Era una hermosa tarde, los rayos del sol brillaban con fuerza, por lo cual era una tarde calurosa, en donde se podía de disfrutar de un buen helado, junto a tu familia, amigos o tu pareja.
Era la salida de la escuela, por lo que se podía apreciar los pequeños grupos de amigos y amigas, las parejas, todos sumergidos en sus pláticas triviales. Solo una chica diferenciaba, y este era el hecho de que caminaba sola, sumergida en su mundo, pues llevaba puesto sus audífonos.
De repente se encuentra con una mujer, que le decía algo, pero que al llevar puesto los audífonos, no podía escucharla, por lo que decidió quitarlos por un momento, pues no quería ser grosera.
—¡Disculpe! ¿Qué me decía? —pregunto la castaña.
—¡Oh! Mil disculpas, no quiero molestarte, pero te gustaría que leyera tu mano, sabes ese es mi trabajo, leo la mano de las personas para decirle algo de su futuro —respondió con una amplia sonrisa la mujer mayor.
—No gracias
—Oh ya veo, pero si quieres me puedes dar lo que tu desees, solo quisiera algo para poder comer, no en tenido éxito hoy —dijo la mujer con algo de tristeza en su voz.
—Está bien, es bueno saber algo del futuro —dijo la castaña dando una leve sonrisa y extendiendo su mano. «no pasa nada malo, total al menos se gana la vida, sé que esto es mentira, nadie puede saber el futuro, pero hay personas que si creen esto» pensó la joven.
Mientras la castaña se sumergía en sus pensamientos, la gitana le revisaba la mano.
—Esto es muy interesante
—¿Qué cosa?
—Al parecer hoy te encontrarás con el amor de tu vida, hoy lo vas a conocer —dijo la mujer con seriedad y una sonrisa.
—Enserio? A eso es bueno ¿no? ¿Y cómo es él?
—No se muy bien, pero su color de ojos es azul como el cielo, su cabello como la luna misma. Y lleva un dolor en su vida, pero tu serás su salvación, y él cambiará tu vida.
—Es maravilloso —dando una leve sonrisa.
—No me crees verdad, pero estoy diciéndote la verdad pequeña.
—No d-digo si le creo, es que me toma por sorpresa, pero s-si le creo, tenga y muchas gracias —le entregó algo de dinero y le dio una sonrisa, dio vuelta y retomó su camino. «será verdad, pero que digo, hace unos minutos no creía estas cosas, pero… sí años atrás existió la magia, y la historia de ellos fue real, entonces puede que…»
Después de unos minutos de seguir caminando e ir sumergida en su propio dilema, la joven seguía su andar. Pero un pequeño maullido la hizo salir de sus pensamientos.
—¡Miau! ¡miau!
La joven se acerco al lugar de donde provenía el maullido, en donde se encontró con un pequeño minino color gris, quien se lambía su patita delantera, la castaña se puso en cuclillas muy cerca del felino y lo tomó en sus brazos.
—Oh pequeño estas herido
—¡miau!
—hay pobrecito —mirando con determinación al pequeño minino, en busca de algún collar, que diera su nombre o dirección, pero este no tenía.
—Muy bien, por lo que veo no llevas collar, lo que significa que no tienes dueño, no eres gato de hogar, sino un solitario. Bien vamos a casa, te voy a curar esa patita —la castaña le hablaba con una dulzura, entonces, se pone de pie, y empieza su andar rumbo a su hogar.
Después de andar otros minutos más, por fin llegó a su hogar.
—Hola, ¡buenas tarde! Ma
—Buenas tardes, mi hermosa pequeña. ¿Cómo estuvo tu día hoy?
—Hum…Bien, estuvo igual que siempre.
—Algo debió de ser diferente, no todos los días es lo mismo —mirando el bulto que traía su hija en los brazos—. Por ejemplo, que traes ahí —señalando con su dedo—. Ves que no siempre es igual, porque que yo recuerde, no te eh viso traer siempre eso, ¿Qué es?
—Es cierto, siempre tienes razón madre, esto es un pequeño herido —mostro al minino que llevaba en sus brazos, que estaba muy quieto—. ¿Me lo puedo quedar?
—Es muy bueno de tu parte, y es hermoso —lo toma y el gato comienza abrir sus ojos, pues desde que fue tomado por la joven no los había abierto, entonces maúlla—-. Oh es hermoso sus ojos, pero… —mira a su hija. —Sabes el porque no se puede tener mascotas, tu padre es quien no lo va aceptar y ya sabes el por qué.
—Cierto. Papá y su alergia al pelaje de los animales —lo dice tristemente.
—Sabes, podemos hacer una excepción con este pequeño o pequeña —alza al minino, para poder ver su sexo—. Bueno tal parece que es un él.
—De verdad, como… es un gato, bueno eso no importa, pues igual la hubiera querido, pero mamá, ¿Cómo me voy a poder quedar con él? Claro que no perjudique a papá.
Mientras tanto madre e hija se ponía al tanto de la solución al problema, para que el gato se quedara y evitar que la alergia del señor Joe no se alterara.