Kacey fue a la cafetería de siempre a tomar un café antes de ir al ensayo. Su cuerpo necesitaba cafeína urgentemente. Estaba agotada y aquella tarde mucho más, ya que hace menos de una hora había discutido con sus tutores por la misma historia de siempre.
Ella tenía que hacer frente a todo tipo de cosas en su vida y ellos insistían en que hiciese otras que no eran de su responsabilidad. Les decía lo ocupada que estaba. Insistía en que la dejasen en paz ya que bastante tenía con tener que trabajar duro para conseguir una beca e ir a la universidad. Pero ellos le sacaban a colación que dejase el estudio para tener más tiempo para lo demás.
«No hay quien entienda a los adultos...»
La joven suspiró por enésima vez antes de parar la canción que más le gustaba por el momento, gogobebe, y cerrar su coche. Ajustó bien sus auriculares y llamó a Grace, la causante que se hubiera vuelto una autentica fan de Mamamoo.
Ahora su amiga estaba castigada, así que no podía ir a buscarla. Hablaba con ella cada vez que podía para saber cómo estaba. Sólo podía verla en persona en el instituto y se veía tan mal como decía en sus muchas videollamadas.
Grace se comunicaba través de su portátil. Esta vez sí que le habían quitado el teléfono. Había conseguido quedarse con el ordenador ya que lo necesitaba para clase y sus trabajos, nada más.
Iba a clase, volvía a casa... Se encerraba en su cuarto, comía entre horas... Era como si hubiera vuelto al principio de todo, pero peor aún porque, últimamente, no podía evitar echarse siestas de horas en las que su cuerpo se despertaba mucho peor.
Al principio esos pequeños descansos solo fueron las tardes en las que, si no la hubiesen pillado, habría ido al estudio. No obstante, esos pocos días se convirtieron en casi todos los de la semana. Se levantaba de esos sueños mucho más mareada y con un cansancio tan profundo que le impedía hasta ponerse de pie. Ahora podía quedarse horas tumbada en la cama, sin hacer absolutamente nada, y seguir sintiendo dolor por todo su cuerpo.
—Grace, cuanto lo siento —dijo Kacey mirando a la pequeña pantalla del teléfono mientras entraba en la cafetería.
Se puso en la fila.
—¿Cómo van las cosas en el estudio? —Quiso saber ella en voz bajita, sobre todo, para que sus padres no supieran que se comunicaba con otro ser humano durante su castigo.
Se notaba que seguía abatida. Estaba sentada en su cama, con las piernas cruzadas y sujetando su cabeza como si se le fuera a caer en cualquier un momento.
Kacey suspiró.
—Todo ha ido a peor. No estás tú, todavía no me he atrevido a hablar con Brianna y ha vuelto Lauren. ¡Lauren! Me está volviendo loca, en serio. Ahora en lugar de decir: «es hora de ir al estudio», no puedo evitar pensar en que excusa puedo poner para no asistir. Pero tampoco quiero que mis tutores se salgan con la suya. Menuda mierda todo.
Las cosas debían ir muy mal si Kacey no quería ir al estudio. Eso era un hecho.
Grace le contestó algo a su amiga. Algo que no pudo llegar a escuchar porque de repente vio salir una cara muy conocida del baño de la cafetería. Kacey se quedó muda. Muda y sorda. No escuchaba la voz de Grace. Únicamente, podía mirar a la chica que se había detenido bruscamente al verla.
Myers abrió y cerró la boca sin saber que hacer. No, todavía no podía hablar con ella. No se había preparado y no podía improvisar una conversación seria. En los ensayos se limitaba a hacer lo que tenía que hacer y se iba, sin cruzar miradas con ella. Y allí estaba ahora.
Con su bonito pelo en una coleta alta y apretada; con esos labios pintados con un poco de brillante y vestida con unos pantalones anchos y con cadenas.
Kacey no dudó en dejar la fila y salir de la cafetería pitando. Le dijo a Grace que la llamaría luego, colgó y guardó el teléfono en su abrigo con mucha prisa.
—¡Kacey! —Brianna corrió tras ella y tuvo que detenerse. El coche estaba a menos de tres pasos, pero no podía seguir huyendo.
Se giró lentamente acariciando su ondulado pelo y metiendo lo que podía tras una de sus orejas.
—Hola —suspiró.
—Hola —respondió a pesar de que se le había atorado la saliva que debía tragar.
Estaban en mitad de la acera y mientras la gente circulaba por ella, las dos jóvenes se limitaban a mirarse sin saber cómo empezar.
—Yo...
—Lo siento —interrumpió Brianna, dolida—. Siento si ese día te hice sentir incomoda. Yo...No debí... Joder. —Se mordió el labio y miro hacia otra parte.
Seguía recordando absolutamente todo de esa tarde. Brianna tenía previsto bailar con ella, como muchas otras veces, pero no supo lo que pasó, simplemente se quedó embobada mirándola. Es que era verla moverse, buscando esa inspiración para crear sus propios bailes, y dejar de pensar. Era digno de película, en serio. Se veía tan libre al hacerlo, tan feliz y bonita... Y, bueno, no era una novedad que Brianna tenía un crush en ella hace un tiempo. Así que cuando la música acabó, se llenó de valor y la besó.
Su corazón todavía le daba vuelcos al recordar el olor de Kacey, el tacto de sus labios y su...