— ¿No trajiste a Baa? — Helen caminaba prendida del brazo de Benjamín. Estos días que se habían reencontrado se los veía más cerca que nunca. Realmente le deseaba suerte a Helen, deseaba que pudiera sentar cabeza con Benjamín, era un buen chico, respetuoso y se querían desde niños.
— Cristian ya no me deja traerla, al principio todos la esperaban para jugar con ella, pero luego de que se comiera siete servilletas y rompiera una fila entera de copas de cristal, el dueño del bar me prohibió traerla de vuelta.
Todos nos reímos ante su historia. Este chico era especial, y Helen parecía que lentamente se iba enamorando de su forma de ser.
— Pobrecita, luego iré a tu casa para jugar con ella, ¿Puedo ir?
— Sí — Benjamín se iluminó de emoción — Incluso puedes quedarte a dormir, como en los viejos tiempos.
Helen se sonrojó de inmediato al imaginarse durmiendo en la misma cama con el chico. Ya no eran niños, y las cosas no eran iguales. Benjamín pareció darse cuenta de sus palabras e intentó corregirlas a pesar de su creciente nerviosismo.
— No, lo que quiero decir… — el rostro del chico se había teñido de rojo — no quise que se malinterpretara...
— Me encantaría ir a tu casa… a dormir — Helen había sonado totalmente avergonzada, pero no por eso menos decidida.
Benjamín la miró sorprendido, con la boca entreabierta. Nunca había esperado que dijera semejantes palabras.
— ¿No puedo?
— ¡Sí!, sí puedes.
Y ambos se tiñeron de rojo. Y a pesar de lo avergonzados que se encontraban no se separaron ni un centímetro. Incluso Helen aprovechó su estupor para colarse aun más cerca y darle un beso en la mejilla de improvisto. Al principio se mantuvieron avergonzados, y algo distantes, pero con cada segundo que pasaba, y con cada nuevo trago que le daban a la cerveza se iban acercando más y más, y ese beso a la mejilla de Benjamín, fue el detonador para que el chico se atreviera a besarla en los labios. Y así pasaron el resto de la noche, succionándose las bocas de manera desenfrenada.
Yo no les presté mucha atención a aquellos tortolitos, yo tenía mis propios problemas, tenía un plan entre manos, y esta era la situación perfecta para ponerlo en marcha. Mi intento de sabotaje al cabello de Lea había fallado, pero tenía esperanzas que este plan fuera bien.
Mientras nos acomodábamos en la barra, Lea se me acercó disimuladamente.
— ¿Qué vamos a hacer con Marcus?, no puedo esperar mucho más para darle su merecido.
Un pinchazo se hizo presente en mi corazón, no estaba muy segura, pero creí que era la culpa que intentaba apoderarse de mi interior, pero no le daría lugar, no sentiría pena ni culpa por lo que podría pasarle a ese patán. Tenía pensado llevar a cabo un plan que “matara dos pájaros de un tiro”, que fuera tan bueno que pudiera deshacerme de Lea al mismo tiempo que me vengaba de Marcus por todos esos años de bromas en la niñez.
— Tengo un plan — le dije, y la verdad es que todavía no lo había pensado bien, lo único que sabía era que quería destruirlos a ambos, a Lea y a Marcus, no sabía muy bien como, pero todavía tenía tiempo de idear algo. Yo era de las personas que planeaban durante la marcha.
— ¿Cuál? — me preguntó verdaderamente interesada.
— No puedo decirte ahora mismo — Lea me miró con un gesto interrogativo, obligándome a inventar una escusa en el momento — Debemos permanecer lo más discretas posibles. Quiero que nuestra venganza sea una sorpresa.
— ¿Una sorpresa?
— ¡Una bomba sorpresa! — reí y ella sonrió con los ojos brillantes — Que no se lo vea venir cuando le explote en la cara.
— Pero… ¿Cómo sabré que hacer?
— No te preocupes, yo me encargaré de todo.
Lea me miró emocionada y de un salto me envolvió en un abrazo.
— ¡Eres la mejor amiga que tuve en la vida! — ¡Qué asco!, ¡Suéltame ya!
A pesar de que quería mandarla a volar de una patada en esa cara de princesita, debía soportarlo, y fingir igual apego al que ella tenía conmigo. Así que le correspondí el abrazo y la miré con una sonrisa amigable. Las nauseas se estaban presentando, pero respiré hondo para mantenerlas a raya. ¡Vamos, Diana, ya queda poco!, ¡En menos de una semana Nicholas le pegará una patada a la princesita y la mandará a volar lejos!, y no la volverás a ver en tu vida. Y todo esto será un recuerdo gracioso para contarles a mis nietos.
— Sabía que podía confiar en ti. Entre las dos nos vengaremos de Marcus. ¡Ese patán se arrepentirá de haberse metido con nosotras!
Y luego Lea comenzó a hablarme de algo que no recuerdo, ya que no le presté atención. Lo menos que quería en el mundo era entablar una charla con ella. No me importaban ni sus estúpidos intereses ni sus estúpidos problemas de princesita. Sólo la miraba asintiendo con mi cabeza, y diciendo algún “Sí” o “Por supuesto” de vez en cuando, cuando en realidad mi mente no tenía lugar para sus palabras, sólo podía pensar en destruirla, maquinaba sin detenerme, mi siguiente movimiento.