristopher tenía navaja, botiquín de primeros auxilios, cuerdas, pistola de bengala, silbato, yesca, etc.

 

-La excursión es por un sólo día o van por varios meses, preguntó Niccole con sorna. 

Cameron sonriente, le dijo: “hay que estar prevenido”

El día del ascenso, Cameron vistió pantalón y camisa manga larga, calzó sus botas de media caña, cómodas de suela anti-resbalante. Recogió su larga melena, la trenzó y enrolló en un moño para que no le estorbara ni se enredara en su travesía por el bosque.

Iniciaron el ascenso, apreciando lo hermoso de la vegetación y los animalillos que huían a su paso; de pronto se escuchó como el rugido de un animal; se asustaron y echaron a correr, temiendo que se tratara de un animal salvaje. Estuvieron corriendo sin rumbo fijo para alejarse lo más posible del peligro. Cuando se detuvieron, cayeron en cuenta del error cometido, habían avanzado a una zona desconocida y se habían salido de lo que parecía ser un camino formado por los asiduos visitantes a esa montaña.

Cameron empezó a temer lo peor.

-Creo que hemos perdido el rumbo, esta vegetación se ve muy espesa.

-Por qué no tocas el silbato, tal vez haya alguien carca de aquí y pueda auxiliarnos.

-Ya a esta hora puede ser contraproducente, no sea que haya algún animal y llamemos su atención hacia nosotros, mejor cuando oscurezca, lanzaré una bengala con la pistola de señales.

Sentía temor, pero no lo exteriorizaba para no complicar más la situación por la que estaban atravesando.

Intentaron orientarse para regresar al sendero que habían perdido por la carrera, pero todos los intentos eran inútiles. Entonces decidieron buscar algo que les sirviera de refugio para pasar la noche, pues su llegada era inminente y tendrían que pernoctar en la montaña.

Por fortuna, cerca del sitio donde se detuvieron se oía una caída de agua que bajaba hasta formar una pequeña poza y luego seguía descendiendo a través de la montaña.

Llenaron las cantimploras y les añadieron pastillas para potabilizarlas.

Procedieron a recoger piedras, Cameron alzaba las más livianas; también tomaron ramas de árboles secos para encender una hoguera y recogieron helechos.

Después de colocar las lajas de piedra de modo que fuera lo más horizontal posible, las cubrieron con mucho helecho a fin de que se sintiera algo mullida.

Tenían que apresurarse antes que llegara la noche y quedaran en la más absoluta oscuridad.

Luego de terminar de armar el improvisado lecho, se dedicaron al almacenamiento organizado de las ramas y troncos secos para mantener el fuego encendido durante toda la noche.

Cristopher disparó una luz de bengala con la pistola, para indicar el lugar donde se encontraban; luego procedió a encender la fogata iniciando con las ramitas más pequeñas, reservando las de mayor tamaño para cuando llegara la madrugada que es cuando desciende la temperatura al nivel más bajo en la montaña.

Se acostaron ambos en el mismo lecho de tal modo que se calentaran mutuamente; su sueño de esa noche no fue continuo, a pesar del cansancio, se interrumpió múltiples veces debido a la situación estresante por la que estaban atravesando.

Cameron pensaba: “la primera vez que paso una noche en el mismo lecho con un hombre y va a ser realmente inolvidable” y bajo esa circunstancia, aún tenía humor para reírse internamente.

Cristopher se incorporaba continuamente y atizaba el fuego metiéndole más leña cuando era necesario. 

Al fin amaneció; Cristopher pensó que lo mejor que podían hacer era descender el cerro siguiendo la guía de la caída de agua. Así lo hicieron hasta llegar a la parte plana, de vegetación más despejada y alcanzaron ubicar el sendero principal por el que habían iniciado el ascenso el día anterior.

Cameron estaba tan alegre al llegar a ese sendero, que se lanzó a los brazos de Cristopher espontáneamente. Él la abrazó a su vez y se sintió enternecido y también estremecido.

- ¿Cuándo regresamos? Preguntó Cristopher.

-Cuando me pase el trauma y ambos lanzaron una carcajada.

La acompañó hasta el piso y ella le invitó a entrar.

-Si quieres tomar una ducha antes de irte a tu casa, puedes hacerlo; entretanto, preparo unos sándwiches y un té.

- ¿No te molesta?

-Después de lo que pasamos anoche, creo que habrá pocas cosas que me molesten estando en tierra plana.




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