Footprints

Capítulo 14

—Sí.

—Sí, ¿qué? —contestó Kacey mientras comía de sus patatas fritas de bolsa.

Hoy su pelo iba recogido en un moño desecho. Quise reír pues iba vestida de rojo tanto en su jersey de cuello vuelto como en sus pantalones a cuadros y eso me hizo recordar a quien ya sabía.

Me apresuré en sentarme en el banco metálico y pelado. Apoyé un brazo en el respaldo al colocarme de lado y hablarle muy decidida.

—Quiero ir contigo al estudio. Bueno, ya sabes, intentarlo. Aunque no sé cómo voy a poder pagarlo.

—Ah, no te preocupes. —Hizo un gesto indiferente con la mano que no sujetaba la bolsa—. Yo no pago nada.

—¿Es gratis? —pregunté arqueando una de mis cejas.

—Sí. Créeme, sino no podría permitírmelo. —Continúe confusa—. Antes no era así ¿sabes? Solo éramos un grupo de amigos compartiendo pasos en un garaje. El que nos ofrecía Anastasia al ver cómo nos reuníamos todos los días en los parques más cercanos; bailando y divirtiéndonos. A ver, nadie quiso ir en primer lugar, pensábamos que igual era una loca. Sin embargo, no fue así. Acabamos yendo todas las semanas. Entonces ella decidió incorporar algo de… ¿profesionalidad? al alquilar el estudio y contratando un par de coreógrafos.

Se comió otra patata antes de continuar.

—Es una buena persona. Lo hace por el amor a bailarines futuros. Además, siente total devoción por la docencia. Es algo que la define. 

—Debe tener mucho dinero. —Pensé en alto.

Ella bufó divertida.

—La cabrona tiene muchísimo —bromeó y reímos a la vez—. Pero que haga algo así con él es del todo genial. Es un estudio apartado y limitado, pero hablaré con ella.

Pensativa quede, repitiéndome sus últimas palabras. Se lo agradecí por lo bajo y saqué mis rosquillas glaseadas. Tras darles unos pequeños mordiscos, solté lo que tanto retenía en la punta de la lengua.

—Creo que la he cagado.

Ella dejó de mirar el fondo de la bolsa en busca de alguna patata más y me dedicó toda su atención.

—¿Qué has hecho? —Quiso saber mientras lamía sus dedos llenos de migas crujientes. Saqué un pañuelo de mi chaqueta para dárselo.

—Ayer besé a Miles. —Los ojos se le abrieron de par en par—. En la mejilla —aclaré, aunque de nada sirvió. Seguía con aquella expresión y con la boca entreabierta.

—¿Y él que hizo?

—Prácticamente huyó. Solo le faltó salir pitando de mi cuarto. No me arrepiento de haberlo hecho, pero está muy claro que le puse incómodo. Yo no quería algo así, de verdad.

Asintió limpiándose las manos.

—¿Por qué lo hiciste? Me dijiste que estabas tratando de olvidarlo.

—Lo sé —sacudí mi pelo, frustrada—. Me prometí que seguiríamos como siempre, siendo sólo amigos. Pero ayer me lancé a hacerlo. Ni siquiera sé el por qué y no, salta a la vista que no he podido olvidar algo así en dos semanas.

—Bueno, no pasa nada.

Negué con la cabeza.

—Tengo la sensación de que he marcado un antes y un después.

—Sólo ha sido un beso en la mejilla.

Agradecí que tratase de restarle importancia, pero era mucho más que eso. Tal vez pareciese algo de lo que no hubiera que preocuparse, pero yo lo veía como algo demasiado novedoso como para olvidarlo. Intuía que Miles debía estar pensando lo mismo.

Un abrazo era el tope. ¿Un beso en la mejilla? Sí, sin duda era algo nuevo.

—No te preocupes —insistió. Colocó su palma en mis tejanos y los acarició por encima, reconfortándome. Menos mal que sus manos ya estaban limpias.

Moví los labios no muy segura.

—Cuando lo vuelvas a ver seguro que todo seguirá igual.

Y eso me llevaba a preguntarme: ¿quería que todo volviese a ser igual?

Sí, quería que Miles no se lo hubiese tomado de tal manera y que continuase cómodo conmigo. Pero ¿quería volver a esconder todo lo que sentía? ¿Dejar una amistad que, a pesar de adorar, me hundía al recordar que no ocurriría nada nuevo?

A ver, eso es lo que me dije o que prácticamente me prometí, pero no dude en deshacerlo ayer, al verlo conmigo después de aquella discusión. Aunque ¿qué había de todas las otras?

¿Qué pasaba con las demás en las que al terminar me quedaba sola y me culpaba por todo lo que me decían? ¿Por qué nunca subían ellos a ver cómo estaba? ¿A solucionarlo con calma, aunque hubiese la posibilidad de que rechazase hablar con ellos?

Nunca hicieron algo parecido. Podía haberlo hecho yo, pero si no me demostraban querer arreglar cualquier cosa, ¿por qué iba a hacerlo yo sola? ¿Por qué dejaban todo ese peso en mí?

Joder, para arreglar las cosas se necesita a más de uno intervenir, ¿no?

Una vibración me sacó de mis pensamientos. Menos mal. Mi cabeza iba explotar si seguía así y tampoco quería que mi estado de ánimo volviese al subsuelo al pensar en mis padres.

Era el móvil de Kacey. Cuando lo sacó de su mochila su cara adoptó un mohín. Gruñó sonoramente antes de guardarlo de nuevo.




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