Martes, casi la mitad de la semana. Me encontraba en la aburrida clase de ciencias sociales que son dos terribles horas, una vez más llegué tarde y una vez más la profesora se quejó de mi mal hábito, pero bien sabe que siempre le entrego las tareas, cumplo con los trabajos que pide y pongo atención a sus explicaciones del tema, ¿qué más quiere?
Miré a mi alrededor, Angie tomó asiento lejos de mí, pues sabe que la molestaré por enésima vez. ¿Por qué lo hago? Para divertirme.
De éstas dos horas venía lo peor, que es cálculo. Aunque con este profesor me la llevaba un poco mejor, ya que me apoya mucho a mí y al equipo de baloncesto, algunas veces mi equipo y yo llegábamos con él hablándole de tú y con saludos de chocarnos los puños.
…
Hora del receso, abrí una lata de energizante y me lo llevo a los labios para darle un sorbo. De lejos veo a la rubia en su casillero, me lamí los labios y avanzo hacia ella, noto su cara de “Oh no, ya viene a molestar de nuevo”, reí divertido.
―Hooola, hola Angie —canturree.
―¿Qué quieres ahora? —pregunta ella con su mismo tono de voz frío.
Recargo mi hombro en los demás casilleros, ―No te enojes, sólo te estoy saludando ¿o acaso te estoy pidiendo algo? —dije y luego le dí un sorbo a mi bebida.
La rubia cierra su casillero de un portazo.
―Uy…que genio —me burlé ante su acción.
―Sólo sé que vienes nuevamente a arruinarme el maldito día, ¿por qué mejor no te vas a chuparle el culo a Katly? No vas a molestarla porque sabes que al igual que yo puede arruinarte tu cara de metrosexual.
Dicho eso de da la vuelta para irse, la seguí pero, demonios, camina muy rápido. Miré una señal de piso mojado, la intendenta del instituto quien estaba trapeando el pasillo.
―¡Angie! ¡Cuidado, piso mojado! la alerté, ella decidió ignorarme y seguir caminando.
En eso Angie se resbala, sus libros volaron y cayeron, solté lo que llevaba en mano y corrí hacia ella, la atrapé entre mis brazos antes de que fuera a caerse de espalda.
La observé de cerca, es linda, realmente lo es. Su piel es de un color pálido, ojos azules, labios rosas por naturaleza y algunos mechones rubios cubrían su cara. Ella giró su rostro al darse cuenta de que la estaba observando, sin querer mis mejillas empezaron a arder.
Desvié mi mirada, un montón de estudiantes alrededor nos miran y vi a una Katly presenciando esta escena con asombro. Liberé a Angie de mis brazos y guardo mis manos en los bolsillos del pantalón.
―La próxima vez ten más cuidado —murmuré y la rubia asintió alejándose de aquí.
Mi mirada volvió a Katly que igual se alejaba de aquí, fui detrás de ella mientras gritaba una y mil veces su nombre, ella entró al baño de mujeres y azotó la puerta. Es obvio que me quedé afuera.
Toqué suavemente la puerta con mis nudillos. ―Katly… nada de lo que acabas de ver es lo que parece, ¿entiendes?
―¡Lárgate de aquí! —me gritó desde adentro.
―Katly, por favor no me hagas esto, déjame explicarte —supliqué.
―¡No me interesa! Siempre supe que me engañarías con esa zorra oxigenada, y todavía me mientes diciendo que nada de eso pasaría —gritó, su voz se escuchaba quebrantada.
―Mi amor, te pido sólo unos minutos para explicarte, por favor sal un momento.
De la nada ella abre la puerta, sus ojos empezaban a verse rojos y sus pómulos estaban manchados de negro por la máscara de pestañas que se había recorrido por las lágrimas.
―No soy tu amor. Habla entonces, ¡habla! —sollozó.
―Mira, es sólo que… tú viste que Angie estaba a punto de caerse a causa del piso mojado y yo sólo evité que se cayera. Te juro que entre ella y yo no hay nada —expliqué y Katly me miraba incrédula.
―Sí, claro —ironizó―. Hubieras dejado que se rompiera un hueso al caer. Te la pasas molestándola, intentas entablar una conversación con ella, pareciera como si estuvieras luchando por obtener su atención. Desde que ella puso un pie en este instinto ya casi no estás conmigo, no me das tu atención ni nada, hasta la noche de la fiesta en tu casa me negaste el sexo —recrimina―. Es obvio que hay algo entre ustedes dos.
―Te repito que…
Me interrumpe y con un klinex se retira lo negro de sus ojos. ―No quiero seguir escuchándote, terminamos —dijo firme.
Mis ojos se abrieron como platos al igual que mi boca de asombro. ―¿Q-qué? ¿estás mintiendo verdad?
―Lo que escuchaste, ter-mi-na-mos. Así que quiero que me olvides, ya no me busques y ni siquiera vuelvas a hablarme —sentenció.
Mis ojos empezaron a ponerse acuosos y mi voz a ponerse quebrantada, ―Katly, por favor dame otra oportunidad, te prometo que no te fallaré.
Quise tomarla de la mano pero la castaña fue ágil y se fue de aquí, dejándome solo. Básicamente quedé estático en éste lugar, estaba anonado y pensando en lo que acaba de pasar.
Bien…acabo de perder a mi chica, la chica de la que me enamoré y que siempre hacía mis días, la que era mi vida.
Narra Angie:
―Estoy realmente avergonzada por lo sucedido —repetí por milésima vez la misma oración—. Trágame tierra.
Ya no tenía apetito, me la pasaba quejándome por todo mientras picaba continuamente mi comida con un tenedor, desde que salí casi corriendo de esa horrible escena no he dejado te tener ojos sobre mí, como si fuera yo una fugitiva en el instituto.
―Angie, por el amor de Dios ya relájate —dijo Nina intentando calmarme, yo casi estaba al borde de un colapso―. Además ¿qué hubieras preferido? ¿caer ridículamente al piso mojado y romperte un hueso? ¿o que el chico más popular del instituto te salvara? Ese es mi sueño frustrado.
―No qué es peor. Su estúpida novia estaba ahí presente y de seguro va a querer romperme las piernas.
―No creo que lo haga, esa castaña se cree “peligrosa” cuando ni siquiera ha estado en alguna pelea —habló Mikael con la boca llena de hamburguesa.