Bellas palmeras de grandes hojas amarillas me acogieron en mi llegada
Sus hojas escondían un sutil secreto, difícil de atisbar
Sus hojas servían como un manto glaciar a los blancos tulipanes
Las palmeras esperaban anheladas la arribada de unas bestias pisotonas
"Danzan como el diablo, danzan como el diablo" Iteraban al compás de la melodiosa brisa.
El día era gélido para ser una tarde de primavera, las gaviotas sobrevolaban el mar como un colibrí a una zinnia hermosa. Todo era monótono, cómo todo en estos días.
Las horas transcurrían lentamente, minutos convertidos en horas, horas en decenios. Esperaba anheloso como las palmeras.
Hasta que al fin llegó la espera hora. De tierras ignotas vinieron aquellas bestias, danzando, y detrás de sus pasos quedaban las huellas rojas. Danzaron y danzaron por dos días enteros, desde el alba hasta que la luna se posase en el firmamento.
Y allí te vi tan celestial... ¿O infernal? Tu mirar era ávido, tal como dijo el pececillo, estabas en los brazos de otro, por un momento no me fue extraño. Alcé mi voz, nadie pareció percatarse, seguían en sus faenas, las palmeras moviéndose con el rumor de la brisa y los hijos del diablo seguían danzando. Pero tú, tú, amada mía reconociste mi voz ante aquel bullicio, corriste a mis brazos dejando en el suelo a tu otro pretendiente. Tu sonrisa era júbilo, cómo la que da un niño cuando encuentra una golosina, nos enlazamos, y nos marchamos.
Amada mía, ¿acaso te enamoraste?