Galilea, vivía en un mundo complejo, donde las adversidades brotaban a la luz del día y de la noche; sin embargo, desde que tuvo conciencia de esa realidad, no se dejó abrumar, porque desde su yo interno, que le hablaba, sintió que tenía la posibilidad de cambiar su mundo exterior desde la creación de sus pensamientos; por lo que cada día que pasaba, sólo imaginaba lo que quería y lo sentía desde sus entrañas. Muchas veces, le decían sus compañeras de clase, que era una loca; pero ella sentía que había algo más allá de lo que podía ver y sentir en el plano físico.
Cierto día, el tiempo le hizo conocer a un ser masculino con ascendencia china, quien le enseñó que efectivamente estaba en lo cierto, y a la edad de quince (15) años, estuvo sumergida como en una especia de secta, en la cual, enseñaron lo que se podía ver y sentir no sólo con los ojos, sino que abriera la mente. Sin embargo, siempre estuvo consciente de internalizar lo que requería y lo demás lo desechaba, porque Galilea, por bien o por mal, tiene memoria selectiva. Este tipo de memoria en ella, funciona de la siguiente manera, recuerda lo bueno, borra lo malo y permanece lo que a su juicio puede ser un aprendizaje, tiene la capacidad en su mente de almacenar muchos recuerdos y conocimientos, pero los clasifica como una biblioteca y una vez, considera necesario extraerlos, los busca sin perder de vista lo que está viviendo pero abstrayéndose momentáneamente de tiempo y espacio para buscar, como tal cual bibliotecaria en su estantería.
De esa secta, internalizó que no todas las intenciones que se materializan en el mundo físico son verdaderas y que muchas de ellas tiene un fin distinto al que se quiere hacer ver; en virtud que aprendió que ese caballero con ascendencia china, quería de ella, su virginidad y por ello halagándola y haciendo extensivo parte de su conocimiento, la quiso seducir, porque supo que Galilea era de aquellas mujeres que si le tocaba la mente, ya le estaba tocando su cuerpo. Sin embargo, Galilea, siendo un ser de corazón puro, avistó tal situación y sin mediar palabra sólo se alejó.
No sin antes aprender de él, que en el ambiente existen elementales, que según la mitología los elementales son seres del mundo espiritual, relacionados directamente con los cuatro elementos que gobiernan el planeta tierra; y éstos son: agua, tierra, aire y fuego. Se encarnan como figuras humanizadas, engalanadas de forma muy particular porque se encuentran rodeados de misterio. Se remontan de mucho tiempo, pudiendo considerarse que son anteriores a la aparición del hombre en el planeta. Cuando el planeta era sólo una masa llameante y sin vida, los elementales estaban presentes planeando la construcción y la vida futura, ayudando a los Espíritus Superiores, y Arquitectos Cósmicos, quienes eran los encargados de coparticipar en la obra del creador.
Galilea, aprendió también que en el Universo existen, entre otros Jefes Espirituales, espíritus guardianes, orientadores, protectores, y organizadores de toda la creación; y que los elementales, son sus colaboradores, y fueron, por lo tanto, primeros en la aparición del hombre sobre la tierra; así como, los encargados de armonizar las condiciones básicas para la aparición de la vida en sus varios reinos.
Y comprendió que siempre ha estado en contacto con ellos, no observándolos con claridad, pero si sintiendo su presencia y comunicación a través de susurros. Por lo que evocó un momento, cuando estando en la finca de sus padres, quiso caminar sola por el campo y lo hizo, sintiendo que alguien caminaba junto a ella y si corría también lo hacía. De esta experiencia, Galilea recuerda que se asustó, que había algo más allí, pero no quiso afrontarlo, aún no estaba preparada para ese tipo de acontecimientos. Al mes, siguiente volvió a ir, y en una peña, invocó los elementales del aire y efectivamente obtuvo respuesta, sintió a su alrededor como la envolvía una brisa fuerte y diferente al viento común; agradeciendo lo que estaba sintiendo.
Es así como Galilea percibió que los elementales eran amados y temidos al mismo tiempo, ya que tanto favorecían como perjudicaban; y los consideró como seres duales; percibiendo que los mismos tienen un tipo de vibración rápida y eléctrica, que les permite trasladarse de un lugar a otro a la velocidad de la luz; así mismo, estimó que eran espíritus juguetones, animados, traviesos, sin mucha responsabilidad y arduos trabajadores de la naturaleza; que no tienen un concepto muy claro del bien y del mal y por eso pudieran ser manipulados para hechizos de magia negra; porque su nivel de conciencia se parece a la de un niño que aún no sabe distinguir entre acertado y errado; y por eso, los hace semejantes a criaturas traviesas, inconscientes e inocentes, como la propia imagen física con la cual se presentan ante los hombres. Y si por su falta de conciencia madura, alguna vez son usados para practicar el mal, pagan muy caro esa acción porque retroceden en su camino espiritual de evolución.