~Pasado.~
La vida era hermosa, los humanos no sabían de su existencia o al menos no conscientes, a veces andaban por sus tierras sobrepasados en copas así que prácticamente eran mitos, historias contadas por ebrios que nunca nadie creería por lo que los dejaban en paz, eran felices cazando, jugueteando entre ellos, amándose fraternalmente y un poco más.
Erik Milano había emigrado de Estados Unidos en 1760 haciéndose pasar por un pescador yendo a parar a Europa en Inglaterra, era un lobo solitario en el más literal y fiel sentido de la palabra, viviendo así por varias décadas, cambiando de hogar por supuesto para evitar los rumores de su extraña condición al no pasar los años sobre sus hombros, desplazándose desde una de las orillas del viejo continente hasta el centro, sus oficios cambiaban conforme el lugar donde se asentaba, así pasaron varias décadas, subsistiendo de trabajos honrosos, había dejado de transformarse en lobo desde que llegó pues no veía la necesidad pero extrañaba sentir el suelo bajo sus patas, el viento en contra su pelaje cuando corría y la hermosa sensación de sentirse vivo pero tenía que hacer sacrificios.
No fue sino hasta que llegó a Transilvania en Rumania que su vida sufrió un drástico cambio, rumores llegaron a sus oídos sobre avistamientos de seres sobrenaturales, hombres mitad hombres mitad lobo, que se alimentaban de su ganado, nunca admitió que le sorprendía un poco, pero luego recordaba donde se encontraba: Europa, la cuna de las fantásticas historias sobre hombros lobo. Así que viajó un poco más, aprender el idioma fue un poco difícil, un idioma más que agregar a su larga lista, todo por que en esos tiempos era más complicado comunicarse siendo un extranjero y cuando prácticamente la lengua "universal" o más hablada fue el inglés a mediados del siglo XX, llegó finalmente a Bran.
Cuando joven tuvo a todas las mujeres que quiso, como cualquiera en su situación, nunca se enamoró realmente de alguna, después de todo eran humanas y el dolor de perderlas sería más de lo que podría soportar, nunca se casó ni tuvo hijos llegando a pensar incluso que era estéril. Algunos campesinos le habían contado de las extrañas y abominables criaturas que vivían en los bosques de la meseta central donde estaba su pequeño pueblo asentado, siendo un cazador innato y después de haber corrido un rumor sobre el hecho de que en algún momento de su vida había sido un cazador que fue bien recibido.
—Sí lo que ustedes dicen es cierto, buscaré al animal responsable de esto—dijo con seriedad
—Dudo mucho que puedas hacerlo—exclamó alguien entre la multitud que se aglomeraba a su alrededor buscando ayuda en él
—Señorita...—el hombre sonrió de medio lado de forma galante—he cazado fiera más peligrosas de las que ustedes mencionan—
—No veo las pruebas—la mujer tenía una sonrisa altanera, Erik se vio bastante interesado y los cuchicheos no se hicieron esperar
—Calma, calma, si no cazo a esa bestia en menos de una semana les devolveré el dinero que pagaron por adelantado—
Todos parecieron de acuerdo y el tumulto de gente se fue dispersando, pero aquella mujer que lo retó seguía ahí, cruzada de brazos, era el año 1860, cien años después de su llegada conoció a la única mujer que supo ganarse su corazón y viceversa.
Crina era una mujer hermosa, altiva, nunca seguía las reglas y era muy rebelde, una vez se enamoró de un humano que supo todo ella y pese a eso, se arriesgó a estar en una relación que brotó en primavera como los botones de las flores, de eso han pasado doscientos años, lloró en su féretro tan solitaria como un alma en pena, considerándose como tal en esos instantes, prometió nunca volver a enamorarse y siguió su vida en los bosques de la meseta junto a su manada dónde su padre la esperó con paciencia pues a esa edad, la rebeldía siempre estaba presente en los de sus especie, apenas contaba con doscientos años, era como una adolescente humana, además, entendía su espíritu pues era igual al de su esposa. Nunca se le impuso un matrimonio, de hecho, nadie en la manada se le había impuesto uno, eran ciertamente algo más liberales que el resto de las manadas.
Cabellos castaños semi cortos, ojos azules como posos de agua dulce, facciones duras pero bien definidas, solía tener el ceño fruncido, en esta ocasión había tenido buenas razones para estarlo pues los hijos de una pareja de la manada se habían transformado recientemente, descubriendo su verdadera naturaleza, lo terrible del caso es que al no pedir ayuda al Alpha (su padre) para poder controlarlos, habían desaparecido ocasionando un caos cerca de la comuna, agradecía que no estuvieran en sus cinco sentidos para reconocer el camino aunque algunos animales de los campesinos que se habían perdido terminaron muertos en sus manos, una perdida pues no podían darse el lujo después del cambio drástico de gobierno a manos del príncipe Alexandru. Ahora tenía que encontrarlos antes de que se acabara el tiempo para poder regresarlos a su estado, aceptando que debían convivir con su lado humano también o terminando por perderse en la primera transformación
Editado: 01.09.2020