Luego de que Nicholas cayera dormido. Estuve varios minutos debatiéndome que debía hacer.
Primero: podía despertarlo para aclarar lo que acababa de suceder.
Segundo: podía simplemente marcharme y esperar a mañana para hablar.
O tercero: podía hacerme un lugar en la cama de Nicholas, y dormir los dos juntos por esta noche.
No lo medité mucho. Posiblemente nunca tendría otra oportunidad como esta. Así que subí a su cama, haciendo los movimientos más sutiles posibles, y me acomodé en el pequeño espacio que quedaba entre Nicholas y la pared.
Nicholas no se enojaría, no era la primera vez que dormíamos juntos, si bien la última había pasado hacía varios años, estaba segura que Nicholas no se lo tomaría a mal, además… ahora las cosas serían distintas, ¿Verdad?
Nos habíamos besado. ¡Mierda!... ¡Besé a Nicholas!, ¿El plan había funcionado?, ¿Nicholas ahora era mío?... ¡Diablos!, no puedo describir lo que siento en este momento, es un sentimiento inefable, son pocas las palabras de nuestro idioma para ejemplificar la felicidad que mi corazón estaba experimentando en este momento. ¡Nos habíamos besado!, y esta vez el beso había sido un beso de verdad, no como el anterior, que fue uno robado mientras Nicholas dormía, pero… si lo pienso bien, Nicholas estaba borracho… ¿Eso no sería cómo aprovecharme de él… otra vez?
¡Por Dios!, ¡¿Qué he hecho?!, ¡Soy una abusadora de borrachos!
¡No!, ¡Un minuto!, analicemos bien la situación, yo no fui quien besó a Nicholas, fue Nicholas quien me besó a mí, yo sólo correspondí a la pasión de sus labios. Una vez entendido esto, mi corazón recobró la cordura una vez más, y mi mente la serenidad. Estaba bien, no había hecho nada malo.
Mi monólogo mental fue interrumpido cuando sentí que Nicholas se movía entre sueños. Se giró de cuerpo entero, y su nariz quedó a milímetros de la mía. Largué el aire que estaba conteniendo cuando me aseguré que Nicholas seguía dormido.
¡Por Dios!, es tan hermoso.
Llevé uno de mis dedos a su rostro, y de una manera casi imperceptible, toqué el lunar que se hallaba debajo de su ojo derecho. Retiré la mano de inmediato y sonreí con picardía. Este chico era una obra de arte, y ahora era mío, nunca lo dejaría ir.
De a poco me fui quedando dormida, y mis sueños fueron inundados por un recuerdo en particular.
Me hallaba en mi casa, en mi cama específicamente, acababa de despertar, pero no quería levantarme, ya que a mi lado dormía Nicholas. Y amaba verlo dormir.
Teníamos quince años, y esta no era la primera vez que Nicholas y yo compartíamos una cama, pero no en el mal sentido. Desde que tenemos seis años, han sido recurrentes las noches que nos hemos quedado a dormir en la casa del otro, y mis padres no se oponían, ellos sabían que teníamos una relación de hermanos. Suena extraño, lo sé, pero mis padres lo son, son muy extraños. Posiblemente cualquier otro padre, no dejaría que su hija de quince años compartiera la cama con un amigo, a pesar de que se conozcan de la infancia, pero bueno, así son mis padres y no me quejo, todo lo contrario, gracias a ellos, podía apreciar esta bella obra de arte por las mañanas.
Cuando me percaté que Nicholas estaba despertando, cerré los ojos con fuerza para fingir que todavía dormía. Si Nicholas descubría que me quedaba viéndolo dormir, posiblemente ese sería mi fin.
Sentí que el colchón se hundió y luego que se levantaba al ser liberado de un peso. No podía verlo, pero podía adivinar que Nicholas se había levantado, escuché sus pasos y luego la puerta cerrándose. Había salido de la habitación. Ese fue el momento en el que volví a abrir los ojos.
Sonreí como una estúpida. Dormir juntos se sentía como si fuéramos esposos. Extendí la palma de mi mano por las sabanas, y la paseé por donde había estado Nicholas segundos atrás. La cama todavía conservaba el calor de su cuerpo.
Me quedé unos minutos más en la cama, disfrutando del rezago que dejó su presencia.
Los murmullos que se oían en el piso inferior, fueron los causantes que no quisiera pasar un segundo más metida en esa cama. Nicholas estaba abajo, y quería estar cerca de él a todo momento. Me cambié el pijama lo más rápido que pude, y descendí las escaleras de a dos.
Me encontré con un Nicholas, todavía con su pijama, sentado en la mesa con mis padres, compartiendo el desayuno.
— Come, Nicholas, ya pareces un bicho palo de lo delgado que estás.
— Gracias, Joel, pero ya estoy lleno — mi padre lo trataba como a un hijo, y Nicholas como a un amigo. Nunca había escuchado que llamara a un hombre adulto por su nombre, a excepción de mi padre, al resto se dirigía por señor.
— ¿Mis panqueques son horribles?, ¿Eso es lo que pasa?, ¡¿Verdad?! — mi madre parecía estar a punto de entrar en un ataque de histeria, era una persona que solía explotar por cosas simples, como, por ejemplo, si no nos gustaba su comida.