―¿Por qué mejor no se meten con alguien del tamaño de ustedes? Trío de maricones.
Mis ojos empezaron a buscar de dónde provenía esa voz masculina y finalmente se posaron en aquel que sería mi salvador, era Jayden, los pandilleros se dieron la media vuelta para encararlo. Seguí forcejeando para que el fuckboy me suelte y por consiguiente siento que me pone el filo de una navaja en mi cuello.
—No intentes nada, o te irá peor —me susurra muy cerca de mí y sentí un escalofrío recorrer en mi espina dorsal.
―Será mejor que no te metas en esto, mocoso —amenazó uno de los dos tipos que se enfrentarían al moreno y lo empuja violentamente―. Señores, parece que este mocoso quiere pleito, hay que demostrarle quien manda aquí.
―Te patearemos el trasero —habló el otro y se tronó los dedos de ambas manos
—¿Ah sí? Vamos, inténtenlo —los desafió Jayden con suma confianza en sí mismo.
En segundos, el fornido con cuchillo en mano se lanzó a Jayden para así poder apuñalarlo, pero el moreno fue bastante ágil y le tiró un puñetazo en la nariz hasta que se escuchó el crujido cuando un hueso de rompe, el tipo soltó un alarido de dolor y se tomó de la cara con ambas manos. Tomé el brazo derecho del chico que me sujeta y me giro frente a él para atinarle un rodillazo en sus partes íntimas, éste se torció por el dolor, luego tomé su cara y la estampé contra mi rodilla para luego caerse al suelo.
Jayden estaba teniendo problemas, el sujeto de la capucha lo sostenía de los brazos mientras que el otro a quien le salía chorros de sangre de su nariz fracturada, quiso apuñalarlo, Jayden me ordenó con la mirada que corriera. Miré a mi alrededor con desespero, fui directa hacia un bote lleno de escombros, con mis manos temblorosas busqué algún objeto con qué defendernos y encontré un palo de madera de una valla. Volví a mirar la pelea, Jayden estaba libre de ataduras e intentaba deshacerse de los tipos. Uno de ellos nuevamente lo toma por la espalda para que el otro pueda clavarle la navaja, corrí en ayuda del moreno y me lancé sobre el que tenía el arma blanca para golpearle la cabeza con mi valla, lo golpeé unas cuantas veces hasta que lo veo desplomarse en el pavimento, quizás ya inconsciente.
Mientras mi compañero agarró del cuello al último y lo golpeó en la cara y en el estómago hasta que se cansó; miré de reojo que el “fuck boy” se ponía de pie con dificultad para atacarnos, ya estando cerca de mí roté sobre mis talones y le tiro un puñetazo en la cara que hasta me dolió la mano, él se tambaleó y vuelve a caer. Agradezco al cielo que no haya pasado nada malo, ¿dónde está la policía cuando la necesitamos?
―¿Están…? —le pregunté nerviosa al ver a los tres sujetos tirados, débiles y parecían estar muy drogados.
―Sólo están noqueados, a excepción de éste —corrobora el moreno y luego señaló al que estaba tirado en el suelo quejándose por su nariz rota.
Jayden le pateó el estómago, luego yo y así alternativamente lo pateamos.
―Ok, ok, ya es suficiente, le vamos a sacar el desayuno —rió el moreno, al igual que yo.
―Oye, creo que tú también estás sangrando —le avisé cuando vi en su rostro que una línea gruesa de sangre bajaba por su cien hasta la mejilla.
Él tocó su herida con sus dedos y soltó un quejido, junto a la ceja derecha tiene un corte como de dos centímetros, no puede quedarse así, ya me salvó la vida dos veces y supongo que en el apocalipsis nadie quiere estar solo, lo ayudaré como Madre Teresa.
―Vamos a mi casa —le dije sin pensarlo dos veces.
—Estoy bien, no te preocupes, sólo es algo leve —se limpió la herida con su mano, pero lo único que hacía era esparcir la sangre por toda su frente.
Negué con la cabeza y terminé convenciéndolo de que tendría que desinfectarse, sino al día siguiente se pondrá peor. En cuestión de minutos llegamos a casa, introduje las llaves en el cerrojo y abrí, le pedí que no hiciéramos tanto ruido, no le di explicaciones, sólo quería que mi madre no se diera cuenta y evitar que ella me hiciera un bombardeo de preguntas. Entramos a mi habitación, al encender la luz Jayden miró con detalle las cuatro paredes de aquí y todo lo de su alrededor.
―Vaya que eres muy fan de The Beatles —comentó.
―Sí —respondí con simpleza sin tomarle importancia a su comentario―. Puedes sentarte si quieres, iré por el botiquín —lo invité a ponerse cómodo y lo dejé solo por un rato.
¿Precisamente tenías que meterlo a tu habitación, querida Angie?
Narra Jayden:
El golpe que había recibido de parte de uno de esos drogadictos no dejaba de sangrar y me dolía con un demonio, tenía la suma precaución de no manchar la colcha de Angie, que por cierto esta rubia se estaba tardando mucho en regresar.
Mis ojos volvieron a recorrer su habitación, paredes pastel, con lindos adornos, sus muebles libres de polvo y basura, mucho detalle y esta habitación está más ordenada que la mía.
Pues claro, si las chicas tardan mucho en arreglarse para verse como unas divas, como no van a tener su habitación y su baño bien ordenados.
Luego mi vista bajó hacia una papelera que está junto la mesita de noche, en ella además de basura hay una fotografía dividida en dos, miré hacia la puerta cuidando de que Angie no llegara de la nada y ser sorprendido por ella por estar tomando sus cosas; extraje de la papelera ambas partes, las uní, es una fotografía de una boda, están los recién casados y a lado de cada uno está Angie que no se ve para nada feliz y del lado donde está el novio está un castaño con rulos.
¿Será el hermano de Angie? No lo creo, no se parecen en nada, pero la novia se parece a ella y el novio no. Algo debe significar.
―Lo encontré —cuando la rubia apareció y dejé la foto partida en dos en su lugar y descansé mis manos sobre mi regazo―. Lamento la tardanza, estuve buscando el botiquín por todos lados, mi madre a veces suele esconder las cosas —se excusó.