Folded Dreams

33

—¿Que rayos esta pasando? —se preguntó Dante arrodillándose frente al cuerpo carbonizado. —¿Esta es la voz que escuchamos cuando Silvana rompió el vínculo con el árbol?
—Es posible. —dijo Diógenes. 
El joven estratega observó el cuerpo con atención. —¿Es… una especie de NPC? —preguntó. —¿O una de las criaturas del bosque como ese oso...?
—Las Driadas no son monstruos, si es lo que quieres decir. —respondió el Archivista. —Pero tampoco son NPC’s en el sentido que no interactúan con los jugadores de Calypso como lo hacen los habitantes de pueblos y ciudades alrededor del planeta.
—¿A qué te refieres?
—Son una raza de criaturas muy inteligentes, con su propio idioma y cultura, pero mantienen una relación poco cordial con el resto de las entidades sociales del juego… se ocultan de todo el mundo y protejen el bosque de las criaturas que intentan causar daños a los árboles o animales de la floresta.
Dante miró pensativo el rostro quemado de la joven Driada. —Una guardiana del Bosque… ¿Crees que…?
En ese momento llegó Mirna trayendo a Silvana de la mano. La joven Druida dió un grito de dolor en cuanto vió el cuerpo calcinado de la Driada y de inmediato se arrodilló junto a ella extendiendo las manos sobre el pecho de la misma.
—Silvana… —dijo Dante acercándose a la joven pero Mirna se interpuso entre el y la Druida y bufó como un gato enojado.
—¿Que sucede Mirna?
—Dejala en paz. —respondió la arquera con las orejas erizadas. —No la interrumpas.
—Pero… —comenzó a decir el Archivista. 
—¡Callate!
Era la primera que escuchaban a Mirna alzar la voz así que tanto Dante como Diógenes se callaron de inmediato.

Las manos de Silvana comenzaron a brillar tenuemente mientras el viento soplaba a través del claro haciendo que las ramas de los árboles se movieran produciendo aquel sonido peculiar del bosque. Los compañeros de Silvana observaban en silencio mientras la joven se concentraba sobre aquella pobre criatura.
—Por todos los santos, aún está viva… —exclamó Dante sin poder reprimir su sorpresa al ver como el pecho quemado de la Driada comenzó a moverse debajo de las manos de Silvana.
La criatura gimió con apenas un hilo de voz mientras las lágrimas corrían por el rostro de la joven Druida. —Yo… yo lo siento tanto. —dijo tomando una de las manos quemadas de la Driada. —No pude hacer nada para salvarte y ahora… ahora tú.
La Driada abrió los ojos y Dante casi dá un salto de la impresión que aquellos ojos de color verde esmeralda le causaron en aquel momento.
—Hice… lo que tenía que hacer. —respondió con voz débil. —El…. el bosque debe ser protegido… sin importar las consecuencias. —murmuró.
La criatura expiró en ese momento con un sonido que les recordó a todos el crujir de las ramas secas. El cuerpo exánime de la infeliz Driada comenzó entonces a deshacerse en las manos de Silvana, quien no podía hacer otra cosa que llorar la muerte de aquella noble criatura mientras los demás guardaban silencio.
Cuando el viento se llevó la última de las cenizas, la joven Druida se puso de pié con la ayuda de su báculo. El silencio en el claro era completo, como si todo el bosque alrededor guardase un respetuoso silencio por aquella trágica muerte.
—Silvana… —dijo Dante avanzando pero fué prontamente detenido por Mirna, quien le sostuvo el brazo mientras sacudía la cabeza. 

