Fénix color Arcoíris

Capítulo II: La Histeria del Fénix

Habían pasado ya varios días desde la histeria colectiva de mis amigos. Fue algo aterrador y traumático, una experiencia que definitivamente no le deseo a ningún enfermo mental.

No recuerdo la hora, eran las dos de la madrugada aproximadamente aquí ni siquiera nos dejaban tener un reloj que no fuera el viejo y sin batería que se encontraba en la sala recreativa. Decían que era mejor para nosotros no saber la hora ni el día.

 

Me levante de mi cama bastante soñolienta, tenía sed y los enfermeros que se encargaban de mí no estaban ahí, me pareció algo raro al principio pues jamás me dejan sola y por lo general dejan agua en mi habitación para evitar a toda costa que salga en la madrugada,<< ¿Qué estarían haciendo ese par? >>

<< ¿Follar tal vez? >> La voz del hombre apareció de la nada, me dolía la cabeza cada vez que trataba de hablar conmigo.

 

Ignoré este hecho y camine por el pasillo gris; la alfombra que un día fue de color vino ahora se ve tan sucia. Este lugar no es ni la mitad de lo que mi memoria recuerda.

Para poder ir al comedor había que pasar por el Área recreativa y me pareció bastante extraño ver la luz de esta encendida; al menos la luz de la pequeña lámpara junto al sofá de reuniones, con total precaución comencé a caminar hacia esta.

El ambiente del lugar se parecía a lo que mis amigos llaman Tenso y misterioso

El corazón me comenzó a latir muy rápido y la garganta se me seco aún más, saqué los pie de mis pantuflas las cuales eran bastante ruidosas, el suelo era jodidamente frio pero ¿qué más da?

Entonces a unos cuantos pasos de haber avanzado lo escuche:

—Si, lo sabemos, Selena—la voz ronca de Harold me fue casi tan familiar como la risa de mi madre en mi memoria. Me espantó un poco pero en fin, Harold lleva acompañándome aquí desde que tenía dieciséis y ahora tiene veintidós, debe ser eso.

— ¿Y si lo sabes por qué eres tan imbécil, Stück Scheiße*?—Selena con la voz  fuerte y clara casi le grito a Harold.

— Tranquilízate, Selena—Howard le ordena y me doy cuenta de que ya no llevaba su camisa de fuerza.

No me explicaba donde era que estaban todos los encargados de limpieza, seguridad, doctores cocineros, enfermeros. El Psiquiátrico parecía totalmente vacío a excepción de nosotros. A pesar de la gran curiosidad que tenía preferí esperar y largarme a tomar algo de agua, eso era más importante para mí curiosidad en este momento.

Volví con calma a mis pantuflas y al emprender camino hacía el área recreativa trate de hacer más ruido del que normalmente hago, quería probar que ninguna persona estable estaba por aquí.

Una vez dentro del área mantuve la cabeza mirando hacía el piso, de cierta manera había desarrollado un deje de vergüenza en ese momento pero me dio curiosidad no escuchar ni un solo sonido a excepción de mis pantuflas.

Al levantar la cabeza y mirar el lugar de reuniones me di cuenta de que estaba vacío, todo era una mala pasada de mi cabeza.

Una vez en la cocina me acerque al grifo del agua. Por inercia si abres el grifo del agua esperas a que salga agua ¿no? Sin embargo algo más espeso y oscuro que el agua comenzó a brotar del grifo, entonces ahí escuche la voz de aquel tipo otra vez.

<<Deberías comenzar a correr lejos de eso>>

Pero no hice caso a su indicación, me había llevado al desastre y la histeria colectiva.

Una vez que el lavaplatos se inundó y el líquido comenzó a derramase fue directo a mí y subió por mis piernas, me inmovilizó de estas mientras se enredaba cual serpiente en mi cuerpo, después de eso vinieron varias presiones demasiado fuertes en mi pecho.

— Vamos, Irisa, despierta—la voz de Miguel era seguida de un eco y los llantos de alguien más.

—No te vayas, calabacita—esta vez era Harold quien hablaba.

Seguía sintiendo esas opresiones constantes en el pecho, si continuaban no soportaría una más antes de caer inconsciente. No pararon hasta no dejarme en el suelo retorciéndome en una convulsión espontanea.

Todo se envolvió en una espesura negra.

 

[…]

 

Desperté a la mañana siguiente atada a una camilla con correas de cuero gastadas y todos los chicos durmiendo a mí alrededor.

<< ¿Qué había pasado?>>

Trate de incorporarme pero me era imposible gracias a las correas, temí que fueran a llevarme a la sala de terapia para esquizofrénicos. Entre gimoteos comencé a moverme desesperada.

—Nena, tranquila, no pasa nada—Harold habló mientras acariciaba mi cabello y sostenía mi mejilla en su otra mano—casi moriste durante la noche, de no haber sido por Miguel que sabía RCP hubieras muerto—los ojos verduzcos del castaño se llenaron de agua.

<< ¿Fue otro sueño estúpido?>>




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