Fauve-114

III. Los grandes planes suelen irse al traste.

Zameer y sus élites salieron del túnel, avanzando con cautela por los pasillos del Ra. Tuvieron la suerte de que su abordaje coincidiera con la reunión en el comedor, por lo que no se toparon con casi ningún marine durante el trayecto. Llegando a la puerta de la sala de mando, los élites comenzaron a discutir en voz baja mientras Zameer analizaba cuántas personas había dentro y qué estaban haciendo: en el brazalete izquierdo de su armadura llevaba una pequeña pantalla holográfica desplegable con múltiples funciones, entre ellas era servir de sensor de movimiento y rastreo de unidades, tanto amigas como enemigas. Ocultándose en un túnel de mantenimiento cercano a la puerta se dedicó a observar patrones de movimiento del personal, y en especial la actividad del capitán.

 

Fuera del túnel, los sangheilis de Zameer seguían con su discusión.

 

—¿Quién entrará ahí? —susurró Neerai.

—El Maestro decidirá eso —le espetó Errid, el de mayor edad del grupo.

—Ya lo sé, hermano —se defendió Neerai —, pero me refiero a ¿quién entrará ahí sin ser descubierto? Claramente el plan no es irrumpir, sino entrar y salir con absoluta presteza y sigilo. Quiero decir, que aquel que entre al puente tendrá que osar llegar hasta donde el capitán, extraer a la IA frente a sus narices y luego salir sin chocar con ningún humano o ser descubierto por el sistema de seguridad.

—Si el sistema de seguridad representara un peligro para nosotros, ya estaríamos muertos —opinó Zet muy serio.

—Buen punto —admitió Neerai, pensativo.

—Nuestro camuflaje nos permite pasar desapercibidos ante todos sus sensores, nos lo explicó el Maestro al otorgamos nuestras armaduras. Y, por si tenías la duda, podemos vernos entre nosotros con el camuflaje activo porque las lentes especiales que mandó instalar el Maestro a nuestros cascos nos lo permiten —explicó Zet.

—¿Acaso no pusiste atención? Es poco digno de tu parte. Pensé que venías de familia respetable —inquirió Veyro.

—No es del todo mi culpa —se quejó Neerai —. Aquella ocasión yo solo estaba viendo mi armadura sin prestar atención a mayores detalles, es la primera vez que uso una y resulta emocionante portarla en tan magnífica aventura.

—Y tal vez sea la última —Soorak estalló en risas ahogadas junto a sus compañeros como críos de ocho años (excepto Neerai quien parecía molesto), que al instante fueron silenciados por Zameer quien enojado se aproximó hasta ellos y les hizo callar.

—¿Acaso no les da vergüenza? —les reprendió Zameer evitando alzar la voz —Soorak, deja de mofarte de Neerai, alguna vez te tocó ser el novato del grupo. Errid, tienes casi mi edad y estás a punto de ganarte un puesto más alto en mi nave, y sigues comportándote como una cría. Deberías ser capaz de controlar a este puñado de necios. Yo no soy tan mayor o tan sabio como los demás zealots del Pacto, pero sé ostentar con honor mi cargo. No les prohíbo ser jóvenes y experimentar durante su trabajo, sólo sean responsables durante las misiones que se nos encomiendan. ¿Han comprendido, hermanos?

—Sí Maestro —respondieron a coro los jóvenes sangheilis, apenados.

—Ahora, ustedes esperarán aquí mientras entro a la sala de mando y capturo a la IA. Vigilen la entrada y eviten a los soldados enemigos a toda costa, nadie está enterado de nuestra presencia aquí y así deben seguir —Zameer dio media vuelta para entrar a la sala cuando de forma brusca se detuvo y regresó hasta donde estaba Neerai con la sensación de que olvidaba algo importante, como quien deja abierta la puerta de su casa —. Neerai, dime que activaste el camuflaje de la nave antes de abandonar el hangar.

 

El aludido se limitó a abrir desmesuradamente los ojos al recordar aquello tan importante que le habían encargado al desembarcar. Zameer, al ver su expresión, sintió que sus dos corazones se detenían y que el aire comenzaba a escasearle, mientras los otros cuatro se contenían para no vociferar en los oídos de Neerai.

