Suena la alarma y yo la apago como puedo. Estoy exhausta, ayer fue mi segundo ciclo de quimioterapia y me dejan verdaderamente mal.
Hace cuatro años me diagnosticaron leucemia linfoblástica aguda, los primeros meses fueron terribles, porque no quería aceptar mi enfermedad y los síntomas eran desagradables, pero ya he aprendido a convivir con ellos. Hace un año pensé que había logrado vencer el cáncer, pero desgraciadamente regresó, el tratamiento anterior no fue suficiente y ahora estoy luchando nuevamente contra el cáncer.
Me siento en la cama y suspiro. Minutos después veo una bola de pelos dorada acercarse a mí y sonrío.
—Hola Primrose, ya te estaba esperando —acaricio su cabello.
Ella es mi mascota, es una golden retriever y tiene tres años conmigo, fue un regalo de mi abuela cuando cumplí 18 años.
—¿Ya quieres comer, preciosa? —ella ladra y me rio.
Todos los días me busca a la misma hora para comer, me obliga a salir de la cama y yo gustosa lo hago. El doctor dice que el estado de ánimo en una persona enferma es muy importante, yo trato de estar siempre alegre.
Le doy de comer a Primrose y me voy a bañar. Al salir me pongo la ropa interior y me miro en el espejo, ella se pone a mi lado, luego me mira.
—Sí, sé que estoy bastante delgada —suspiro.
He perdido mucho peso por las quimioterapias y ni hablar de mi cabello. Mido 1.70 m, soy bastante delgada, mi cabello es rubio rizado, mis ojos son marrones claros, no tengo muchos senos, pero me defiendo un poco por mi trasero.
Busco ropa en mi armario y me pongo un conjunto sudadera lila, la blusa es holgada mangas largas y corta, lo convino con unos zapatos tenis grises. No soy muy amiga del maquillaje, me echo brillo labial y dejo mi cabello suelto. Escucho el ladrido de Primrose, me está tendiendo mi bolso.
—Eres muy inteligente, bonita —la acaricio y beso, ella mueve la cola animada.
Bajo las escaleras y ella viene conmigo. Me encuentro de golpe con mi mamá.
—Se supone que deberías descansar, ayer terminaste muy cansada —miro a mi madre.
Ella es morena, su cabello es castaño claro y rizado, sus ojos son marrones claros como los míos. Mide 1.74 metros, no es muy alta.
—Buenos días para ti también, mamá —ella rueda los ojos y veo sonreír a mi hermana.
—Hablo en serio Jazmín, tienes que descansar —me siento y sirve el desayuno.
—No me puedo pasar el resto de mi vida en una cama, debo aprovechar que estoy viva, mamá —hace una mueca.
—Solo trato de cuidarte.
—Eso lo sé, yo soy la más interesada en estar bien, pero tengo que vivir, tengo un porcentaje alto de probabilidad de morir y no quiero hacerlo sin disfrutar mi vida —sus ojos se llenan de lágrimas.
—Solo come Jaz, no hables así —suspiro.
Sam toma mi mano y sonríe, yo le devuelvo la sonrisa. Ella es mi hermana menor por dos años, no nos parecemos mucho lo único que comparto con ella es el color de piel, su cabello es un tono más oscuro que el mío, y está mucho más largo, le llega a la cintura. Ella mide 1.65 m y tiene un cuerpazo. Es muy parecida a papá, sus ojos son verdes como los de él.
—¿Me das un aventón? —me pregunta.
—Los que quieras —se ríe.
Terminamos de comer y juntas nos vamos a la universidad. Ella está estudiando idiomas y yo artes; me fascina plasmar la naturaleza en los lienzos.
—¿Te espero o nos vemos en casa? —le pregunta.
—Espérame —asiento y ella desaparece de mi vista.
Yo me voy a mi primera clase. Al llegar al salón me siento en la parte de atrás y no puedo evitar ver hacia el lado derecho, allí siempre se sienta un chico que me llama mucho la atención. Es bastante misterioso y hermoso. Mide 1.80 m, su cabello es negro, sus ojos son azules como el cielo, ¡su nariz es divina! Y es bastante acuerpado. Su nombre es Julián Clifford.
—Buenos días, chicos —dice la profesora y todos la miramos.
Hoy presentaremos nuestros dibujos a la clase.
—Señor Clifford, hagamos el honor de ser el primero —se pone en pie y agarra su lienzo.
—Buenos días, ya todos me conocen, no hace falta que me presente —sonrío, él es muy serio y diría que siempre está triste —Como pueden ver este es mi dibujo —lo muestra.
Su dibujo es espectacular, aunque refleja mucha tristeza como todo lo que he visto que dibuja.
—¿Nos explica el significado de su dibujo? —pregunta la profesora.
Con su rostro inexpresivo comienza a explicar y yo detallo cada aspecto de él. Digamos que siento una pequeña atracción por Julián, el chico más misterioso de la clase.
—Señorita Anderson, sería bueno que preste atención a lo que le digo y deje de mirar a su compañero —siento calor en mi rostro.
Mis ojos se encuentran con los de él y alza una ceja.
Trágame tierra.