La indecisión de Natalia

Nuevamente, los compañeros de labores de Natalia fueron a la disco a celebrar un cumpleaños; por supuesto, le correspondió Octavio como pareja para bailar; ya estaba acostumbrándose a esto.

Sentía algo por él, pero no era ni remotamente el sentimiento que una vez despertó en ella Vincenzo. Octavio le pidió que ligaran; en vista de que todos los del grupo tenían siempre una pareja fija, decidió intentar a ver si podía sustituir en su corazón al eterno enamorado de su recién cuasi concluida adolescencia. Pero se sentía insegura de sus verdaderos sentimientos por él, era una mezcla de ilusión por formar una familia, tener un hogar propio, porque en el suyo estaban ocurriendo cosas.

Su madre rompió relaciones con su padre; se vio forzado a abandonar el hogar, dejando a todos los miembros con una sensación de desamparo, a pesar de tener una edad casi adulta, Natalia sintió la inseguridad por no tener el apoyo de su padre debido a su abandono, y pensó que lo mejor que podía hacer era aceptar lo que Octavio le venía proponiendo desde hacía algún tiempo.

-Terminaré casándome con Octavio, aunque no estoy segura de amarlo.

- ¿Cómo puedo ayudarte? Yo sí que estoy enamorada hasta los tuétanos de Deveraux, me atrae mucho, pero yo lo siento, cuando se me acerca casi no puedo contenerme.

-No me siento así con Octavio, pero es muy buena persona y sé que me quiere bien.

- ¿No crees que el amor pasional pueda nacer después?

-No lo sé, fue lo que obtuvo como respuesta de Charlotte.

Lo que ocurría en el hogar de los padres de Natalia era que su padre, que hasta ahora había tenido sus aventuras extramaritales, fue descubierto por su esposa. Carmenza era muy orgullosa y se sintió herida en su amor propio por el exhibicionismo público al que la había sometido su esposo.

-En sucesivas oportunidades, le he pedido que, por favor, tome sus cosas y se largue con la moza de turno; no quiero que venga más a manchar mi hogar con su presencia; al menos tenga un poco de respeto por mí que he sido su esposa ante Dios y ante los hombres durante tantos años y también respeto por sus hijos que ya están enterados de lo que usted está haciendo con esa moza.

 El político trataba de llevar la fiesta en paz; no le respondía nada a Carmenza, cuando llegaba se mudaba la ropa de calle por la de dormir, se acostaba en la cama que compartía con ella y se mantenía en silencio, sin discutir.

Carmenza se quedaba desarmada, hablando sola sin interlocutor y con la ira de una fiera herida, pero herida en su orgullo, en su autoestima, sintiendo la vergüenza y la humillación de no haber sabido tal vez, como mujer, satisfacer al hombre padre de sus hijos.

-Toda la provincia debe saber lo que usted me hace, sale temprano de éste mi hogar, se va al trabajo y cuando termina su jornada laboral, en lugar de regresar donde están su esposa e hijos, como Dios manda, se va a los brazos de otra, hasta que se hace muy tarde para luego regresar con la ropa impregnada por el olor de otra mujer.

-Esto no me parece justo ni para usted, ni para esa cualquiera ni para nosotros.

En vista de que el tiempo transcurría con la misma penosa situación para Carmenza, esperó pacientemente y un día se decidió a seguirlo para saber el lugar donde su esposo compartía un lecho entre otros brazos.

Ella sintió un gran dolor, cuando desde lejos comprobó que se trataba de una mujer más joven y muy bien presentada. Regresó al hogar y durante un buen tiempo permaneció en silencio, ya no reclamó más nada al marido, mientras en su interior maquinaba lo que debía hacer para terminar con el conflicto.

Un día, cuando él salió, tomó todas sus pertenencias, las embaló, llamó a un taxista; colocaron todo lo empacado en el coche y le indicó la dirección a donde se dirigía. Una vez que llegaron, el taxista le ayudó a bajar todo el equipaje y Carmenza le indicó que llamara a la puerta y sin esperar que le abrieran se regresara al taxi; en efecto, así lo hizo y ella regresó a su domicilio.