Sé que ahí viene. Escucho sus botas de marca chocar contra la cerámica del pasillo a cada paso lento que da, acercándose a mi habitación. Tengo miedo, mucho miedo y no paro de temblar. Cuando oigo la cerradura de la puerta abrirse, me cubro con las sabanas y finjo estar dormida.
— ¿Eva? — llama mi nombre mientras percibo que se acerca a mi cama — ¿pequeña? Sé que estas despierta — dice mientras me arrebata la sabana en la que estoy cubierta.
Mis ojos se llenan de lágrimas ya no quiero que me siga haciendo daño.
— Shhh, tranquila, prometo que será rápido — Susurra, mientras una de sus manos sube por debajo de mi vieja camiseta que uso para dormir.
Yo me quedo estática con los ojos llorosos observando como disfruta tocando mi cuerpo, mientras yo solo siento repulsión hacia mí misma.
Quiero que pare. No me gusta la forma en que me mira.
— No llores — me mira fascinado- No cabe duda que eres una tentación para los hombres.
Muy a menudo lo repetía pero yo no puedo entenderlo ¿Por qué, si lo veo como a una figura paterna, él me hace daño?
— Recuerda que estés donde estés, yo siempre, siempre, te encontrare, mi pequeña — Promete.
Y sé que ya estoy jodida
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De un salto me incorporo en la cama, sudando y asustada. Las pesadillas vuelven a acecharme a tan temprana hora de la mañana. La tensión se adueña de mi cuerpo y una maraña de pensamientos se asienta en mi cabeza al recordar mi jodida infancia.
“Todo estará bien” me repito a mí misma pero eso solo hace aumentar mis nervios.
Con un nudo en la garganta, me siento en una de las esquinas de la cama, me acomodo y tomo un profundo respiro.
Quisiera dejar de vivir con pánico pero mi ansiedad no se asemeja en nada a la normalidad.
Porque siempre suele llegar una crisis después de una gran crisis. Suele sucederme cuando soy embestida por un ataque de pánico. Yo las llamo post-crisis (gran nombre ¿no?)
Después de una, pierdo el apetito, siempre ando de mal humor, mi hiperactividad se rebota, no dejo de tamborilear las manos o los pies y fumo más de lo normal.
Mi terapeuta alguna vez me comento que todo ese conjunto de acciones nerviosas era el miedo asomándose por no querer estar de vuelta en un ataque de pánico.
Sea como sea, tu cabeza siempre será una navaja de doble filo, puede que te ayude y puede que solo consiga empeorarte, y yo, sigo nerviosa.
Inhalo y exhalo durante un par de veces hasta que la ansiedad se va y los recuerdos quedan encerrados muy lejos dentro de un lugar donde no puedo alcanzarlos.
Muchas gracias “Tío”, siempre tendrás una habitación especial en mi mente.
Me distrae unos jaloneos bajo la sabanas e inmediatamente surco una pequeña sonrisa al recordar al hombre de hace unas horas entre mis piernas Eso es lo que pasa cuando me aterra dormir con los monstruos bajo mi cama, simplemente llamo a alguien quien esté disponible y remplace los vacíos con orgasmos.
Tengo que admitir que por horas mantuve una cómoda conversación con él, y es raro, yo no suelo entablar largas conversaciones con NADIE. Me muerdo los labios cuando lo observo desnudo en su cama, es muy guapo pero yo no soy una mujer de un solo hombre así que una vez más, como cada mañana, me toca huir.
Doy un salto sobre el suelo, me coloco mis bragas y me visto con rapidez. Tras dar el primer paso hacia la salida una voz me detiene.
— ¿No pensabas despedirte? — pregunta una somnolienta voz desde la cama.
Suelto una pequeña maldición en voz baja, odio las innecesarias cortesías mañaneras e inclusive las despedidas, así que después de arruinar mi silenciosa huida, prosigo a darme la vuelta quedando frente a él.
— Podemos desayunar antes de que te vayas — pide y sonríe reluciendo su perfecta dentadura.
Rio con ternura porque pide demasiado, así que solo me acerco a su lado con pasos medidos.
— Fue un placer — le susurro sobre sus labios.
Y tras darle un largo beso, dejo al “chico Tinder” solo en su habitación mientras yo me pongo en marcha para enfrentarme a mi pasado.
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Miro con nostalgia mi edificio e inmediatamente viene a mi memoria el día que entre despavorida por aquellas puertas en busca de un nuevo hogar.
Mi madre trabajaba todo el día en una oficina siendo secretaria de una imprenta. Como madre soltera, se esforzaba más de lo normal y llegaba a tomar doble turno porque el sueldo no le alcanzaba para satisfacer las necesidades de sus cuatro hijos. Ella siempre se preocupó por que cada uno de mis hermanos fuéramos autosuficientes a temprana edad, así que inmediatamente yo aprendí a cruzar carreteras y a los 8 años ya tomaba el autobús hacia la escuela, cocinaba para mis hermanos y cuidaba de mi misma.
Estaba orgullosa de mi madre pero siempre fue una figura ausente y en su lugar confiamos en la persona equivocada.
Suelto un largo suspiro y entro con terror. Miro a mi alrededor, es un hogar tranquilo y excesivamente ordenado. La casa mantiene colores opacos entre blanco y negro, carece de vida y reina la soledad pero una vez que te acostumbras a ella te hace sentir extrañamente tan tranquilo
Lo primero que hago al llegar a casa es inspeccionar si se encuentra alguien y tras hacer una exhaustiva búsqueda y confirmar que me encuentro sola prosigo a deshacerme de los insufribles tacones que no me dejan respirar e inmediatamente voy en busca de una larga ducha.
Minutos después salgo cambiada con un vestido veraniego adornado de pequeños girasoles y me dirijo hacia mi habitación para hacer mis maletas.
Porque ya es demasiado tarde. Finalmente el tiempo me alcanzó y no estaba preparada para el golpe. Entró sin miramientos con fuerza y desdén dentro de mi alma, arrancando cada raíz que me costó construir para crecer y llegar a un punto que ahora veo cada vez más lejos: Mi felicidad.