 

—Zet, tu eres el más veloz de los cinco. Debes llegar a nuestra nave y activar los escudos de camuflaje antes de que alguien repare en nuestra presencia —le ordenó Zameer casi con desesperación —. De ti depende que nuestra estadía en este crucero dure lo que estaba previsto. Sigue los túneles, te llevarán hasta la zona de lanzaderas o al menos lo más lejos posible sin que te vean. Nos encontraremos aquí.

—A sus órdenes Maestro —Zet se inclinó ligeramente frente a Zameer antes de dirigirse al hangar a paso rápido. Todos le profesaban tal respeto y admiración en la Imminent Darkness que solo ante él se inclinaban.

 

Una vez que Zet hubo partido, Zameer volvió a observar la pantalla de su brazalete para saber qué hacía en esos momentos el personal de mando. Veyro, Errid y Soorak continuaron charlando tranquilamente, pero Neerai temblaba de pies a cabeza. Temeroso, se acercó lentamente a Zameer y le llamó con voz casi inaudible.

 

—Maestro, lo lamento, no era mi intención —Neerai habló nerviosamente debido al miedo que sentía. Antes de formar parte de las filas de Zameer le habían contado sobre los castigos que imponían los zealots a sus tropas cuando cometían un error, castigos tan crueles que preferiría estar muerto antes que terminar la tortura y seguir viviendo, y al no saber cómo actuaba su superior no pudo evitar entrar en pánico.

—¿Qué te sucede, Neerai? —Zameer estaba más bien divertido por la actitud de su nuevo recluta —Parece que has visto un fantasma.

—No soy un traidor, Maestro, no lo hice con intención de sabotear su plan... Si lo considera pertinente usted podría...

—Lo sé perfectamente Neerai —le tranquilizó Zameer colocando una mano en el hombro del tembloroso sangheili —. Ven aquí un momento —le pidió entrando de nuevo al túnel —. Hace tiempo, cuando recién recibí mi arnés de combate, mi primera misión fue junto a Thel'Vadamee, quien ahora es el Inquisidor. Antes de descender de la nave de abordaje comencé a temblar de nerviosismo, y yo tenía mi rifle de plasma en las manos a la espera de mi primer combate. Pero temblaba tanto que sin intención disparé el rifle y el disparo rebotó un par de veces en las paredes de la nave. Finalmente el disparo le dio a un camarada justo en el casco, por suerte el escudo de energía evitó que le hiciera daño. ¡Ja! Recuerdo muy bien que el mismo Vadamee me dijo: "Lo más importante no es saber disparar, sino a quién le disparas. Pero creo que un arma en tus manos es un peligro para todos nosotros". El Inquisidor comenzó a reír junto a todos en la nave y yo apenas podía procesar que no me habían cortado el cuello por casi haber matado a otro sangheili —Zameer rió quedo, al recordar todo aquello como si hubiera sucedido el día anterior. Luego, volteó a mirar a Neerai quien atento escuchaba su relato un poco más tranquilo pero desconcertado, pues no sabía si aun recibiría un castigo —. Neerai, alguna vez yo fui el novato y sé lo que se siente cometer errores, el disparo accidental ha sido el menor de los míos. Uno de los peores ha sido adherirme accidentalmente a mí mismo una granada estando junto a Kega, más tarde les contaré eso, apuesto a que los demás igual querrán oírlo. El punto es que nadie está exento de equivocarse, ni siquiera los Profetas. No me consideres un desertor por hablar así pero es la verdad. Por más sabiduría que adquieras, la vida te pondrá un reto aún más difícil y posiblemente falles en el intento. No te preocupes, aun estás aprendiendo, eres nuevo en esto y sé que te es difícil seguirnos el ritmo, pero los castigos no ayudan a formarnos, lo que nos forma es caer y levantarnos sin importar cuántas veces nos suceda. Eso lo aprendí de Vadamee, que en mi primera misión sorprendentemente me perdonó aquel fallo, y a quien admiro como a un héroe.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.