“Desde entonces no puedo permanecer en la oscuridad. La noche, me recuerda su muerte, me recuerda esa noche, en la que mi mamá murió, y yo permanecí allí, abrazada a ella, sintiendo como de apoco, se iba yendo. La dejé morir. Varias horas después, cuando la lluvia cesó, y parecían los teléfonos ya funcionar de vuelta, insistí, no recuerdo cuantas veces, pero llamé a una ambulancia, pudieron ser diez o cien, no lo sé, pero no desistí hasta que escuché una voz del otro lado del teléfono. Pero fue en vano, cuando mi madre llegó al hospital, ya estaba muerta.”
“Recuerdo el blanco de los pasillos, y el negro de la muerte, o por lo menos a mí me parecía que tenía ese color. Me imaginaba a la parca vestida de noche, de oscuridad.”
“Permanecí sentada en el pasillo hasta el otro día, que fue cuando llegó mi padre luego de interrumpir su viaje de negocios. Pasó por el pasillo, me miró, me abrazó con fuerza, y yo no recuerdo si levanté los brazos para abrazarlo también, no lo recuerdo, ya que mi mente era ocupada por el recuerdo, todavía fresco, de la noche anterior.”
“Mi padre lloró, y me abrazó con más fuerza. Creó que me dijo unas palabras, pero mi mente no pudo percibirlas.”
“No recuerdo lo que pasó bien en los siguientes días. Sólo puedo recordar como sentía una tormenta en mi interior, que me atrapaba, me envolvía, y a mi alrededor se levantaban cuatro grandes muros, que me aislaban, que no me dejaban saber que pasaba fuera. Todo era confuso.”
“Los recuerdos comienzan a aclararse en el consultorio de la psicóloga, sus palabras eran como flechas que golpeaban contra ese enorme muro que me aprisionaba, al principio las flechas se rompían contra el macizo concreto, pero de apoco, fueron penetrando, abriendo una rendija, por donde entró el primer rayo de luz. Las flechas aumentaron en número, y de esa forma lograron atravesar el muro, no estaba derribado, pero había una enorme abertura, que, si quisiera, podría salir por ella. “Depende de ti, salir de esa prisión” habían sido las palabras de la doctora. “Nadie más que tú, puede sacarte de esa prisión”, en eso se equivocaba la doctora, hubo alguien, que tomó mi mano, y me ayudó a atravesar ese muro.”
“Recuerdo, no sé exactamente cuánto tiempo después, pudo haber sido una semana o un mes, sólo sé que estaba tirada en mi cama, las palabras de mi padre, me sabían tan lejanas, creo que quería que me levante de la cama, pero no podía llegar a mí. Entonces él traspasó la puerta, entró como un huracán, vino a poner mi mundo de cabezas. Tomó mi mano, e invitándome a salir de mi cama, me llevó fuera de mi casa. Hacía tanto que mi piel no sentía el sol.
Jeremy, no soltó mi mano en todo el trayecto. Me llevó hasta un parque. El perfume dulzón de las flores primaverales inundó mis fosas. Nos sentamos en un banco, frente a una fuente, entonces lloré, lloré como nunca, las lágrimas caían como lluvia, y mi corazón se estrujaba con dolor. Me abrazó con la fuerza que necesitaba, me apretó contra su pecho, y yo recibí el calor de su cuerpo, como una vela, que calentó, después de tanto tiempo, una mota de mi corazón. Ese era el comienzo, ya había salido del muro, tenía el sol sobre mi cabeza, y el calor de Jeremy rodeándome con consuelo. No nos dijimos nada, durante horas, sólo me abrazó.”
“Con él, volví a reír.”
“Jeremy es la persona más importante en mi vida, él me ayudó a olvidarme, gradualmente, de esa noche, porque cuando estaba con él, sólo podía pensar en las tonterías que decía para distraerme. Y funcionaba, o por lo menos por un rato.”
“Hoy volví a la escuela. El ambiente ha cambiado, todos saben lo que me había ocurrido, y se dirigían a mí con cuidado, como si sus palabras pudieran romper mi alma de cristal, en cualquier momento, y hacerme trizas a sus pies. Las niñas que me molestaban, incluso ellas, ahora han cambiado, me saludan con una expresión de compasión en los ojos. Me tienen lástima. Y la lástima es otra forma de herirme.”
“Ahora las mariposas eran más fuertes”
“Jeremy traía luz a mi vida, y las mariposas le otorgaban color.”
“Qué sentimiento egoísta es el amor. Pasó día y noche, con la mente llena de él, como si ya no hubiera lugar para los demonios que me atormentaban. ¿O es, acaso, el amor el peor de los demonios?”
“Pero no siempre tenía tiempo para pensar en él, algunas noches era diferente, maldita esa noche que era fuente de recuerdos, que traía a mí el recuerdo de la muerte, de su respiración, de su corazón que se acallaba con una lúgubre parsimonia. Las noches me envuelven, me despiertan el llanto, el temblor en el cuerpo, y la mente llena de memorias negras. Los sueños, son los peores lugares, un recuerdo, una pesadilla.”
Después, su escritura se volvía más tranquila, lentamente, los rayones fueron cesando hasta desaparecer. Era como si el orden hubiera vuelto a su vida.