—¿Entonces necesitamos pavo y verduras? — Mamá asintió y yo apunte aquello en la pequeña libreta que sujetaba contra mis piernas.
Vamos rumbo al supermercado, necesitamos comprar algunos de los ingredientes de la cena de Navidad.
Siempre lo compramos bastante antes para que los precios no se disparen al comprarlo todo la semana anterior.
De nuevo un golpe en la parte trasera de mi cabecero me hizo girar con enfado.
— ¡Jessica deja de una maldita vez esa pelota! — Brame molesta encarando a mi hermana pequeña.
Mamá alzó la mirada y la observó con el ceño fruncido desde el espejo retrovisor.
— Haz caso a tu hermana, Jess, deja la pelota — Regaño, sonreí victoriosa.
Enseguida ella me dedicó una mirada molesta.
— ¡Yo también soy mayor! — Replicó la rubia con enfado.
Estiré mi mano tratando de alcanzar la bola de goma espuma.
— Pero yo lo soy más, por lo tanto me haces caso. Dámela — Ella negó y llevó el objeto hasta su pecho, refugiándose con sus pequeños brazos.
Bufé molesta y me deje caer de nuevo contra mi asiento.
— ¿Yo era así de molesta con once años? — Pregunté, mamá negó y río.
— Eras muy tranquila, igual que Helena — Esta, al escuchar su nombre quitó los auriculares de sus orejas.
— ¿Habéis hablado conmigo? — Preguntó, yo negué.
— Estamos hablando de lo molesta y rebelde que está Jess. ¿Podrías quitarle esa pelota?, como siga jugando con ella vamos a tener un accidente.
Helena alzó los hombros, para ese instante Jessica ya la miraba con la ceño fruncido.
— ¡ES MI PELOTA! — Lloriqueó.
Rodé los ojos, Helena forcejeó un poco pero logró arrebatarsela y rápidamente se extendió hacia mí. La guardé en mi mochila.
— Te la devolveré cuando lleguemos a casa, ahora no debes usarla — Aparte la mirada de mi hermana pequeña para mirar por la ventanilla.
Los colores blancos adornaban a cada centímetro del lugar, amaba la nieve, incluso cuando odiaba el frío; algo contradictorio por mi parte.
Esperaba llegar a casa y salir a construir esos usuales muñecos de nieve que colocamos todos los años en la entrada del jardín delantero.
Dí un corto grito cuando noté un fuerte tirón de mi cabello.
— ¡JESSICA! ¡SIÉNTATE! — Gritó con horror Helena quien trataba de soltar las manos de Jessica de mi cabello.
— ¡PONTE EN TU LUGAR O ESTARÁS CASTIGADA UN AÑO JESSICA LOUISA JHONSON! — Regañó mi madre pero ella la ignoró.
— ¡QUIERO MI PELOTA! — Siguió llorando y tirando de mi cabello.
— ¡SUÉLTAME! — Tomé su mano y la solté de un fuerte agarrón.
Su mano golpeó el rostro de mamá, el coche patinó.
Enseguida el vehículo se llenó de gritos.
Tomé el volante y traté de mantenerlo recto, pero las ruedas no dejaban de girar sobre el hielo de la carretera. Mamá colocó sus manos sobre las mías y apretó el freno con pánico.
— ¡JESSICA! — gritó Helena detrás de mí.
Sentí el horror y un grito se creó en mi garganta, la valla de protección a un lado de la carretera se rompió, y acto seguido el coche cayó.
Cerré los ojos con fuerza y apoyé mis manos en el techo, haciendo fuerza para que no se hundiera.
Una, dos, tres, cuatro y cinco, incluso seis vueltas de campana son las que dimos. Notaba cada parte de mi cuerpo arder y el sabor a sangre se instaló en mi boca de manera veloz.
Entonces, todo paró.
El vehículo dejó de moverse, todo estaba quieto.
Abrí los ojos, las lágrimas nublaban mi visión.
Estábamos boca abajo, un horrible dolor en mi cabeza me llevó a poner mi mano sobre mi frente, pequeñas gotas de sangre mancharon mi palma. Hice mi mirada hacia atrás, ni Helena ni Jessica estaban dentro del vehículo.
Ahora mis ojos fueron a mamá, no sé movía y una alarmante hilera de sangre descendía de su cabeza.
Alcé un brazo, reprimiendo un gemido de dolor, traté de sacudirla, pero no reaccionaba.
— ¿MAMÁ? ¡MAMÁ?! — Sollocé.
La moví, tratando de despertarla, pero no ocurría nada. Con miedo lleve mi mano a su cuello, allí donde podría tomar el pulso. No había latido.
Estaba...
— ¡AYUDA! ¡AYUDA POR FAVOR! — Llevé mis manos al cinturón y trate de soltarme, tenía que salir de aquí.
Estaba atrapada, no se soltaba.
Grité, lloré sintiendo como mi garganta se cerraba por momentos y era cada vez más difícil respirar.
Entonces me liberé, caí al techo del vehículo sobre mi hombro. Un sonoro "crack" se escuchó, mi brazo entero estalló en dolor para luego sentirse completamente entumecido.
Abrí la puerta a base de patadas, ya estaba medio abierta por lo que esto resultó menos doloroso de lo esperado y me escurrí fuera del vehículo.
Alce la mirada mientras sujetaba mi hombro con mi otro brazo, en ese mismo instante sentí el frío de mi alrededor invadirme por completo.
— ¿HELENA? ¿JESSICA?
— ¡CHICAS! — Un crujido se escuchó al otro lado del vehículo.
Me puse en pie, reprimiendo los gritos internos de mi cuerpo pidiéndome por favor dejarme caer. Me apoyé en el maltratado metal del coche para poder rodearlo, mis ojos fueron al suelo.
Jessica estaba atrapada bajo el mismo, sus piernas y la mitad de su cadera estaban bajo el vehículo.
— ¡JESS! — Me deje caer a su lado y rápidamente tomé su rostro en mi mano.
Aparte el cabello rubio manchado de sangre. La nieve rodeaba su pequeño cuerpo, esta se teñía poco a poco de color rojo. Abrió los ojos llenos de lágrimas, esos ojos castaños que tanta envidia me daban me miraron.
— Duele mucho, Ely, duele — Murmuró.
Reprimí un grito al ver cómo sus dientes y toda su boca estaban teñidos de sangre, lleve el material de mi jersey hasta sus labios y limpie lo que por el borde de sus labios escurría.
— Lo sé, lo sé. Tienes que estar tranquila, buscaré mi móvil y una de las mantas de White — Me puse de nuevo en pie.