Un agudo grito de mujer despertó a los que dormían en la habitación de chicas, asustándolas a todas, incluyendo a Reloj que salió volando por la ventana como si fuera un pájaro. Su grito despertó a todas, claro, menos a mí, que ya estaba despierta desde hacía rato, pero de igual forma me había vuelto a acostar para fingir que dormía como el resto, claro, debía actuar de la manera más conveniente para no desatar desconfianzas en mi contra. Si yo era la única que estaba despierta en la habitación una vez que mi plan hubiera funcionado, todos los dedos me acusarían a mí. Así que fingí la misma ignorancia que el resto, a pesar de que sabía bien lo que había sucedido, pues claro, yo era la única perpetradora de la causa que detonó el grito de Lea.
— ¡¿Qué sucede?! — ese fue Nicholas que ingresó en la habitación, sin pudor alguno, luego de escuchar a su novia gritar.
— ¿Acaso no tienes vergüenza?, entraste a la habitación de chicas — Helen tenía razón, yo estaba en camisón, y Helen dormía en ropa interior. Mis mejillas se encendieron al darme cuenta de lo expuesta que estaba frente a Nicholas, pero él no se percató de ello, se veía demasiado preocupado por la princesita como para percatarse de lo que sucedía a su alrededor.
— ¿Dónde está Lea? — Nicholas ignoró las palabras de Helen
Helen le señaló la puerta del baño y antes de que pudiera decir algo más, el chico abrió la puerta como loco.
— ¿Qué sucede, amor?
— ¡FUERA! — antes de que Nicholas pudiera ingresar al baño, Lea le intentó cerrar la puerta en la cara, pero Nicholas la detuvo antes colocando el brazo entre el marco y la puerta, apretándolo con fuerza. Pegó un pequeño grito, pero se aguantó el dolor — ¡Lo siento! — se disculpó Lea del otro lado, pero todavía sin abrir la puerta.
— No importa. Ábreme — exigió Nicholas restándole importancia a su brazo que se estaba tornando rojizo por el apretón.
— ¡No!
— ¿Por qué no?, ¡Ábreme!
— No quiero que me veas — Lea estaba llorando, lo cual alertó aun más a Nicholas.
— ¡Por el amor de Dios!, ¡Dime qué te pasa!, me estás asustando.
Lea estuvo unos segundos callada, como si estuviera pensando en si dejarlo entrar al baño con ella o no.
— Dile a Diana que venga. Hablaré con ella.
Ante esas palabras se me paralizó el corazón. ¿Acaso sabe lo que hice?, ¿Me descubrió?, al parecer no es tan tonta como creía. Me armé de valor y me levanté de la cama. Caminé hasta Nicholas, quien me envió una mirada consternada. No podía creer que me prefiriera a mí antes que a su novio. Eso debió herir su orgullo.
— Pero Lea… yo… — Nicholas sonaba preocupado y a la misma vez herido.
— No, no te dejaré entrar. Sólo hablaré con Diana. Únicamente con ella y nadie más — y después de eso cerró la puerta quedándose totalmente sola y encerrada en el baño.
Nicholas me miró abatido y palmeándome el hombro me dijo: — Confío en ti.
— No te preocupes — intenté alentarlo para que se relajara. Y tomando la perilla de la puerta hablé en dirección al interior del baño — Lea, soy yo, voy a entrar.
Hubo unos segundos de silencio y luego se escuchó un “Sí, entra” pronunciado con una voz llorosa. Y así hice, giré la perilla y lentamente fui ingresando al sanitario. Cerré la puerta detrás de mí y busqué por el cuartito el cuerpo de Lea. Allí estaba, sólo pude ver su sombra detrás de la cortina de la ducha. Se estaba ocultando por la vergüenza. Yo sabía lo que le sucedía, y ver su reacción me indicaba que mi plan había funcionado. Ese conocimiento me dibujó una sonrisa en el rostro. Sentí un poco de vergüenza por alegrarme por ello, pero no sentía culpa ninguna, al igual que cuando tuve que espantar a las anteriores zorras que intentaron interponerse entre Nicholas y yo, la princesita era igual, un mero estorbo que debe ser retirado, y si no se iba sola, yo misma me encargaría de hacerla desaparecer. Si Lea se había dado cuenta que le había jugado una broma de muy mal gusto, ya tenía un plan de respaldo, le confesaría que sí, efectivamente había sido yo, y sería una buena oportunidad para declararle la guerra de frente.
— Princ… — mierda, casi me equivoco — Lea, ya estoy aquí.
Lea comenzó a llorar más fuerte, se la oía muy angustiada.
— Diana… — Lea intentaba hablar con claridad pero el llanto no se lo permitía — No-no, n-no puedo creerlo…
— ¿Qué sucede?— fingí desentendimiento, no confesaría mi villanía tan pronto, primero debía estar completamente segura que no podía hacer cambiar de opinión a Lea.