Fayrah

Capítulo ocho

La predicción de Giovanni sobre la reacción de los guardias, los sirvientes y todo su séquito resultó ser dolorosamente cierta. La Casa del duque reaccionó a su confabulación con el Rey con rabia y enemistad. Las frágiles relaciones que Jazmín tenía y había logrado construir con esfuerzo desaparecieron.  

Era el peor momento para un cambio de actitud. Justo cuando esas relaciones podrían haberle traído noticias, o haberle permitido de alguna manera, influir, en el trato de los esclavos. 

Ya no pensaba en su propia libertad. Solo estaba el constante arrebato de preocupación. Escapar ella sola sería un acto de egoísmo y traición a su villa. No podía irse, no si eso significaba abandonar a los demás a su suerte. Y, sin embargo, carecía de influencia alguna para poder hacer algo.  

Elliot tenía razón. Su promesa de ayudar era una promesa vacía. 

Fuera de su habitación muchas cosas estaban sucediendo. La primera fue que en, en respuesta a los edictos del Rey, la Casa del duque se estaba desvaneciendo. Sin acceso al título de duque, los sirvientes, propiedades y séquito serían reducidos al mínimo, lo suficiente para que el próximo a cargo trajera el suyo mismo.  En medio de un huracán de cambios, el albergue de Jazmín, junto a algunos esclavos, fue trasladada a la residencia de las Mascotas Reales en el ala del Palacio que le correspondía a Giovanni.  

No ayudó en nada. Su nueva habitación tenía el mismo número de guardias, los mismos cojines, las mismas sedas, el mismo enganche de hierro en el suelo, aunque este parecía recién instalado. Aunque estaba escaso de fondos, Giovanni no parecía escatimar en lo que se refería a su prisionera. Desafortunadamente. 

Por fragmentos de conversaciones escuchadas, se enteró que Cristal pasaría a hacer acuerdos comerciales con el Ducado de Sumitra. Ya estaban comenzando con las negociaciones políticas. Cristal era pequeña y tenían una cultura similar, sin embargo, no era participe activamente en la política, por lo que no tenía aliados y era frecuentemente asaltada por la riqueza de sus tierras. ¿Esas negociaciones solo tratando de comercializar o era parte de alguna reforma política? 

Tuvo casi tanta suerte de averiguar el asunto de Cristal como la tuvo para ayudar con los esclavos, es decir, ninguna en absoluto. 

Tenía que haber algo que pudiera hacer. 

No había nada que pudiera hacer. 

Enfrentarse a la impotencia fue horroroso. Desde el momento de su captura, nunca realmente pensó en si misma como esclava. Había actuado según o como se esperaba de ella, en el mejor de los casos. Había considerado los castigos como no más que pequeños obstáculos, porque en su mente, aquella situación era temporal. Creyó que le fuga estaba próxima. Todavía creía eso. Solo que no tanto. 

Quería ser libre. Quería encontrar el camino a casa. Quería estar en Cristal, sobre una colina y ver, por encima, los árboles verdes y el riachuelo azul que pasaba por sus tierras. Quería enfrentar a su padre, decirle frente a frente por qué había hecho eso. Pero la vida continuaba, con esa libertad cada vez más lejos. Y estos esclavos que no tenían a nadie más que los ayudara. 

El sol descendía en el cielo, proyectando su luz en el cuarto a través de las ventanas enrejadas. 

**** 

 

 

Cuando Harper entró, Jazmín pidió una audiencia con el Príncipe. 

Harper con evidente placer, se negó. Al príncipe, dijo sin cuidado, le tenía sin cuidado una esclava traidora. Tenía asuntos más importantes que atender. Aquella noche habría un banquete en honor al nuevo duque con diversos platillos y las mascotas más talentosas les entretendrían con bailes, juegos y actuaciones. Debido a que ya conocía la naturaleza de Giovanni, Jazmín no podía imaginar la reacción de la multitud a los acontecimientos que se avecinarían, pero se quedó en silencio mientras Harper describía la gloriosa mesa y los platos con detalle; y los vinos: Vino de mora, vino de fruta. “Jazmín no era digna de ese asunto. Jazmín no estaba ni siquiera a la altura de comer las sobras de la mesa”. El supervisor, después de haber dejado satisfactoria y holgadamente clara su idea, se retiró. 

Jazmín esperó. Sabía que Harper estaba obligado a trasmitir la petición. 

No se hacía ilusiones acerca de su importancia relativa en el séquito de Giovanni; sin embargo, la trascendencia que tenía su papel involuntario en la competencia por el poder con su tío, haría que su solicitud no fuera ignorada. Se acomodó, sabiendo que Giovanni le haría esperar. Seguramente no más de uno o dos días, se dijo. 

Eso fue lo que calculó. Y así, al llegar la noche, se durmió. 

Despertó en medio de almohadas apiñadas y sábanas de seda alborotadas para descubrir que le helada mirada verde de Giovanni estaba sobre ella. 

Las antorchas estaban encendidas y las criadas que las habían encendido se retiraban. Jazmín se movió; seda sobre seda se deslizó completamente hasta amontonarse entre los cojines mientras se impulsaba hasta arriba. Giovanni no le prestó atención. Jazmín recordó que la visita del Heredero ya le había despertado de su sueño una vez. 

Estaba más cerca del amanecer que de la puesta del sol. Giovanni estaba vestido con ropas propias de la Corte. Venía de disfrutar, probablemente, el decimoctavo platillo y los entretenimientos nocturnos que le habían seguido. No estaba borracho en este momento. 

Jazmín había imaginado una larga e insoportable espera. Sintió la débil resistencia de la cadena mientras se arrastraba a través de los cojines, siguiendo su movimiento. Pensó en lo que tenía que hacer, y por qué tenía que hacerlo. 

Con mucha determinación, se arrodilló, hizo una reverencia con la cabeza y bajó la vista al suelo. Por un momento, todo quedó tan quieto que podía oír las llamas de las antorchas agitándose con el aire. 

—Esto es nuevo —notó Giovanni. 



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En el texto hay: romance, drama, aventura

Editado: 22.08.2021

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