Y a pesar de que me opuse rotundamente, aquí estoy, preparando un bolso para el viaje.
¡No puedo creerlo!, ¡¿Cómo permití que pasara esto?!
Cuando ya hube llenado el bolso con todo lo necesario para un corto viaje de dos días y una noche, me senté en mi cama, de brazos cruzados y con mi mejor cara de pocos amigos, a esperar que el patán llegara. Y mientras lo esperaba me asaltó un recuerdo. Pues a la playa que íbamos, no era una playa cualquiera, guardaba allí uno de mis recuerdos de la infancia.
Recordé cuando teníamos doce años, faltaba un año para que Marcus se marchara a España y nos dejara sin su revoltosa presencia. Ese día habíamos decidido ver la película Jurassic Park III, si bien no era un estreno, y la película ya la habíamos visto años atrás, nunca desaprovechábamos una buena oportunidad para ver una buena película en el cine.
Estábamos los cuatro, Helen, Nicholas, y por supuesto, no podía faltar Marcus, que, aunque su presencia me resultara insoportable, siempre estaba allí para molestarme.
Nicholas y yo fuimos los encargados de comprar las bebidas y los pochoclos, mientras Helen y Marcus se quedaban aguardando lugares en la fila.
Esperamos en la fila, unos minutos hasta que el acomodador habilitó la entrada a la sala del cine. Recibió nuestras entradas y nos permitió el ingreso.
Como siempre, buscamos unos asientos ubicados en el centro de la fila de sillas. Una vez me senté en la esquina y estuve con tortícolis varios días.
No me gustó mucho como repartimos los lugares, pero ya era tarde para cambiar. Yo estaba encerrada entre Marcus y Nicholas, y del otro lado de Nicholas estaba Helen. ¿Por qué yo tenía que estar junto a Marcus?, el idiota se sentó junto a mí justo antes de que apagaran las luces, cuando ya era tarde para obligarlo a sentarse en otro lado. Cada vez se vuelve más astuto.
La película comenzó, y repartimos lo que habíamos comprado, era un vaso de gaseosa para cada uno, pero sólo nos había alcanzado para comprar dos cajas de pochoclos. Así que tendríamos que compartirlo entre dos, y adivinen con quien me tocaba compartir mis pochoclos, ¡Sí!, ¡Acertaron!, ¡Con el patán de Marcus!, pero estaba muy equivocado si pensaba que iba a ser cooperativa.
Cuando vi que la mano del patán se acercaba peligrosamente a los pochoclos, apreté con fuerza la caja contra mi cuerpo y alejé su mano.
— ¿Qué haces? — me preguntó en un susurro, pero igual alguien chistó para que hagamos silencio, pero Marcus no le llevó el apunte — Quiero pochoclos.
— Cómprate los tuyos — le dije, tomando un puñado y llevándomelos a la boca para generarle envidia.
— ¿Pero si yo también puse mi parte de dinero para comprar las bebidas y los pochoclos?, ¡Me corresponde una parte! — Marcus levantó un poco la voz y volvieron a chistar varios en la sala de cine.
Marcus me miró en silencio unos segundos, esperando a que yo accediera a convidarle los pochoclos, yo me mantuve en silencio también, y sin soltar la caja.
— Ya, ¿Vas a darme?
— No.
Marcus tomó un extremo de la caja con una mano y tiró de ella para que la soltara, pero no lo hice.
— Suelta.
— No, suelta tú.
Un hombre que estaba sentado en el asiento de atrás, nos chistó con fuerza. Parecía que estaba perdiendo la paciencia con respecto a nuestra pequeña pelea.
Marcus soltó la caja y me miró desafiante.
— ¿No vas a convidarme? — rugió el Spinosaurus en la pantalla.
— No — bramó el T-rex.
— Bien — dijo Marcus y vació su vaso de gaseosa por encima de mi caja de pochoclos.
— ¡¿Estás loco?! — le dije mientras le lanzaba la caja con su contenido estropeado al pecho y luego salté sobre él para golpearlo.
En la pantalla luchaban los dos dinosaurios.
Marcus tampoco se quedó atrás, comenzó a tirar de mi ropa y de mi cabello para que lo soltara, y ambos caímos al suelo en un remolino de manotazos y maldiciones.
Helen y Nicholas también se habían levantado de sus asientos e intentaba separarnos, pero era en vano, estábamos empedernidos en esta estúpida pelea.
Nuestra pelea fue interrumpida por una linterna que nos apuntó a la cara. Era la acomodadora que había entrado a la sala para terminar con nuestra escena.
— Ustedes cuatro, fuera — nos dijo con un gesto que le daría miedo hasta al padrino de la mafia.
Me levanté del cuerpo de Marcus, dejándolo que se parase también. Salimos del cine pidiéndoles disculpas a la acomodadora, mientras nos abucheaban los espectadores que querían ver la película.
— ¡No puedo creerlo! — nos regañaba Nicholas mientras caminábamos por la calle.
— Lo siento — dije, no había nada que me doliera más que cuando Nicholas se enojaba conmigo.
— No, tú no, Diana— me sorprendí — no puedo creer que fueras tan idiota — se dirigió a Marcus — ¡No sé ni porqué te invitamos!