Capítulo 4.1

Entrar en el Bosque del Dolor, implica abandonar toda esperanza de encontrar vida. Es conocido por sumergir a las personas en la locura y apoderarse de sus almas para que permanezcan eternamente allí. 

Ambas conocían eso. Fue tal como creían, la luz desaparecía por completo, se encontraban en una oscuridad asfixiante. En la penumbra podía escuchar el crujido de los árboles e  imaginaban que esto se debía a un movimiento frenético entre ellos. Todo esto les causó escalofríos. 

La pista que tenía Ambrielle era que esta se encontraba en el bosque, más no en un lugar en específico. El único lugar que le recomendó Callista fue su vieja cabaña; la “guarida” de una bruja significaba escapar de la maldad que estaba en el ambiente. 

Al llegar no encontraron nada particular, era una simple cabaña. Las dos ataron sus caballos en la galería, Melody decidió descansar en los escalones y Ambrielle entró a la cabaña fácilmente sin llave. 

La piel de Melody se resentía por el frío, la energía que a sus ojos se tornaba roja se apoderaba del horizonte. Escuchó el crujido de los árboles y siguió imaginando como las copas chocaban con el suelo y volvían a su estado original, para chocar nuevamente en un bucle infinito. 

— Estamos en un lugar tan horrible, no hay luz. —Melody abrazó sus piernas, se sentía indefensa. 

En su hogar siempre había algo brillante que la acompañaba, pero ahora ella sentía que era lo único resplandeciente. Su única guía para no perderse en las tinieblas. 

— ¿Por qué tuvimos que acabar aquí? —se preguntó por una milésima de segundo para después contestarse a sí misma—. Lo sé, por Kenaz. 

Melody siempre fue consciente de que el amor de Ambrielle no tenía límites, que incluso aunque no fuera correspondido, ella arriesgaría hasta su propia vida para que Kenaz estuviera bien. En su mente, este amor no hacía más que causarle preocupación.

Se preguntaba: ¿Qué es lo que estaría dispuesta a hacer? ¿Entregaría su vida o la de alguien más?