No recuerdo que fue lo que pasó luego de besarlo, aquellas imágenes están borrosas y mi subconsciente lo único que hace es reprochar mi inapropiada actitud, admito sentirme culpable. Para empezar ni siquiera debí besarle ni dejar que me traiga hasta aquí.
Mientras me incorporo, la tenue luz del amanecer traspasa mis párpados y mientas abro los ojos, me encuentro en una pequeña cama de sabanas lilas con un diseño de flores, son de aquellas cobijas antiguas con estampado de flores. Frente a mi hay una ventana con las cortinas azules abiertas que permiten que la luz solar ilumine la habitación decorada de manera anticuada, pero me gusta.
Estoy confundida, no sé donde estoy. Me levanto de la cama y me encuentro con una larga camiseta negra que me llega hasta la mitad de los muslos, la ropa que llevaba puesta ayer no está por ningún lado. Camino hacia la puerta y salgo de allí, me topo con un largo pasillo que cruzo sin pensar; mis oídos captan la suave melodía de una de mis canciones favoritas: Wake me up. Huele a café y a velas aromáticas. Llego a la cocina y Azrel está de espaldas preparando algo. Al parecer nota mi presencia porque se da vuelta, lleva una camiseta sin mangas azul oscuro, el cabello depeinado y una tierna mirada adormilada.
- Buenos días. - Saluda sonriente. - Amaneciste hermosa. - Sé que miente, en las mañanas soy un desastre.
Me concentro en cuestionarle porque estoy aquí en lugar de mi casa y que pasó anoche-, Gracias, ¿pero qué hago aquí?
- Bueno, te quedaste a dormir aquí - Al parecer nota mis ojos abiertos como platos-, Dormiste sola... mi hermana le avisó a tus padres que te quedarías, además tu hermano no estaba por ningún lado.
- ¿Mi hermano? ¿él esta bien? - Digo casi en tono desesperado, no lo he visto prácticamente desde que llegamos aquí.
- Tranquila, tus padres vinieron por él. Estaba muy ebrio. Allí fue cuando mi hermana les dijo a tus padres que te quedaste dormida y ellos permitieron que te quedaras aquí.
- ¿Me quedé dormida?
- ¿No recuerdas nada? - Pregunta inquisitivo.
- No mucho...- Tal vez piensa que no recuerdo nuestro beso.
- Ah. - Consigue decir.
-Si te preguntas si recuerdo que me besaste, pues sí lo recuerdo.
Noto que se avergüenza un poco, pero se recompone rápidamente - Bueno... Será mejor que desayunes. - Dice ignorando el hecho de que me besó.
Me siento al lado de la encimera y me dispongo a tomar el delicioso café que me preparó y él hace lo mismo.
- Es la segunda vez que me besas, creo que merezco que me expliques de una maldita vez. - Trató de sonar calmada, pero esto me hace perder la paciencia y ni siquiera el café y la canción pueden calmarme.
Él me mira con la mirada más neutral que vi en mis casi 16 años. De pronto suena la puerta al abrirse, veo a Bree entrar en pijama hacia nosotros.
- Buenas- Saluda y da un largo bostezo. - Será mejor que bajemos a desayunar abajo, si seguimos aquí mamá se molestará.
Azrel asiente y se levanta con su taza en la mano. - Ponte esto- Me tira unos pantalones anchos y azules.
Me pongo lo que me dice y bajo detrás de ellos con mi taza en mano. Al llegar abajo no solo están los padres de Bree, también está presente un chico que parece ser solo un par de años mayor que yo. Viste completamente de negro y tiene el cabello rubio y con rulos, además de una pálida piel y ojos negros. Los tres saludamos y tomamos asiento. Cada uno toma en silencio su café hasta que el padre de Bree decide hablar.
- Bree, ¿qué tal estuvo tu cumpleaños?
- Bien, papá. Estuvo genial. - Responde ella.
- Debe ser una tortura tenerla tan cerca. – Añade el chico y me señala con la cabeza.
Con confusión trato de preguntarle el porqué de lo que acaba de decir, pero antes de que abriera la boca Azrel habla.
- Será mejor que cierres la boca. – Le espeta.
- ¿Y a ti quién te hace el jefe? - Responde el chico, cuyo nombré desconozco.
- ¡Bueno basta! - Dice casi gritando la madre de Bree.
Todos se quedan en silencio y yo no podría sentirme más incómoda. Miro unos segundos a aquel chico cuyo cabello parece de ricitos de oro. Y noto que él también lleva un amuleto como el que llevaba Azrel en mis sueños, sólo que el amuleto de este joven es de una luna roja. Me sorprendo un poco y empiezo a cuestionarme si Harper al final tenía razón.
Trato de apartar aquellos pensamientos y cojo el cuchillo al centro de la mesa y trato de cortar la carne que acabo de notar que me habían servido, pero al hacerlo, en lugar de cortar mi comida termino cortándome la mano que no tarda en permitir que las gotas de mi sangre resbalaran y cayeran al suelo.
Apenas noté cuando el blanco de los ojos de aquel muchacho se torna un tono más oscuro y se abalanza sobre la mesa para la sorpresa de todos los presentes. Sus uñas crecen rápido convirtiéndose en garras afiladas, siento tanto terror que me duele el pecho. Su objetivo es claro, me mira a mi, empieza a correr sobre la larga mesa para llegar hasta donde estoy. Todo sucede tan rápido que a nadie le da tiempo de hacer nada, pero Azrel sale de su estado de estupefacción y se lanza por detrás de aque chico convertido en monstruo. Apenas estoy procesando todo lo que está pasando. Mierda, Harper tenía razón.
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Editado: 14.01.2020