La Druida comenzó entonces a entonar un canto mientras ponía a trabajar su magia de sanación. Lentamente comenzó a recorrer el claro limpiando y sanando el daño de la batalla, desintegrando la corrupción en los sitios donde el daño era demasiado severo y sanando las plantas allí donde había todavía una pizca de vida verde que podía ser curada. 
—Probablemente eso le lleve un rato. —observó Diógenes sacudiendo la cabeza.
—Si. —reconoció Dante. —Será mejor que no desaprovechemos el tiempo. —¿Mirna? —preguntó dirigiéndose hacia la arquera, quien vigilaba atentamente a su amiga.
—¿Nya?
—Necesito hablar contigo sobre tu exploración. —dijo.
La chica-gato pareció dudar unos momentos pero se acercó a los dos compañeros con la cola tensa. 
Se sentaron a un lado del claro para no interrumpir la labor de Silvana bajo la sombra de un enorme árbol añoso.
—Antes que nada. —dijo Dante mirando a Mirna. —Quiero reconocer que todo lo que ocurrió fue culpa mía. —exclamó mientras se inclinaba a la manera japonesa para pedir disculpas. —Te fallé y no estuve preparado para proteger a Silvana y de no haber sido por ti ahora estaríamos muertos...estoy completamente arrepentido de lo que hice, por favor perdóname.
Mirna agachó las orejas y asintió en silencio, pero no dijo una sola palabra mientras Dante volvió a sentarse frente a ella.
—¿Sabes algo de este Oso-Zombie que nos atacó? —preguntó Diógenes también acomodándose como mejor pudo entre la hierba. —No soy experto en el bosque como tu y nuestra Druida, pero por lo poco que he investigado en los libros del Clan Hall… esta clase de monstruos no es algo normal en esa área.
La arquera asintió. —No era de aquí. —dijo en voz baja.
—¿De donde…?
Mirna extendió la mano y señaló hacia el Sureste. —Hay una zona de corrupción en lo más profundo del bosque, ruinas… un cementerio.
—¿A qué distancia…?
—Lejos. —dijo la joven.
El canto del hechizo de Silvana les llegaba claramente y se mezclaba con el ruido del viento entre las ramas de los árboles. El silencio había dejado paso a los sonidos normales del bosque que lentamente había vuelto a cobrar vida.
—¿Que viste durante la exploración? —preguntó Dante. —¿El camino es seguro?
—No. —respondió la arquera son seriedad. —Tres Partys en la entrada de las ruinas, acampadas. Estandartes rojo y oro. Probablemente haya más dentro de las ruinas haciendo rotaciones con las que están fuera.
Dante asintió. Mirna era una excelente Scout y su informe era preciso y directo al punto. Esa era la clase de información que un estratega necesitaba para planificar una operación exitosa.
—Probablemente sea un campamento de una de las divisiones del Imperio que farmea los raids de esta zona. —meditó Diógenes mientras se ponía una pequeña ramita en la boca y miraba distraído el cielo azul.
—¿Farmear? ¿Raids? —Preguntó confundido Dante.
—Argot de MMORPGS. —explicó el Archivista. —Los raids son una especie de eventos exclusivamente para un grupo de jugadores que unen fuerzas para derrotar a un monstruo más poderoso que lo normal y obtener una recompensa… cuando la misma Party de jugadores repite el mismo evento una y otra vez, se dice que están “cosechando” las recompensas del Raid y por eso utilizan la palabra anglosajona desde hace medio siglo más o menos…
—Comprendo. —aseguró Dante. —¿Quiere decir que ese grupo de jugadores lleva ahí un tiempo? ¿Y que no se moverán de ahí por un largo rato?
—Nya. —asintió Mirna moviendo una mano como si fuera la pata de un gato.
—Mala cosa. —opinó Diógenes. —Aunque tal vez sea eso a lo que se referian las palabras de la profecía.
—¿Tu crees a que “La Horda Escarlata” se refiere a los soldados del Imperio haciendo ese tal… “farmeo” en el bosque? —preguntó Dante.
—Es una posibilidad. —reconoció el Archivista. —Algunas divisiones del Imperio portan estandarte rojo y oro.
Pero el joven estratega no estaba tan seguro. —No. —dijo sacudiendo la cabeza. —No lo creo.
—¿Que te hace estar tan seguro?
Dante recordó la proyección de fuerzas que Willy le había mostrado en la SDF-1, pero no podía hablar sobre ello con los integrantes de La Orden. —Es una cuestión de números. —dijo en cambio. —No dudo que El Imperio tenga los guerreros mejor equipados y entrenados de entre los jugadores de Calypso, pero sus números no corresponden a lo que llamaríamos un “Ejército”. ¿Cuántas personas forman una Party? —preguntó mirando a Mirna.
La chica levantó ambas manos pero ocultó uno de sus dedos.
—Nueve jugadores en cada Party. —dijo Dante. —Así que en esas ruinas no puede haber más de cincuenta personas, si las observaciones de nuestra “Scout” son correctas.
—Nya. —asintió la arquera.
—Eso no cuenta ni remotamente cerca como una “Horda”. —aseguró Diógenes. —Entiendo lo que dices, lo que significa...
—Que vamos a tomar el camino largo por las montañas. —dijo Dante suspirando.
Diogenes desplegó el mapa detallado del bosque y lo aseguró en cada esquina con una piedra. —Tendremos que adentrarnos en territorio del Enjambre. —dijo con voz tensa señalando la zona más allá de la cresta que Dante sugeria escalar. —No hay mucho detalle en esta zona del mapa, pero supongo que el bosque es igual de denso en esta zona… ¿Verdad Mirna? 
—El Valle de los gigantes del Enjambre. Zona pantanosa. —respondió la arquera. 
—Así que continúan las buenas noticias. —suspiró Diógenes. 
Dante observó la zona del mapa y tomó una decisión. —Utilizaremos el camino norte. —dijo. —El paso que lleva al valle es demasiado peligroso para nosotros. Partiremos en cuanto Silvana culmine sus trabajos de restauración.
Los dos compañeros asintieron en silencio pero Diógenes aún tenía preguntas sin respuestas. —¿Sabes algo de esa Driada? —preguntó interesado pero Mirna sacudió la cabeza. —Hablad con Silvana. —dijo mientras se ponía de pie. —Pero no ahora, es demasiado pronto.



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En el texto hay: videojuegos, isekai, macross

Editado: 27.12.2020

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