Dina se había quedado de pie en silencio frente al escritorio. Estaba recordando. Con la mirada perdida en la nada vio pasar ante sus ojos miles de imágenes, como una película de lo que había vivido antes de su largo sueño. Las imágenes eran tan vívidas como si estuviera en el instante en que sucedieron. Había mucha nostalgia de por medio. Una marea de sentimientos nubló su mente y su juicio, estaba abrumada, estoica como siempre pero sintiendo que se ahogaba por dentro. Nadie preparó a los spartans para lidiar con sus emociones, nunca les dijeron que está mal retener los miedos y el enojo, jamás se les enseñó a buscar ayuda porque los hicieron creerse invencibles. Cuando su única debilidad residía en ellos mismos.
—Siempre lo admiré —murmuró Dina más para sí misma que para Saira. Por primera vez estaba dando rienda suelta a todo lo que pensaba sobre su vida a manos del ejército, de una manera muy peligrosa, porque un caudal que comienza a fluir ya no se detiene —. Siempre quise ser como él, ahora lo recuerdo. Él era el líder que yo estaba dispuesta a seguir hasta el fin de los tiempos. Él fue mi modelo a seguir. Fue un héroe para todos nosotros, para mí... “El favorito de la doc”, como solía decirle, porque siempre fue el favorito de Halsey y se notaba a leguas. Me recuerdo a mí jugando con él y otros chicos a Rey de la Colina cuando no nos estaban vigilando. Y que años más tarde durante la insurrección compartimos varias misiones peligrosas, pero siempre volvíamos a salvo. También me encantaba observarlo durante las sesiones de entrenamiento, las suyas, claro, porque rara vez me dejaban entrenar con alguien más; era el más fuerte de todos, el más atrevido y astuto, tenía una manera única de hacer las cosas, era su estilo el que lo hacía destacar. Pero después de Reach no volví a verlo. De vez en cuando al centro de adoctrinamiento en Diana IV nos llegaban rumores de sus victorias y proezas, en cada rincón se oía hablar de él. Siempre fue el rayo de luz entre las tinieblas. Fue quien me impulsó a creer que aún nos quedaba un futuro por salvar, a seguir cuando creía desfallecer de dolor o de miedo pero ahora ya... ya no está él, ya no está mi esperanza y yo... ya no sé ni en qué pensar.
Saira cerró la pantalla del vídeo, y en su lugar desplegó un mapa de toda la base. Habló mustia, cual si el silencio fuera frágil cristal y sus palabras un martillo.
—El capitán Sullivan quiere que revise el resto de la academia antes de partir —Saira intentaba hacer que Dina olvidara lo que acababa de ver. Era intentar borrar el óleo del lienzo usando una espátula, hacía más daño.
—El Jefe Maestro desapareció —repitió la spartan mirando la mesa, como si siguiera viendo a lord Hood seguir hablando. Habló en voz alta para convencerse a sí misma, no podía, ¡era imposible! ¿Qué hacer?
—Sargento...
—No soy la persona indicada para tomar su lugar —levantó la vista y miró a Saira con preocupación, pero lo que en realidad sentía era miedo, y un vacío insondable —. Creo que nadie lo es. Es una total falta de respeto que alguien quiera apropiarse de lo que fue suyo. Mi expediente está lleno de todo menos de las aptitudes que el Jefe posee. Saira, no puedo hacerlo. No me siento a su nivel. Hay otros spartans esperando la oportunidad de sus vidas para hacerse notar, mucho mejores de lo que soy y que llevan más tiempo en esta guerra de lo que llevo viviendo. Siempre he trabajado sola, no tengo ni idea de cómo dirigir tropas, no puedo ni darle órdenes a dieciséis ODST o a cinco spartans, no estoy hecha para esto. No soy una buena persona.
—Pues lamento decírselo pero lo que buscan no son buenas personas, necesitan un salvador, o en última instancia alguien que los vengue —Dina sintió que algo dentro de ella se rompía poco a poco con las palabras de la IA. ¿Ella no era una buena persona? El silencio le dio la razón.
—Entiendo. Quieren a alguien que resista los golpes que ellos no pueden —dijo Dina con un dejo de enojo —. Solo quieren un escudo, mejor dicho un arma. Ahora me doy cuenta. Sólo nos ven como máquinas o piezas sueltas que pueden intercambiar si una falta. No somos los protectores de la humanidad, ¡somos sus esclavos! Quieren que tome su lugar porque no les queda otra opción, porque no hay nadie con mi condición, porque nadie más que yo puede seguir vivo después de ser apuñalado más de tres veces por un élite, porque nadie más que yo puede soportar las dosis simultáneas de Firework que tuve que soportar. Al final somos una baja en sus listas, una cifra. Realmente no nos valoran después de todo lo que hacemos por ellos. Pasamos nuestra vida entera siendo números. Un 111, 112, 113, 114... o un 117. Él posiblemente está muerto, 117 está muerto y lo único que piensan es "de dónde sacaremos un suplente..." Y si yo muero, ¿con quién piensan llenar mi puesto? ¿Piensan mandar a otro a morir como un mártir? ¿Como un peón? Qué fácil podemos ser reemplazados...
Estaba molesta con todos. Se sintió abandonada, traicionada, principalmente por aquellos a los que sirvió durante años. No quería sentirse así, era terrible, sobre todo porque nunca necesitó sentir, todo lo que hacía era recibir órdenes y quedarse al margen, nunca había dudado de su propósito en la guerra ni de sus superiores. No quería ser tomada como una desertora por expresar su preocupación. Ahora una espina estaba clavada en su interior, el miedo a ser reemplazada igual que el Jefe Maestro anidó muy hondo, y se quedó ahí, quietecito, murmurando despacio lo que Dina menos quería escuchar.
—No malinterprete lo que acaba de oír sargento —Saira le volvió a llamar sargento, Dina no pudo aguantar por más tiempo la furia que intentaba contener desde que le asignaran los "reemplazos" de su anterior equipo.
—No me llames así —le amenazó Dina apuntando a la IA con el índice.
—Ahora tiene un rango muy elevado como para permitirme tutearla —replicó Saira por toda respuesta.
—Pues te ordeno que dejes de llamarme así —refuto Dina elevando el volumen de su voz.