Fragmentos de Relatos

Las tres pasajeras

 

La primera, rápidamente se ató el cabello y partió rumbo a la parada de colectivos. Se posiciono justo en frente, a la sombra de un árbol; ella, la maestra jardinera, había llegado temprano, aún faltaban varios minutos, pero prefería esperar que correr.

La segunda, arreglada pero sencilla, se dirigió a paso ligero a la parada, no acostumbraba viajar a esa hora, no sabía exactamente a qué hora pasaría el micro, pero al ver a la primera, supo que había llegado a tiempo. Crujió su cuello y bajo la mirada para perderse en su celular, mientras se posicionaba a diez metros de su vecina.

La tercera, la universitaria, seguía la misma rutina desde hacía años. Con sus cabellos húmedos, salió de su casa dando gritos de saludo. Como de costumbre caminaba a las apuradas, su bolso le pesaba, tal vez demasiado, pero no había tiempo para quejas ni demoras. Al llegar las vio, las reconoció, intento saludar pero no encontró miradas, prefirió posarse justo en la parada.

Las tres formaban un perfecto triangulo isósceles. Cosa que solo la tercera noto, ella tomo su celular, lo utilizo como espejo, se pintó los labios, arreglo su cabello, hizo de esos minutos los más provechosos, era raro no verla en el mismo lugar a la misma hora, arreglándose como de costumbre.

Al terminar, observo a sus pares, tal vez hasta con un poco de envidia, ella había elegido una carrera muy larga, tal vez demasiado, veía a la primera, hacía poco que habían estado coincidiendo, era evidente el porqué. Veía a la segunda, ellas no se entendían, boberías de la infancia, podrían recomenzar, podrían llevarse tan bien como antes, tal vez, algún día o nunca, no sabía.

La segunda, soberbia, las miraba, no las comprendía, ella estaba para otra cosa, lo sabía, un título de nada serviría, ella estaba para algo distinto, algo mejor. No entendía la voluntad de la tercera y mucho menos la vocación de la primera. Definitivamente, lo de ella era otra cosa.

La primera, realizada, había forjado su camino, había logrado su cometido, nada más importaba, por fin, luego de malas decisiones e indecisiones, por fin, había encontrado su lugar; hacia poco que había conseguido una buena escuela, buenos niños, todo marchaba a la perfección, demasiada buena suerte, la aprovecharia al maximo. 

Finalmente, el transpoprte había llegado, tarde, nuevamente. Las pasajeras subieron en orden de llegada. En la fila solitaria, casi al final, había tres asientos desocupados. La primera ocupo el último de ellos, la segunda se apresuró a ocupar el segundo y la tercera el primero.

Cuando tuvieron que bajarse, la segunda fue la primera, una parada después la tercera se bajó y luego de tres paradas más, la primera llego a destino.

Las tres siguieron sus caminos casi sin sobresaltos, sin saber que la próxima vez que coincidieran; las tres mantendrían su orden de llegada y ocuparían los mismos lugares, el colectivo, nuevamente se atrasaría, esta vez un poco más que de costumbre.

Al pasar por el cuarto o quinto semáforo, el chofer debería detener la marcha, al avanzar, no se percataría que a su izquierda un camión quedaría sin frenos, obviamente el impacto sería inminente. Nadie podría saberlo, nadie podría advertirlo, pero, eso ya no importaría, casi al instante las tres pasajeras, serían las primeras en perecer.



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En el texto hay: muerte desolacion simplemente relatos

Editado: 01.02.2019

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