Escuchó en repetidas ocasiones que la sinceridad era su mayor cualidad.
Creyó en la frase que le prometía mor porque era honesta, auténtica, única.
La verdad era su bandera, el cinismo un límite que no deseaba conquistar; al que igual terminó llegando gracias al sarcasmo.
En continuos lapsos todo le parecía una mentira, se criticaba por haber creído ciegamente en ellos, etiquetó al mundo porque una minoría le había fallado.
Pero volvió a lo que denominó su círculo vicioso.
Se mantuvo firme en sus ideales y creencias sin importarle cuántos estuviesen, o no, de acuerdo con ella.
La segunda parte de su costumbre abarcaba su desliz al dejarse influenciar por los demás.