Dos días después de la muerte de Augusto, se realizaron las exequias en un lugar alejado del parque, y cerca de la playa del lago. Sobre el verde césped, estaba levantada una carpa llena de sillas blancas entretejidas, y ordenadas a la perfección. Al fondo, un mesón largo cubierto por un mantel de gamuza color lila, con otro mantel dorado encima mucho más pequeño, colocado en diagonal, y en el centro del mesón reposaba la urna con las cenizas del viejo hechicero. Detrás del mesón, el pastor místico esperaba a que la familia diera inicio al rito de disposición de las cenizas.
La familia estaba a la entrada de la carpa recibiendo las condolencias, y una a una las personas fueron entrando. Augusto había sido un hombre muy conocido en los puertos de varias ciudades, y tenía muchos amigos de todos ellos. Las sillas dentro de la carpa se estaban agotando, y todavía seguía llegando gente. Finalmente, los presentes se fueron arreglando usando hechizos, hasta que entraron todos. A lo lejos se veía llegar un batallón de agentes de las Fuerzas Místicas del Orden. Podían contarse tres filas, con siete agentes cada una, todos con traje de gala con sombrero blanco de visera negra, y la encabezaba el director de la FMO con un traje de estilo militar con sombrero blanco de visera negra, y llevaba en su pecho una cinta de galardones. Los oficiales portaban en el cinto del pantalón una especie de sable ceremonial. El director dejó distantes a sus oficiales y se acercó a rendir sus respetos a la familia.
—Gracias por venir Rafael, pero hubiéramos entendido si no lo hacías.
—No puedo dejarlos solos en este momento, ustedes son lo único que me queda en la vida y sé que me necesitan.
—Y siempre estaremos para ti cuando lo necesites –dijo Catalina sosteniéndole las manos.
Entraron a la carpa y se sentaron en sus lugares. Al recibir la señal, el pastor místico inició la ceremonia, empezó a relatar los aspectos más resaltantes de Augusto, sus valores familiares y cómo en los últimos años se había dedicado de pleno a ayudar en la crianza de sus nietos. Luego de que algunas personas hablaron del viejo hechicero, Olga se dirigió a los presentes para cerrar el acto y proseguir con la disposición de las cenizas.
—Sé que todos los que están aquí querían mucho a mi esposo, y que de una manera u otra se ayudaban los unos a los otros. Pese a su impulsividad, siempre fue un hombre respetuoso y de altos valores familiares, como saben, si alguien se atrevía a meterse con alguno de los suyos, él era el primero en dar la cara, y precisamente así murió, dando su último aliento por su nieta. Yo antes de dar paso a la disposición de las cenizas, necesito hacer algo en honor a mi esposo, y lo haré si ustedes me lo permiten.
El silencio se apoderó de la carpa, el trinar de los pájaros se colaba junto al viento por entre las sillas. Catalina agarró con fuerza la mano de su esposo al escuchar el hechizo que su madre estaba recitando. Lo mismo hizo la pequeña Ángel de la Muerte con su padre. AJ miraba a todos extrañados sin saber lo que estaba ocurriendo, así que acercó la cara a la de su madre para preguntarle que hacía su abuela.
—Es el hechizo de Amor Eterno, si tu abuelo viene a buscarla, se convertirá en polvo y se ira con él.
—Hay que detenerla.
—Baja la voz AJ –dijo su padre–, nadie puede detener el hechizo de Amor Eterno, el abuelo se la llevará solo si nadie más la necesita.
—Pero Papá… –dijo antes de ser interrumpido por su padre.
—¿Crees que a tu madre le duele menos, o a tu hermana, o a mí? Se hombre Arturo José.
Hoy delante de ti, declaro mi amor eterno.
Hoy delante de ti, declaro que no podré seguir viviendo sin ti.
Porque vivir sin ti, sólo es vivir por vivir, sin sustancia, sin motivo, sin sueños ni ilusiones.
Porque el silencio me asusta al no escuchar tu palpitar a mi lado cada noche.
Porque la soledad me aterra al saber que nunca regresarás a mi lado.
Por eso, hoy delante de todos, te declaro mi amor eterno, y te pido que me lleves contigo en un lazo de amor infinito.
Llévame sin condiciones, sin promesas.
Llévame a tu lado si sabes que ya nadie más me necesita a su lado.
Hoy delante de ti, te declaro mi amor eterno, te pido que me lleves a tu lado y que con este hechizo me convierta en polvo, para unirme con tus cenizas y declarar por siempre nuestro amor eterno.
Un torbellino blanco cubrió a la abuela, y al despejarse, sus restos hechos polvo yacían en el suelo, sobre la ropa que llevaba puesta. Flavio, Catalina y los mellizos pudieron ver lo que nadie más podía ver, una nube amarillenta encima de la urna. El joven hechicero nunca había visto algo así y le preguntó a su madre.
—Es el alma de tu abuela, está esperando al Ángel de la Muerte para ir al plano espiritual.
—Pero mi hermana sigue aquí.
—Otro Ángel viene a buscarla, no te preocupes.
El Pastor Místico tomó las cenizas de Augusto y las sacó de su urna elevándolas en el aire, atrajo los restos de Olga y agitando la mano los mezcló en un torbellino. Otra nube amarillenta apareció encima del torbellino, y el alma de Olga se acercó a ella y comenzó a girar a su alrededor, hasta fundirse en una sola nube blanca muy brillante que luego se desvaneció. El Ángel de la Muerte había iniciado su trabajo. LC se apoyó sobre su padre y comenzó a llorar, igual que Catalina lo hizo sobre su hijo.